lunes, 31 de diciembre de 2007

CRONICA DE UNA DESOLACION


Por: Miguel Godos Curay

Bajando desde el tablazo La Huaca tiene un aspecto desolador de pueblo fantasma en donde todas las tardes el viento arrastra la arena inconsolable. La arena y su monotonía cubren hoy lo que antes era verde, las comisuras de los labios de los niños, los resecos ojos de los viejos, los cuadernos de las tareas escolares, los canales de riego. Las macetas en tarros de leche en donde las señoras cultivaban con primor las chabelitas y cunas del niño. El conjuro de la arena se ha desatado como una maldición desde que empezaron los movimientos de tierras para las futuras plantaciones de caña para producir etanol.

Los algarrobos han desaparecido arrancados de cuajo por bulldozers y lo que era una alameda verde a lo largo de la carretera es hoy una berma calcinada y sin vida. Hoy pocos algarrobos se mantienen pie y han sido marcados con pintura esperando su muerte irremediable. Hasta la capilla de las “Animas descarriladas” donde oran los huaquillanos es hoy un islote solitario que ya quisieran desaparecer los raudos ingenieros de las cuatro por cuatro que gozan de protección policial las 24 horas.

La Huaca está siendo sepultada por la arena. Y nadie tiene una explicación en la boca sobre el impacto ambiental de las plantaciones de caña. Ya no quedan algarrobos y los pocos que quedan se amontonan convertidos en rajas de leña en las ladrilleras mientras las retroexcavadoras poderosas abren zanjas para colocar los tubos de acero de los sistemas de drenaje. La Huaca ya no es la Huaca sino el fantasma de un desierto en donde no quedan ni las zarzas resecas. ¿Si esto es progreso e inversión qué vendrá luego?. Al conjuro de las máquinas y sus orugas los pobladores se han ensañado con toda forma de vida embelesados por este vértigo furtivo y mal entendido de la inversión.

Hoy ya no columpian los nidos de los chilalos en los enhiestos y umbríos algarrobos porque ya no están. No hay sombra por ninguna parte y el viento depredador traslada toneladas de arena que se depositan silenciosamente sobre las tierras agrícolas y los canales de riego. Dicen que por ahora hay más jornales pero estos se encogen porque hay que pagar más para resolver las necesidades básicas. La vida se ha encarecido enormemente. Los hatos de cabras tienen que desplazarse hacia el tablazo y ya nadie elabora natillas ni quesillos como ayer.

La carretera Paita-Sullana por la que se desplazan los camiones cargados de mangos para exportación está totalmente abandonada sin bermas y sin señalización que permita enfrentar a los desaforados conductores de las camionetas que conducen apiñados a los obreros de las fábricas en Paita. Mientras entre Paita y Piura los concesionarios ofrecen, previo pago, una carretera señalizada y con servicios confortables para los usuarios. La carretera Paita-Sullana languidece sin que las autoridades hagan algo para detener su cuantiosa destrucción.

A la vera del camino la rapiña arrasa con el bosque seco. El desprecio por el medio natural no sólo es patético aquí sino en el propio balneario cercano de Colán en cuyas extensas playas hay que limpiar los desperdicios de toda clase. Botellas de plástico y cerveza arrojadas por los inescrupulosos veraneantes y la incuria de las autoridades locales. Colán está sucio con las visibles alertas costrosas de los desperdicios acumulados y el hacinamiento irresponsable que no permite contemplar el mar.

El trayecto a Sullana es desolador. Pueblos como Viviate., Nomara, Jíbito y Sojo siguen siendo tan pobres como en los tiempos del ferrocarril. La vida se encarece todos los días y no hay producción agrícola de panllevar que mitigue el hambre contenido. Aunque estas poblaciones tienen recursos en las canteras nadie se percata del beneficio. Si en Piura un metro cúbico de piedra es oro en volquete. Para los pobladores de estos pueblos la pobreza es insostenible y se va a acentuar sino se hace algo para brindar mantenimiento a esta carretera por donde sale la riqueza del valle para los mercados del mundo. Mientras tanto nadie pudo darnos en La Huaca razón del Estudio de Impacto Ambiental (EIA) de las futuras plantaciones de caña y de cómo la escasa agua se convertirá pronto en moneda onerosa tras el festín de la repartija regional.

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