domingo, 29 de agosto de 2010

SER Y APARECER


Por: Miguel Godos Curay

El otro día me reuní con alumnos de la Universidad Nacional de Piura que habían realizado una pasantía de un semestre en la Pontificia Universidad Católica de Lima. Inquisidor puntilloso. Les pregunté ¿qué es lo que más le había llamado la atención en la católica?. Las respuestas resultaron sorprendentes. No me voy a referir a las instalaciones del espacio físico que de por sí acusa abismales diferencias pues allá existe una cultura del aseo, del mantenimiento preventivo, del orden, del respeto a la naturaleza, la tolerancia y la exigencia en el estudio. El aspecto que voy a abordar es el referido a la actitud docente.

Según me indicaron, en principio, el trato entre docentes y alumnos es cordial, fluido e intenso. El estudiante se dirige directamente por su nombre al profesor. Basta que el alumno diga “Hugo puedes explicar nuevamente tal o cual tema”. Según refirieron los piuranos ningún docente te da pelota si te diriges a él como “Doctor, magister o profesor”. Cuando nuestros paisanos preguntaron el ¿por qué? de este trato. Les respondieron de un modo muy claro. Los profesores no valen por los timbres académicos que exhiben sino realmente por lo que saben y enseñan. Y una persona, cualquier persona, incluyo a los candidatos, no vale por la forma como aparece sino por lo que realmente es. Colocar títulos académicos antes que el nombre es tan perverso como ubicar la carreta delante de los caballos. Es más, el tener títulos honoríficos no es suficiente si los mismos no guardan correspondencia con la capacidad demostrada, la ética y la coherencia de vida. Títulos e incoherencia son como la etiqueta del producto bamba que se expende en el mercado. Parecen buenos pero no lo son.

De la anécdota podemos abordar un tema carnudo y reflexivo: Ser y aparecer. Filosóficamente ser significa: sustancia y principio. El aparecer apunta a la mostración de la realidad. Es el modo de ser del ser. Podemos inferir por ello, cuando la forma de aparecer de una persona no corresponde a lo que dice ser, se produce incoherencia. Cuando lo que dices no corresponde a lo que haces se produce una disonancia. Los discursos incoherentes y disonantes abundan por doquier. Humo se vende en todas partes. En el escenario académico, y en los escenarios público y privado.

Cuando indagué, abundando en el tema, cuáles eran las consecuencias de esta práctica. Los estudiantes me indicaron que se había generado un clima de confianza valioso que les había permitido aprender mucho más porque sus dudas habían sido absueltas y los temas poco conocidos se habían ampliado con el auxilio de un maestro que tiene rostro de amigo y se comporta como tal. Cuando un docente antepone sus cascabeles académicos construye murallas emocionales de arrogancia que mas tienen de divina pomada que disposición para la enseñanza. Poco se enseña y nada se aprende. En ningún momento se perdió el respeto. Por lo contrario el mismo creció al igual que la admiración propia del que se siente bien conducido al saber más.

Otro de los aspectos positivos fue el valor del tiempo transcurrido en la universidad en donde se crean otros espacios para el aprendizaje, en la biblioteca, en los talleres, en las actividades culturales y en el estudio. En los espacios compartidos. La biblioteca es el corazón de la universidad. En Piura son raros los estudiantes que se conducen con un horario que ordene sus vidas. No planifican sus actividades sino los días de juerga y por lo tanto, pierden mucho tiempo. Cuando no se tiene un sentido claro del tiempo este se pierde irremediablemente.

En el escenario familiar. Las madres de los sectores populosos de Piura lactan a sus hijos cuando el churre llora. De modo que el crío podría pasarse toda la noche prendido del seno materno. Una madre europea programa sus horas de lactancia con un horario de modo que el reloj biológico de la criatura se educa y adecua a las actividades de su madre en el hogar o fuera de él. En cambio el reloj biológico de nuestros niños no tiene un orden pues está sometido a los impulsos compulsivos y repentinos de un churre mamón, que más tarde como no tiene educado su reloj biológico, es impuntual y tardón. En Piura, se puede observar, pocos padres controlan los tiempos que sus hijos dedican a la televisión y al Internet. Es más, muchos padres han encontrado en la televisión y en el Internet, un par de nodrizas económicas. El movimiento natural del niño que bulle con energía es aplastado por la actitud pasiva del niño frente al televisor. O la sobre exposición a los contenidos no tan inocuos de Internet. En Piura hace mucho tiempo dejó de funcionar el reloj de la catedral y no hay reloj público que marque el inicio y el final de las actividades laborales. Es más cada dependencia pública tiene su propio horario. De tal modo que la hora particular es distinta en diez minutos más diez minutos menos que la hora oficial. El aprovechamiento del tiempo es un indicador de éxito o de fracaso, de logro o de frustración.

Otros aspectos, que contrastaron los estudiantes piuranos, fueron los vinculados al aprendizaje de idiomas. Nosotros andamos todavía distanciados del inglés, el francés, el portugués y el chino mandarín. La bibliografía fresca está en inglés y la espera de la traducción de tal o cual texto demora entre uno a dos años. Un estudiante y un profesor que dominan el inglés están mejor ubicados que otro que ignora que el conocimiento avanza tranco largo y en la lengua de Shakespeare.

He dejado para el final uno de los temas que creo necesitamos incorporar con urgencia a nuestra agenda y que en la PUC es un tema cardinal. Es el referido al respeto a la propiedad intelectual. Copiar una fórmula matemática, pasarse de largo por comodidad una referencia bibliográfica, copiar una monografía, apropiarse de un trabajo ajeno. Es un delito. Un delito que se lleva a un tribunal de honor que descalifica al estudiante y al profesor. En la universidad pública se ha convertido en un deporte nacional el “pegotear”, el “copiar” el “etiquetar” trabajos ajenos como propios “bajados” de la web. El robo de la propiedad intelectual está a la orden del día y no nos hemos dado cuenta que esa pasmosa tolerancia de la piratería intelectual a nuestros estudiantes es el detonante de la corrupción que socava la actividad pública y privada. Un estudiante que roba trabajos ajenos es bastante probable que por esa falta de escrúpulos morales se convierta más tarde en un asaltante de presupuestos públicos. A quien roba ideas ¿quién le impide, más tarde, que pulverice presupuestos o asalte bancos.?
Aula de la PUCP

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