miércoles, 5 de agosto de 2009

LOS TRES DIAS DEL JUGADOR


Por: Miguel Godos Curay

Esta semana que pasó nos sorprendió la noticia de la desaparición de un empresario sechurano al que se temía secuestrado o víctima de delincuentes pues en el momento “en que se lo tragó la tierra” portaba 6 mil soles que había obtenido de un prestamista para un malabar financiero. Grande fue la sorpresa, cuando muy suelto de huesos dijo a la policía –según los diarios- que los tres días de ausencia y angustia para sus familiares los pasó en un casino en donde apostó todo lo que tenía. El colmo resulta que no le quedó ni siquiera una monedita para retornar a su hogar.
El patético caso no es otra cosa que la consecuencia de la ludopatía o ludomanía. Un deseo irreprimible por jugar sin importar las consecuencias y el deseo de abandonar el juego. Psicológicamente se trata de un trastorno de control de los impulsos. Algunos la consideran una adicción, sin estimulante de por medio, que se manifiesta a través de una obsesiva pasión por el juego al extremo de vivir en fantasías en las que se imagina disfrutando ganancias producto de la suerte. Otros síntomas son la irritabilidad asociada al juego, la evasión de los problemas. Un no querer mirar la realidad oronda y lironda. Un afán de recuperar las pérdidas del juego con más juego. Las mentiras frecuentes y una actitud reacia a reconocer ante familiares y cercanos la cantidad de dinero jugado y perdido.
En esta fase el juego se convierte en un hábito hasta perderse el control. El paso siguiente es el refugio en el delito para obtener el billete. Finalmente no le importan sus vínculos familiares y el propio empleo con tal de jugar. En este extremo recurre a terceros para obtener refugio financiero como consecuencia de las pérdidas acumuladas. El ludópata es fácil víctima de los usureros. Se ha dado el caso de apostadores compulsivos que juegan sus propiedades, bienes y hasta la propia esposa.
La pasión irrefrenable y desordenada por el juego provoca un conflicto entre la pasión y la razón. La ley de la mente es la recta razón, mas la del cuerpo es la pasión. Enseña santo Tomás de Aquino que la regla de la razón es como la de un rey: dulce, iluminadora. Más la de la pasión es como la de un déspota: áspera, dura y ciega. El hombre actúa como hombre cuando sigue a la razón; más obra como animal cuando sigue la regla de la pasión. La pasión es rebelde a los consejos de la razón y a los mandatos de la voluntad.
El hombre sin autodominio y autodisciplina es como un bote sin timón y sin remos impulsado por el vaivén de las olas. La falta de voluntad hace a las personas fácilmente influenciables y seducibles. Su incapacidad para decidir es el signo de su irresolución e inestabilidad. En este caso opera una entrega desenfrenada a las imágenes y ensueños de un fantasía exagerada imposible de realizar. Todo jugador sueña que pronto llegará el día de su suerte. Lo que llega finalmente es el infortunio y la ruina.
La ludopatía es alentada por la proliferación de casas de juego con una aparente inocuidad. Lo cierto es que los jugadores compulsivos forman legiones interminables que recorren máquinas tragamonedas, casinos y ruletas. Aunque todos esperan un golpe de suerte para retirarse nunca lo hacen. Otros disfrutan con la porción de angustia que les provoca ver como su dinero tirado al agua se hace nada. Como la emoción acompaña al placer el ludópata se refugia en el tabaco, el alcohol o los ansiolíticos de los que finalmente desarrolla conductas adictivas.
Los ludópatas, que frecuentan diariamente máquinas de juego y casinos pueden ser jóvenes o viejos. Últimamente abundan viejos y viejas lechuceras en pos de emociones. Algunos disfrutan esa sensación de infarto que les provoca el retornar a sus casas sin un cobre en el bolsillo. Otros han encontrado un refugio para el desamor en esa ilusión pervertida de encontrar fortuna a la vuelta de la esquina. El Jugador, novela de Dostoyevski refleja, por ejemplo, la propia adicción de su autor al juego de la ruleta, que inspiró el libro. Dostoyevski lo completó bajo la amenaza terrible del cumplimiento de un plazo para que pagase unas deudas de juego. En la conciencia de todo jugador o jugadora subyace el soterrado sueño de un ganador triturado por el fracaso.

*Jugador que el vicio no deja pierde la cabra y la oveja.

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