martes, 19 de febrero de 2008

¡BENDITA SEA LA LLUVIA!


Por: Miguel Godos Curay

Bendita sea la lluvia que reverdece los algarrobos de la ciudad y convierte la vida en un inmenso esplendor. Bendita la lluvia porque permite que los tocones adoloridos de los árboles resucitan de pronto en el desierto y las filudas hachas resbalen en ese salvaje intento de dejarnos sin vegetación. Bendita sea la lluvia que hincha el cauce del río y limpia con su indetenible torrente la basura que los vecinos arrojan con impunidad. Bendita la lluvia que desnuda las costras del abandono y nos recuerda que somos imprevisores y negligentes.

Bendita la lluvia que se convierte en penitencia y nos arranca de la comodidad para sacar el agua que inunda nuestros hogares. Bendita la lluvia que nos muestra de modo visible las deficiencias constructivas, lo mal hecho que están las obras públicas en la ciudad. Bendita la lluvia que nos recuerda los descarados robos de materiales de construcción sin que nadie denuncie las pillerías. Bendita la lluvia que pone a prueba los trabajos deficientes y deja la ciudad llena de parches y huecos. Bendita la lluvia que nos recuerda nuestra contumaz irresponsabilidad en elegir a nuestros gobernantes.

Bendita la lluvia que lo moja todo, que nos lava y nos purifica en un bautismo necesario para limpiar nuestras indecencias. Bendita la lluvia que juega al carnaval con nosotros y nos da de alma hasta confundirse con nuestras lágrimas y sollozos. Bendita la lluvia que nos recuerda que tenemos río y lo estamos aniquilando poco a poco. Bendita la lluvia que nos obliga a madrugar y a recordarnos el abandono general de nuestro centro de abastos.

Bendita la lluvia que convierte en una obligación la Defensa Civil y moviliza a funcionarios, que no hacen nada durante el año. Bendita la lluvia que despinta los cartelones publicitarios y los convierte en un amasijo inservible. Bendita la lluvia que fecunda los campos y brota en el idioma verde de la naturaleza. Bendita la lluvia que nos recuerda que somos por la voluntad general de nosotros mismos adictos al agua. Bendita la lluvia que espanta a los mineros informales y clandestinos en Las Lomas. Bendita la lluvia que se apodera de los socavones y los inunda de lodo.

Bendita la lluvia que nos recuerda que somos tierra húmeda, lodo y cieno en donde fecundan las semillas. Bendita la lluvia materia prima del barro que ensucia los zapatos de los gobernantes y les frunce el rostro. Bendita la lluvia que le moja la piñata a los corruptos y les agua la fiesta de la rapiña. Bendita la lluvia que obliga a los soldados en los cuarteles a deshacerse del agua que les invade. Bendita la lluvia que aplaca la sed y pone a prueba todas las construcciones. Bendita la lluvia que despierta nuestra memoria de los cataclismos y nos obliga a acordarnos de Dios mirando las nubes.

Bendita la lluvia que despinta las cabezas de las viejas gazmoñas y los viejos verdes y los hace volver a la realidad recordándoles que corto es el camino. Bendita la lluvia que penetra todos los rincones y nos despierta en la madrugada recordándonos que el tiempo es esa gota inquieta que nos quita el sueño. Bendita la lluvia que nos recuerda las próximas elecciones. Bendita sea el agua para la sed que nos recuerda que antes de las cocas y las pepsis bebíamos agua fresca en los cántaros.

Bendita se la lluvia que moja los diarios y nos recuerda que somos la sensación húmeda de un instante. Bendita la lluvia que moja expedientes y los convierte en un manchón de tinta que obliga a recomenzar los trabajos. Bendita la lluvia que nos despierta en la madrugada y nos recuerda el enorme techo de nubes que nos cubre. Bendita la lluvia que se convierte en pan y alimento de los hombres. Bendita sea la lluvia democrática que moja a los ricos y a los pobres y nos recuerda aunque no nos agrade los deseos de Dios.

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