sábado, 31 de diciembre de 2011

EL ÚLTIMO APURO DE CEVALLOS


Por: Miguel Godos Curay

Acaba de partir con el mismo vértigo intenso con el que vivió Manuel Eduardo Cevallos Flores. Docente de la Universidad Nacional de Piura, abogado y poeta. De él tengo frescos e indelebles recuerdos de un recorrido en su auto por Piura La Vieja, allá por 1982, al lado de Juan José Vega y posteriormente de una entrevista por las profundidades de la historia del periodismo piurano con Juan Vicente Requejo a quienes conocía en la intimidad. Juan José posteriormente escribió “Pizarro en Piura” que editó la Municipalidad de Piura y Requejo entregó un nutritivo opúsculo “El Periodismo en Piura” con prólogo de Luis Alberto Sánchez edición del Colegio de Periodistas del Perú. Los tres amigos se han reencontrado en la ausencia.

Algún verano coincidimos, con Eduardo González Viaña sorbiendo cremoladas de mango y sandía en El Chalán desgranando recuerdos de la bohemia trujillana. A Lalo le apasionaba el periodismo de fuste y de trinchera. La tinta se le había metido en la sangre heredad de su padre don Augusto. Practicaba ese periodismo de ideas y denuncia, de párrafo corto y de citas oportunas. Fue humano y nada humano le fue ajeno. No era una criatura hecha para el reposo y la consolación. El movimiento y la inquietud bullían en su modo de ser todo el tiempo. Su remendado corazón se detuvo para siempre y partió con el mismo apuro de su trajín cotidiano.

Ayer, con ese soporífero calor piurano en el que se confunden el respeto y la admiración al lado de Juan Félix Cortez, Sigifredo Burneo, Luber Ipanaqué y Lelis Revolledo le dimos el último adiós en el estridente y escurrido último día del año. Lalo dragoneaba en el periodismo con el mismo brillo que en el derecho y en la defensa de causas imposibles, siempre al lado de la justicia. Hombre apasionado y gestor vehemente de proyectos de papel e imprenta. La mayor parte de su vida la entregó a la enseñanza. Fue dos veces Decano del Colegio de Abogados de Piura y Tumbes y se había ganado la adhesión de sus alumnos de la facultad de derecho. No fue ajeno a esas mezquindades tan movedizas de las ambiciones desbocadas que provoca el disfrute del poder. Pero supo mantenerse en su orilla, firme y sin arriar bandera.

“Canción de Huaringas” es uno de sus poemarios. Tiene aún producción inédita que hay que publicar. Dicen que Lalo era de izquierda no porque le encantaran los malabares ideológicos sino porque es el lado del corazón. El rincón de los afectos sublimados y las pasiones intensas. No se trata de cualquier espacio. Es un punto en donde convergen el amor por la belleza y la convicción serena que en la vida lo más valioso no se vende en el mercado, no está en concesión ni se subasta al mejor postor.

Si así fuere cualquier afortunado con dinero podría comprar felicidad a la vuelta de la esquina y no es así. La insensata persecución de la fortuna empobrece irremediablemente. La vida es una sorpresa permanente y tiene congénita la novedad. Así nosotros mismos seamos la noticia. Nos hemos despedido de Lalo Cevallos. Tras los muros del cementerio la exultante vida se regodea. El sueño eterno es cosa distinta. La construcción de la felicidad Es una siembra al boleo que ahora empieza a dar frutos.

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