Una página que reune los artículos periodísticos de Miguel Godos Curay. Siempre con una lectura polémica, fresca y deslumbrante de la realidad.
sábado, 19 de enero de 2008
¿HASTA CUANDO LA INGOBERNABILIDAD?
Por: Miguel Godos Curay
La salud de Pepe Aguilar no es un enigma. Su situación es crítica. Aunque los papeles -que van y que vienen- nos doren la píldora respecto al diagnóstico y pronóstico médico, su estado, no es el mejor. En estas circunstancias de desembozada incertidumbre la desinformación no es buena porque desata la crisis de ingobernabilidad. La proximidad al poder se convierte en un festín grotescamente vergonzoso. Conspiran para ello la indefinición y ese afán exhibicionista que provoca la disputa intestina por el poder. Mientras tanto la administración de la ciudad se convierte en ingobernabilidad que afecta la buena marcha de la ciudad.
Todos queremos que el Alcalde sane y se recupere. Lo que no queremos es que la ciudad, desatendida y abandonada, quede sin gobierno sometida a los vaivenes de la zozobra. La ley es explícita en torno a la circunstancia. Si la disminución de las capacidades del ciudadano alcalde, por enfermedad , impide el ejercicio temporal del gobierno. La decisión, oportuna y correcta, es el otorgamiento de una licencia temporal con precisos plazos de término. Si por el contrario la incapacidad física persiste de modo invencible y se prolonga, por la salud del gobernante y en bien de la mejor administración de la ciudad -en estricta aplicación de la ley- corresponde la declaración de vacancia. En este caso queda expedito el derecho para quien por la naturaleza de su responsabilidad y en arreglo a la ley debe continuar con el mandato. Es lo que por unanimidad acordaron los regidores de Chimbote después de oír el “informe médico” sobre el estado del Alcalde Guzmán Aguirre Altamirano.
Las indefiniciones en la materia, en cualquiera de los casos, son fuente de responsabilidad jurídica. Esta responsabilidad comprende solidariamente a los miembros del colegiado o asamblea de regidores cuya primera obligación es con los ciudadanos que los eligieron y la ciudad a la que sirven. Es legítima por ello la preocupación ciudadana y el reclamo público respecto a la marcha de la comuna. La indefinición favorece la ingobernabilidad y la demagogia. Esos vacíos de poder que se provocan sumen a la comuna en la parálisis y en un juego interminable de especulaciones que no son buenas para Piura.
Piura, tiene innumerables problemas, que si bien no son nuevos, impiden el progreso de la ciudad. Hay problemas muy serios que resolver y denuncias públicas que son materia suficiente para la investigación de los órganos de control y la sanción penal. Nuestros regidores no pueden darse el lujo de perder el tiempo mientras la ciudad prosigue postergada, insegura, abandonada en sus servicios básicos (agua y alcantarillado, limpieza pública, evacuación de residuos sólidos, ordenamiento territorial) ) y con proyectos (Camal, Terminal Terrestre, Mercado Central …etc. ) que de no asumirse con seriedad continuaran siendo la cantaleta electoral en las próximas elecciones.
Un sector mayoritario de los piuranos confió en Pepe Aguilar quien no ha dejado de ser un líder de arrastre popular. La ausencia de Pepe ha dejado a su movimiento conmocionado y sumido en una preocupación enorme por su salud y su futuro. Cuando el líder desaparece por mandato del infortunio queda un enorme vacío. Entonces los derechos de primogenitura se venden por platos apetecibles de sabrosas lentejas. También, en busca de un ramplón protagonismo, se desnudan las intimidades y se muestran con desenfado los rostros ocultos de los intereses personales. La política puede darnos abundantes ejemplos de lo que sucede cuando se desmonta la arquitectura de la popularidad.
Dejemos que Aguilar en la tranquilidad de este momento y en el necesario reposo recobre su salud. No es bueno para él ni para la integridad de su movimiento que los lobos rapaces y esos corderos disfrazados que le juraban lealtad muestren sus fauces. Piura, es mucho más que una dieta puntualmente pagada, con el sol a sol, que aporta a su municipio el vecino pobre de un asentamiento humano o la sisa de un comerciante desengañado por la reiteradas decepciones de las mejoras en el principal centro de abastos.
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