domingo, 24 de febrero de 2008

IMPROVISACION DE PAYASOS: MAS DE LO MISMO


Por: Miguel Godos Curay
Los piuranos tenemos una visión cataclismica de las cosas y lo único que sabemos hacer cuando se producen las lluvias es declararnos en emergencia que es algo así como consagrar nuestra negligente imprevisión e incapacidad de prevenir los riesgos. A ello habría que sumar la irresponsable administración de obras públicas como el sistema de alcantarillado en El Chilcal que consagra, a los ojos de todos, la negligencia y los sobrecostos de obras. La falta de mantenimiento de nuestros puentes y vías. La desatención a los locales escolares. La ubicación de asentamientos humanos en zonas de riesgo y el empleo de materiales precarios en la autoconstrucción de viviendas. La indefensión civil, que tras años de pereza y letargo, aparece colocando retazos de plástico en las goteras. Después absolutamente nada.

A ninguna autoridad se le ocurrió, por ejemplo, plantar árboles. Promover estudios de ordenamiento territorial que acaben de una vez por todas con la extensión de los riesgos ubicando poblaciones en lugares seguros. Parece, realmente, juego de tontos el que se advierta a la opinión pública que los puentes están agrietados y que puedan colapsar en cualquier momento. Entonces: ¿ Dónde estuvo la previsión?. ¿ Dónde el manejo escrupuloso de los dineros del Estado dilapidados en obras fusible que demuestran de un modo palpable y clamoroso que no sabemos hacer bien las cosas?. ¿ Dónde están los mapas de riesgo del ingeniero Julio Kuroiwa que costaron mucho dinero al Estado y la cooperación internacional?

Sumemos a ello que tras la declaratoria de desgracia viene la pervertida práctica de destinar dinero fresco “para atender la emergencia”. Algo así como tirar agua al agua. Más de lo mismo. Improvisación de payasos. Festinamiento irresponsable y negligente de recursos que no son inversión para el desarrollo sino dinero fácil para el dispendio. Tampoco es cierto que los pobladores de nuestra serranía: Morropón, Ayabaca y Huancabamba no sepan convivir con la lluvia. Lo saben. Lo que sucede es que progresivamente van perdiendo su visión del espacio y el territorio a consecuencia del asistencialismo de los cien soles que alienta el ocio y engorda esos parasitarios negocios de venta de cerveza a precio del envilecimiento del trabajo comunal.

Las lluvias, sólo en un escenario de incompetencia e indecisión, son una tragedia. Ninguna autoridad, incluyendo las de agricultura y las responsables de los manejos de agua, tiene un plan de recuperación de forestas de algarrobos. A nadie se le ocurrió tener semilla lista para recuperar los bosques. Ni un plan de manejo de cultivos de temporales que tras la lluvia nos deje que comer como antaño. Nuestros agricultores extasiados por el mango y alimentados por la falacia de la incapacidad de Enapu para embarcar sus productos viven aún alimentados por la pretensión privatista de los puertos y el engaño.

Mientras tanto, con esa visión estrecha y con la imprevisión a cuestas, es muy probable que se nos ocurra iniciar las labores escolares en abril. ¡Vivan las vacaciones!. Muchas vacas gordas de la burocracia encontrarán argumento para llegar tarde y los técnicos de los municipios planificarán el trabajo cosmético post lluvias que no es otra cosa que continuar con las soluciones tibias. Acabadas las lluvias continuaremos con los parchecitos de brea en los huecos de los dientes podridos de la ciudad.

Este carnaval como todas las festividades carnestolendas, tiene sus colombinas de serpentina y sus carnavalones de fanfarria. Por supuesto como antaño se leerá un testamento. En donde con letra menuda se anunciará como primera promesa. La declaratoria de emergencia para el regocijo general, como si un papel con cuatro sellos conjurara las lluvias. En segundo lugar se anunciarán las obras de emergencia que son el pavo jugoso y la lotería de la que echan manos los que no trabajan y se enriquecen con el dispendio de combustible y el alquiler de maquinarias.

Las emergencias, nos dice la experiencia, son patentes de corso para que los corruptos hagan y deshagan con los presupuestos públicos sin temor al control. La emergencia es ese estado invencible de postración similar a la cuarentena de las paridas de antaño que no hacían nada. Hoy necesitamos trabajar con decencia y brillo de los que no temen a desafíos tan creativos como administrar el territorio, la variable clima y el mejor uso de los recursos.

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