jueves, 11 de octubre de 2007

TAITA CAUTIVO DE AYABACA





Por Miguel Godos Curay

En 1983 Dionisio Alberca era un joven seminarista en el Yumbe ( Santo Domingo) su cuerpo se le paralizó a consecuencia del virus Guillan Barré que provoca tras la infección la parálisis del cuerpo a consecuencia de anticuerpos que arrasan con la mielina que recubre los nervios. La rehabilitación es costosa y requiere un largo tratamiento. La cura de este mal es un milagro del Cautivo. Dionisio es hoy un diligente cura. No hay piurano que no recurra al Cautivito lindo. Es la representación de Cristo popular más extendida en Piura. Su imagen cuelga en los espejos retrovisores de los taxis, en los tatuajes de los delincuentes y en las ramadas de los pobres. En las picanterías y en las capillas de todos los caminos. El escultor de todos los cautivos que recorren los caminos es don Félix Aquino, tradición, que mantienen hoy sus hijos.

La imagen es impresionante y presenta a un Cristo flagelado y dolorido, coronado de espinas y cubierto de costras. Es un Cristo de mirada fulminante que penetra las profundidades del alma. Dicen que cuando el fotógrafo Arturo Davies le hizo una placa de cuerpo entero tuvo que hacerlo de rodillas. Esa foto en blanco y negro, fue copiada miles de veces y sirvió para extender la devoción allá por los sesentas. Hoy las reproducciones a color invaden los mercados y son parte de la iconografía tradicional.

En torno a la devoción del señor se ha generado una fraternidad de los peregrinos caminantes que durante todo el año recorren plazas y pueblos, cantando y alabando al Señor. Las limosnas que obtienen sirven para extender el culto o para auxilios mutuos en caso de necesidad. No hay barrio populoso en Piura que no tenga su hermandad de devotos. Hay quienes piensan que son una asociación de atletas movidos por la religiosidad pues concurren caminando a venerar a la Madre de las Mercedes en Paita en septiembre y en octubre inundan todos los caminos a Ayabaca. Para las autoridades eclesiásticas el peregrinaje es un desborde de religiosidad popular. El punto de quiebre de este fenómeno socio-religioso está en el cómo hacer que las promesas al Señor caminen con el propio cambio de vida personal. Una vivencia religiosa nutrida con la lectura y práctica del evangelio.

Por honrar la promesa los feligreses caminan anualmente a Ayabaca. No se recortan el cabello. Caminan de rodillas durante la procesión. Bautizan a sus hijos con su nombre. Le entregan la vida al Señor. La devoción al Cautivo tiene sus propios meandros de fervor. Las súbitas conversiones se producen en torno a cantos al señor que utilizan tonadas “chicha” como “El arbolito” o las cumbias populares con letras producto de la inspiración popular. Famosos son los sanjuanes y pasillos del ciego Pablito Maldonado, un juglar divino cuyos discos en homenaje al señor se han reproducido miles de veces.

El color favorito de los peregrinos es el morado. Con tela de este color se elaboran las capas, las poleras, las vinchas de de los peregrinos y todo objeto religioso de carácter votivo. Toda esta multitud de devotos se concentra en Ayabaca cada 12 y 13 de octubre. La plaza de Ayabaca se convierte en un enorme mar de fieles y cirios que esperan al mediodía la presencia del Cristo Cautivo para acompañar la procesión. Uno de los acontecimientos que más recuerdan sus fieles es el momento en que un párroco avezado en acto público recortó la cabellera del Señor. Ese día el pueblo se indignó y tuvo que desagraviar al patrono. Según dicen, el extirpador de idolatrías, más tarde se convirtió en un sincero admirador del señor porque el Cautivo, aunque usted no lo crea, le roba a cualquiera el corazón.

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