domingo, 27 de diciembre de 2009

LO QUE FALTA EN NUESTRAS ESCUELAS


Por: Miguel Godos Curay

Yannik Bonnet, es un ingeniero y químico francés que dirigió durante once años la Escuela Superior de Química Industrial de Lyon. Producto de su experiencia es su libro: “Los Nuevos Fundamentos de la Educación” en donde plantea la necesidad de promover en el educando una serie de aspectos que contribuyen a hacer de los niños y los adolescentes mejores personas. Las propuestas formuladas contrastan descarnadamente con lo que en educación venimos haciendo.

Sostiene Bonnnet que la educación no da resultados cuando no se fomenta en los alumnos la confianza en sí mismos y el desarrollo de la personalidad. El educador debe identificar en sus alumnos sus fortalezas y potencialidades y motivarlos para que las expanda. Debe ayudarles a conocerse a sí mismo, a quererse y valorarse para que se sienta satisfecho de ser él mismo. Debe orientarlo para que encuentre el sentido de su vida. Un maestro insatisfecho que no acaba de aceptarse a sí mismo aunque no lo exprese contagia a sus alumnos desorientación vital y pesimismo.

Un segundo aspecto es administrar el temor al futuro. El porvenir conlleva riesgos y oportunidades. La educación debe preparar para asumir riesgos analizando consecuencias reales. Con la inteligencia debe poder discernir lo que está bien y mal y con la voluntad poder dirigirse en la dirección que su inteligencia le señala. Si el ir a la escuela genera temor hay que aumentar la confianza. La mayor parte de los temores que nos frustran son cataclismos imaginarios, son barreras que nos inventamos. Nos da miedo decidir y decir lo que pensamos. Así acabamos aceptando lo que no queremos y haciendo lo que otros decidieron por nosotros.

Urge fortalecer en nuestras familias el sentido de la autonomía para que cada uno asuma el control de su vida y aproveche sus capacidades. A nosotros nos cuesta delegar poder y responsabilidad, conservando respeto y autoridad. A nuestros alumnos hay que ayudarles a crecer con la convicción de que el alumno debe superar al maestro. La autonomía no es hacer lo que uno quiere, sino lo que uno debe y es conveniente dentro de los límites fijados. Nuestro mayor yerro es la sobreprotección. El hacerles a los hijos las tareas del colegio convirtiéndolos en incapaces.

Nuestra escuela es anárquica porque nunca precisamos reglas. Ni tenemos claros los objetivos y las metas que se persiguen. La aceptación de reglas, límites y prohibiciones es una condición esencial para la convivencia futura. Desde los primeros años el niño tiene que aprender a respetar los límites, luego las normas y leyes para aceptar las restricciones y prohibiciones de la vida cívica. El error es una fuente de aprendizaje, los errores no se castigan, se corrigen. Transgredir lo prohibido es una falta y exige sanción. Nosotros vivimos quejándonos de tener ciudades donde todo el mundo arroja la basura y nadie respeta lo que la autoridad ordena. Sin embargo, no nos damos cuenta que estas negligencias anidan en la escuela.

Hay que procurar comunidades de respeto entre unos y otros. Esencial es el reconocimiento del otro. El educador y el educando deben comprender y compartir que son seres humanos en proceso permanente de crecimiento, desarrollo y aprendizaje. Es importante reconocer que cada ser humano es único e irrepetible, con características innatas y vivencias y experiencias propias. La educación debe procurar que el niño logre aceptar las diferencias y maneje serenamente la confrontación con los demás.

Hay que vivir el sentido del bien común. La calidad de la vida social depende del espíritu de servicio y de cooperación de cada uno. La solidaridad la aprende el alumno a través del ejemplo. En cuanto a la organización social, hay que hacer comprender a los niños que cada cuerpo social tiene un papel al servicio del hombre y que ellos tienen un rol en cada grupo, empezando por la familia, más adelante el colegio, la comunidad, la ciudad, el país y el mundo. El bien común es el bien de todos, la armonía social, la sintonía de corazones y la felicidad de todos.

La educación en el trabajo es como una oportunidad que confiere sentido a la vida. Conviene que el niño comprenda muy pronto el valor de tener un oficio. El sentido del ahorro y el costo del dinero de tal manera que aprecie su aporte a los demás y aprenda a sentirse satisfecho y productivo. El proceso de aprendizaje es su primer trabajo, el estudiante aprende a responsabilizarse y a ser autónomo a lo largo de su formación escolar. Es necesario que aprecie la necesidad de ahorrar energía y agua que son escasos. Son aspectos que requieren esfuerzo y compromiso. Todo trabajo permite cuantificar resultados. Es más rico educativamente que un niño plante un algarrobo lo cuide y lo vea crecer. Que pierda el tiempo dibujando un algarrobo en la pizarra o pegando láminas, en apariencia, instructivas distanciadas de la realidad. La escuela que hace es mucho más intensa y emocionadamente humana que la escuela que dice y no engrana en su actuar con lo que predica.

No existe una educación eficaz que no tenga como soporte la amistad y el amor verdadero que son la base de una sana convivencia. Amar es dar todo y darse uno mismo. El niño en la vida social descubre al otro, aprende a aceptarlo, a reconocerlo y a quererlo. El niño aprende a dar y darse y descubre que esto produce una dicha superior a la de recibir. En el proceso educativo se debe abordar el tema del amor hombre-mujer antes de la adolescencia, para que el joven asuma responsablemente las implicaciones de esas relaciones. Es inherente al ser humano amarse a sí mismo para poder extender su amor a los demás.

La formación espiritual es fundamental. Las grandes interrogantes sobre la muerte, la eternidad, la creación, el origen del hombre y la espiritualidad son esenciales en la formación de un joven.
Los niños requieren respuestas a estos interrogantes y los padres y educadores tienen que tener una posición coherente sobre todos estos temas acordes con su cultura y su entorno. Es importante que los niños y los jóvenes tengan sus personales experiencias religiosas. El entender que existen distintas religiones, distintas culturas, comprender su forma de ver la vida, sus motivaciones y creencias y cómo afecta su ubicación espiritual sus actitudes y comportamientos. Una educación que se preocupe por nutrir diligentemente el cuerpo, la mente y el espíritu es un buen cimiento de futuro.

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