sábado, 15 de marzo de 2008

NUESTROS PECADOS CARNALES


Por: Miguel Godos Curay

El inmundo camal de Piura de Piura se encuentra en La Gallinacera el tradicional barrio de los gallinazos al sur de la ciudad. Ahí se benefician en condiciones insalubres las carnes rojas que Piura consume. El viejo camal es una losa de cemento en la que con brutales procedimientos se matan a los animales y se les descuartiza. Las carnes rojas están expuestas a millones de moscas graduadas en tifoidea. La suciedad está a la orden del día. El hedor embota el olfato y cualquier no avisado visitante, contemplando la carnicería, dejaría de comer carne el resto de su vida.

El traslado artesanal de la carne al principal centro de abastos es una cadena infecciosa. Algunas ocasiones son los mototaxis que arrastran por las calles polvorientas de la ciudad sus inciertos y miserables despojos destino al mercado. Otras el vehículo municipal. El control sanitario es un sello verde que los matarifes clandestinos han aprendido a replicar como cáncer para dar la apariencia de salud a sus productos. En Piura de cada 10 kilos de carne que se vende 6 son de procedencia clandestina. La mafia es imparable. La carne de res se mezcla con carne de equino: asno o caballo. Es muy probable que los piuranos parranderos consuman anualmente un promedio de un kilo de carne de burro. Esta es la probable causa de los rebuznos colectivos.

No se piense que el pollo, ese afeminado de la cocina, es un señorito aseado. No lo es. Los camales avícolas también desaprueban en aseo. La pobreza reparte el pollo en pechugas apetecibles para los supermercados y piltrafas para los pobres que se nutren con sopas de esqueletos y vísceras. El pescado, tan caro, en la cuaresma sabe a pecado y se expende bajo parasoles de vinilo rojo que dan una apariencia de frescura. La fetidez de proteína descompuesta no le ayuda. Si el propio Municipio decidiera multarse por anti-higiene no tendría cuando parar.

En Piura comer un lomo a lo pobre es una temeridad enorme. Por eso se concurre al ají para disimular el sabor impropio de lo que no es res. Esas ancas incomibles que aflojan dentaduras son de caballo. Contradictoriamente Piura tiene un nuevo camal que no funciona. En el se gastaron cinco millones de soles pero la valorización técnica precisa que lo que se tiene, a duras penas, llega a los 3 millones. A lo que habría que sumar los 100 mil soles que se necesitan para levantar las observaciones de Senasa.

Este camal nuevo es un elefante blanco el que no puede echar a andar. Que el elefante de los primeros pasos con la buena intención de grupos de comerciantes entusiastas pero incapaces de asumir compromisos es sencillamente navegar en la incertidumbre. Que el Municipio administre su camal es una aventura incierta pues no dispone de los técnicos requeridos y se corre el riesgo que el manoseo político convierta al nuevo camal en un islote del favoritismo político que desplaza a la eficiencia. Igualmente cada vez que se requiera un repuesto o un aditivo para una solución de emergencia sucederá lo mismo que con los ascensores del edifico municipal y todo se paralice.

Una alternativa es la convocatoria a la empresa privada bajo la modalidad de usufructo con condiciones acreditadas de experiencia y con obligaciones contractuales que salvaguarden el patrimonio municipal. Corresponde a los regidores tomar una decisión al respecto. Personalmente los invitaría a un recorrido por el camal y por los puestos del mercado tan precariamente indignos de Piura. De su libre decisión depende, en buena cuenta, que el himno del : “Seamos limpios….seámoslo siempre”. Se entone a todo pulmón en Piura. Este cronista desde hoy ha decidido renunciar a los apetecibles placeres de la carne.

1 comentario:

Unknown dijo...

me parece pena realmente , lo que Ud. escribe pero es la pura verdad. Mas las autoridades deben velar por evitar q los aniamles que son sacrifiacdos sufran tanto.
las normas de higiene tienen que mejorar porq si no cuan contanimados estaria la poblacion de piura , hasta el mismo alcalde.