miércoles, 10 de octubre de 2007

EL MILAGROSO CAUTIVO



Por Miguel Godos Curay


Doña Jacoba (74) es una asidua concurrente al Hospital Reátegui en donde cumple con los rigurosos controles médicos propios de su edad, para ello, semana a semana, viene desde Castilla, donde vive, se baja en el mercado y hace a pie el trayecto hacia el nosocomio. Según refiere fue en esas circunstancias, que en plena madrugada, fue asaltada por dos sujetos que le arrebataron su cartera y lo poco que tenía. En el súbito momento de violencia sólo atinó a sacar la imagen de su milagroso Cautivo y gritar con toda fuerza a sus agresores: ¡ Detente Satánas…! “Aunque usted no lo crea, los rateros se quedaron como paralizados yo cogí mi cartera y seguí al hospital rapidito. Los forajidos se perdieron el oscuridad”. “En mi cartera estaba todo completo y hasta mis aros de matrimonio en su imperdible”. El cautivito es milagrosito.

El señor es “respetoso” y cambia la existencia de quienes le entregan su vida con devoción. El Cautivito entonces te da señales en todo momento de su protección. Por ejemplo, te saca adelante en tus negocios y dificultades, tu chacra, en la pesca, cuida a tus hijitos, te devuelve la salud. Su imagen es la estampa favorita en los internos del Penal de Río Seco. Por eso nosotros cumplimos con la promesa y caminamos para venerarlo en Ayabaca. Recorremos desde Paita, Sullana, Huancabamba, Chiclayo, Chimbote, San Martín, Otuzco, Lima y hasta de Ecuador, Colombia y Bolivia. Últimamente vienen peregrinos hasta de Tijuana (México). El Cautivito es grande y poderoso.

Para ser peregrino se necesita de una gran fe en el señor. No importa el dinero sino la buena voluntad. Muchos peregrinos indecisos se animan al contemplar que hasta rengos y paralíticos llegan hasta Ayabaca y de rodillas. Hay un momento en el que no sientes ni fatiga, ni agotamiento ni dolor. Los peregrinos que formamos la hermandad nos damos la mano. Nos auxiliamos. Vea usted algunos son ex presidiarios pero hoy son mansas ovejas del Cautivo y te dan la mano. Son semanas y meses de caminata a pleno sol o en la noche. Podrá creer que una noche sin agua y con una sed insoportable el Cautivo nos envió una lluvia. Otra ocasión uno de los hermanos no podía operarse porque le faltaban dos unidades de sangre. Nadie sabe como pero aparecieron los donantes y sin pedir dinero.

La especialidad del Señor son los desahuciados. Aquellos que chotean de neoplásicas, ahí donde se acaba la ciencia el señor coloca su manos y devuelve la salud a sus hijos. Hasta pacientes con Sida que no podía ni mover las piernas hoy concurren a Ayabaca porque han encontrado alivio para sus males y perdón para su vida de pecado y desenfreno. Ayabaca se convierte en octubre en un inmenso santuario. El templo queda pequeñito por lo que todos los peregrinos copan la plaza. Son un inmenso mar humano que se congrega para adorar al Cautivito.

“Caminé tres meses para llegar desde Lima hasta aquí, pero la gente buena conmigo y me ayudó en todo el camino”. La mirada está puesta en el Señor y se despide caminando hacia atrás. Repitiendo con lágrimas en los ojos: “Adiós Cautivito, lindo, adiós”. Entre Piura y Ayabaca hay trescientos kilómetros, desde la costa internándose desde la Yunga, la tierra caliente, hasta el piedemonte andino marchan los fieles con su fervor a cuestas. No les arredra el frío. Muchos han muerto arroyados en las carreteras. Nadie contiene este río humano de fervor popular.

“Cautivito lindo…dame tu bendición…..Cautivito lindo….te entrego mi corazón” repiten los peregrinos con sus tambores y guitarras. No sienten el frío del amanecer. Colas de fieles como serpientes inacabables aguardan para la adoración en el templo. Ayabaca, no soporta a esta multitud que nos recuerda a los romeros de Compostela y el vivo fervor del medioevo en pleno siglo XXI. El señor es un símbolo vivo de los pobres y excluidos. Es una esperanza tejida como la media necesaria para andar el camino de la justicia.

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