Una página que reune los artículos periodísticos de Miguel Godos Curay. Siempre con una lectura polémica, fresca y deslumbrante de la realidad.
lunes, 9 de enero de 2012
PIURA DE FIEBRE Y RASPADILLA
Por: Miguel Godos Curay
La sensación volátil que se vive en Piura es la de si la economía va tan bien por qué los piuranos viven mal. Si se comparan los precios de los productos destinados al consumo alimentario y los servicios con los de la capital ¡Piura resulta más caro que Lima!. Fácilmente nos damos cuenta que los precios se disparan incontroladamente y que en el chifa concurrido volaron los números y se achicaron los tazones de sopa. Y que dependiendo cómo lo vean, una carrera de taxi, cuesta un ojo de la cara. El tener centros comerciales iluminados encareció de pronto en un 50% y en 100 % las carreras de taxi. Las populares picanterías son hoy lugares en los que hay que mirar con detenimiento las listas de precios. El tener turistas recorriendo Piura hizo de nuestro plato favorito un antojo inalcanzable. Si hasta los pechos de caballa hoy están por las nubes.
Por eso, es aconsejable distanciarse prudencialmente del centro comercial concurrido de lo contrario le harán un hueco en el bolsillo. En Piura nada es gratis sólo los soporíferos baños de sol. El marketing implacable se aplica hoy hasta sobre los costos del aire. Últimamente todo se achica en Piura. El pan, los vasos de cremolada, el interior de las combis para apretujar a los pasajeros, la cortesía, la paciencia, el civismo, los estacionamientos, las peluquerías, los espacios frescos y ventilados. Se agranda el desorden en el transporte y la congestión vehicular llevada a extremos insoportables por la improvisación. En ese estado de cosas se imponen, por necesidad, los mototaxis, resurgen los cebicheros callejeros, reconquistan su espacio los ambulantes y los fresqueros.
Se estira como jebe la sinvergüencería en todas sus formas. Crecen el avivato y la informalidad. Crecen los basurales pero se encojen las áreas verdes. La avenida Sánchez Cerro, se convierte en un embudo junto a los terminales terrestres. Piura vista desde el satélite semeja una serpiente que se tragó un elefante y soporta una indigestión insalvable. En el verano fermenta la basura y las moscas se reproducen por millones. Retirar los desperdicios es una tarea que no se debe desatender y para facilitar el trabajo de los obreros de limpieza pública hay que amarrar las bolsas de desperdicios y no dejarlas a disposición de los canes vagos y los gallinazos sin plumas que ensucian la ciudad.
Piura es cálida y hermosa cuando luce limpia, cuando no, luce fea e insoportable con aliento de perro vago. Piura urge de áreas verdes que alivien esa tortura insoportable que es el transitar en horas de sol. No es bueno ni para el cuerpo ni para la salud. Hay que protegerse de la peligrosa radiación solar y de los temibles rayos ultravioletas que envejecen la piel y provocan cáncer. Una novedosa mala costumbre ciudadana es la de sacar a pasear a las mascotas para que cumplan sus necesidades fisiológicas en los parques concurridos ahí precisamente en donde corretean los niños. Eso no es bueno como el arrojar todo lo que no sirve a la vía pública. Si hay algo que se extraña en Piura es el frescor de sus tamarindos en la Plaza de Armas donde cada día hoy hay menos árboles.
También nos hace falta la buena educación, el respeto a nosotros mismos. Sucede que en el verano es cuando más aire fresco y agua necesitamos. Como en los viejos tiempos: ¡Salud con un vaso de raspadilla de tamarindo y cola! Siempre nos hace falta el jarabe sabroso que nos recuerda que es una delicia refrescante disfrutar la umbría totalidad de un árbol.
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