miércoles, 24 de octubre de 2007

COMUNICAR COMUNICANDO


Por: Miguel Godos Curay

Las clases magistrales de los postulantes a plazas de nombramiento de la Universidad Nacional de Piura nos han servido como pretexto para evaluar los progresos en ese pantanoso territorio de las ciencias sociales que es la comunicación. En la redacción periodística, por ejemplo, hay una clamorosa necesidad del cultivo de los géneros. Crónicas, entrevistas y reportajes muestran un buen estilo periodístico. En tiempos de Internet y síncopes vienen bien esas historias escritas con vuelo literario.

Contra lo que pudieran pensar los académicos. La comunicación es volátil e inasible como el deslumbrante lenguaje de las alas de las mariposas. El tiempo mismo que en la cogitación agustiniana es de naturaleza incombustible. Así en el preciso instante en el que decimos: ¡presente! Este instante se convirtió en pasado irremediable. Hoy la comunicación social no se puede reducir a un oficio de escribanos. Ni a una sonrisa que como los floreros ocultan los temblores interiores de las instituciones. No es tan cierto que la comunicación urge de una envolvente estrategia para los ingenuos internos y externos.

Hoy las corporaciones exitosas practican la sinceridad en la información que brindan y no crean falsas expectativas. La experiencia enseña que quien tiene menudas victorias privadas conquista grandes éxitos públicos. Mejor dicho quien sabe conducir esa pequeña empresa llamada familia tiene mejores posibilidades de conducir con logros y responsabilidad esa familia grande que es la empresa. La sociedad requiere líderes, responsables y leales consigo mismo. No quiere pulpos corruptos que festinen decisiones de argolla poco éticas que finalmente utilizan la comunicación como cosmética de torta.

Sin duda, uno de los campos profesionales donde más se han operado cambios tecnológicos es la comunicación. Sin embargo, los aspectos éticos fundamentales permanecen inalterables. La verdad cumple una insobornable función liberadora. No es cierto tampoco que las personas tengan embotado el gusto y acepten fácilmente productos de mala calidad y sin un sentido de innovación constante. Es el caso de la radio en donde el uso de formatos tradicionales abre paso a esa emocionante sensación de la cresta de la ola al momento de transmitir una noticia.

El radioteatro cumple una seductora función educativa. Es como el abuelo cuenta cuentos. Distintos son los formatos con guión previo y visto bueno de la censura que han sido devorados por el diálogo directo. Los periodistas que dictan noticias con solemnidad han sido arrasados por los que comunican con sinceridad y promueven el diálogo social. La irreverencia en este caso es como el humor: la verdad que entra por el postigo y ocupa un lugar en las salas de redacción. La libertad es el viento que hace flamear todas las banderas y una pulsión apasionada hacia la ética y la nobleza.

Para el periodista el lenguaje es como una herramienta lógica cuya eficacia rinde frutos cuando se aprende a decir mucho con poco. El propio don Camilo José de Cela (1916-2002) señalaba a noveles redactores que el participio y el gerundio, contra la presunta infalibilidad de la gramática no son lo mismo y repetía: “No es lo mismo estar dormido que estar durmiendo, porque no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo”.

Los comunicadores somos humanos y no estamos exentos de yerros y patinadas. Ahora mismo mis alumnos me piden a boca de jarro que aclare las inexactitudes de una nota en un diario local que añade hedores de albañal a la Universidad Nacional de Piura justamente cuando se han puesto en funcionamiento los nuevos y decentes servicios higiénicos. Tengo la certeza que a ellos no los podrán engañar y habrá que aleccionar con ese sabio consejo que dice: No es bueno gastar pólvora en gallinazos.

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