jueves, 24 de diciembre de 2009

CINCO COSAS QUE NO HAY QUE DEJAR DE HACER


Por: Miguel Godos Curay

El otro día nos reunimos los profesores de la Facultad de Educación de la UNP con motivo de la navidad. El gesto fue simpático y noble. Construimos con mucha espontaneidad un espacio compartido. Lo que no pudimos alcanzar en medio del fuego cruzado de dicterios y zamba canuta todo el año. La ocasión fue propicia para evocar que la tarea más improductiva en la que puede perder el tiempo un ser humano es la de escupir al techo. Otro de nuestros extravíos es el pensar que los cargos hacen a las personas. Y creer que la gimnasia burocrática sostiene la calidad en un centro de formación académica. No es así.
Primer consejo. En realidad nos hace bien reconocer lo que somos y no creernos lo que no somos. En buen castellano. Un diploma como una licencia para conducir un auto no es garantía contra todo tipo de percances en la carretera. O que el conductor recurra a la inmoralidad de una coima para evitar una sanción policial. O que este conductor se pase la luz roja todas las veces que quiera o pise el acelerador cada vez que se le ocurra sin medir los riesgos.

Un segundo consejo
. Hay que entender que una meta no es un fin en si mismo y que una aspiración enorme es una suma de logros pequeños y mucho esfuerzo. No se puede cosechar lo que no se siembra. No existe tampoco la posibilidad de una doble vida. Por un lado la vida familiar y por otro la vida profesional. No somos lenguados de doble cara. Se puede “profesionalmente” integrar a una familia o cimentar una familia en el espacio de actuación profesional. Indudablemente que en todos los casos se requieren condiciones imprescindibles en las personas como la sinceridad, la tolerancia, la libertad y el respeto a todos.

El tercer consejo. Hay logros visibles con metas invisibles. Muchos tienen capacidad de vislumbrar futuro otros sencillamente no tienen esa capacidad y el único horizonte que tienen es la contemplación de su ombligo. Hay personas que tienen olfato para el éxito. Otros sencillamente sólo huelen fracaso. Sólo mudan de aspiración cuando un terremoto interior los deja sin piso pues su vida es hacer más de lo mismo. Cuando abandonan la rutina mueren inexplicablemente. No refrescan sus ideales y aspiraciones. No tienen sueños porque permanecen insomnes codiciando bienes y honras ajenas. Otros son los disminuidos afectivos porque su percepción de sí mismo es lapidariamente descascarada y conmovedoramente indigente.

El cuarto consejo. Ten una certeza personal sobre el sentido de tu vida. ¿Qué es la vida?. Y el entender que los mejores pruebas para evaluar la propia valía son el examen de conciencia y el reconocimiento de todos. Valemos en función de los ojos propios y los ojos de los demás. Nuestra mirada con los propios ojos puede perturbarse por cristales de aumento que sobredimensionan nuestro tamaño o muestran superlativamente algunas realidades más que otras. O lentes para mirar de lejos en los que aparecemos poco difusos. Una mirada limpia nos permite vernos e cuerpo entero y nos da buenos ojos para mirar a los demás. Los ojos pueden ser los espejos del alma pero también las ventanas de nuestras ambiciones.

El quinto. Lo nuestro es el cambio, para vivir hay que cambiar. Nos recuerda nuestra cambiante situación vital y humana. Cambiamos de piel todos los días. La belleza siempre será transitoria y efímera. Y como el camión de Chalaco podemos escribirnos en el pecho esa frase que dice: “Yo también fui último modelo”. Todos fuimos últimos modelos. Alguien me dijo que pocos profesores acuden a las marchas por la homologación en la UNP y otro me dijo “concurren pocos profesores porque se destiñen”. El tinte del pelo con el sudor sobre las sienes discurre irremediablemente. Los tintes como los cosméticos ocultan, recubren pero no cambian en su esencialidad a la personas. Mudamos de piel pero también de ideas. Las ideas obsesivamente perennes son cosas de locos y de locas. Las ideas nuevas, las audacias intelectuales los pensamientos originales refrescan el cerebro. El pensar rejuvenece. El no pensar fosiliza hasta las nobles aspiraciones humanas. Cambiar nos viene bien en navidad.

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