sábado, 12 de julio de 2008

EL PARO QUE NECESITAMOS


Por: Miguel Godos Curay

El otro día con motivo del paro no nos quedó otra alternativa que la de caminar a lo largo de la Avenida Grau hasta el centro de la ciudad. Realmente Piura tiene otro rostro sin combis ruidosas y sin mototaxis que crispan los nervios. Aunque nuestra principal arteria luce obras inconclusas en diversos tramos y los anuncios publicitarios invaden sus áreas verdes nuestra ciudad tiene sus encantos y merece un trato mejor.

Los paros desangran nuestra economía y si tienen alguna utilidad práctica, es la de ayudarnos a descubrir nuestra perdida tranquilidad. Por eso deberíamos pedir a la CGTP nos programe un calendario de merecido silencio, de higiene auditiva y de caminatas saludables para esos cuerpos regordetes vencidos por la celulitis y la obesidad. Grandes y chicos podrían transitar con su bicicleta sin ese riesgo desembozado de las bestias motorizadas. Los devotos podrían incluir en su trote al santo de su devoción. Los rabiosos un cartel silencioso de protesta. Niños y adultos, libros en mano, podrían apoderarse de los parques gratificados por esa ausencia de ruido por lo menos una vez al mes.

Estos días sin contaminación podrían ser también convocatorias a un aseo público gigantesco pues la ciudad esta sitiada por los desperdicios, el desmonte y la ocupación indebida de la vía pública. El Municipio podría encargar al Secom reclutar pandilleros para limpiar sardineles y plantar árboles. Una preocupación que nos acompañó por todo el recorrido fue la siguiente: ¿Por qué una ciudad tan hermosa se ha tornado fea e inmunda? ¿Cuál ese el origen de nuestra irreverencia al ornato y esa práctica tan inhumana de abandonar basura por todos los rincones?.

Tenemos un descarado afecto por el moho y la suciedad que se traslada a las propias conciencias de quienes nos gobiernan. Justificar lo injustificable. El actuar poco transparente de quienes conducen la cosa pública. Al que se suma la indiferencia ciudadana que deja que todo pase sin posibilidad de reacción. Son un mal terrible. Como diría san Bernardino de Siena (1380-1444) nos hemos llenado de “mulos” que dan coces morales y no nos hemos dado cuenta.

Muchas veces hemos creído lo que decía Pascal: “Quien sube sobre los hombros de otro ve más lejos aunque se más pequeño”. No hay razón, por eso, para que los herederos del Almirante Grau un símbolo de grandeza humana, y cívica insuperable se sientan tan despojados de energía moral. Hemos convertido a Grau en el nombre de una avenida, un club social y un estadio. Y nuestra gratitud en una ofrenda floral para el aparente ritual patriótico. El ejemplo esencial lo hemos colocado como la carreta delante de los caballos. Lo peor es que no nos hemos dada cuenta.

Hemos perdido esa pasión piurana que enseñó a nuestros abuelos no sólo a desear lo mejor para esta tierra tan ubérrima sino esa pasión por amarla y conocerla recorriendo su geografía. Necesitamos levantar a Piura por encima de sus fracasos y de los escombros de la inmoralidad de quienes se mueven por los resortes de su interés propio y no por el bien de todos. Necesitamos recalentar en ese sol tan nuestro y tan piurano -que arde como el fuego- las grandes ideas de progreso y desarrollo pero también los grandes ejemplos.

Hemos dejado atrás nuestra actitud de abejas laboriosas de una colmena de prosperidad y trabajo para convertirnos en moscas volubles de letrina. A lo bueno hemos opuesto con frialdad lo malo. A la inteligencia la insensatez. A la decencia la indecencia, Y nos hemos engañado pensando que vamos bien cuando realmente de lo mal que estamos nos superan con creces nuestros vecinos Chiclayo y Trujillo. Necesitamos por eso un “paro” definitivo para los caprichos. Para esa cortedad de horizontes y de metas. En realidad no necesitamos metas demasiado distantes que de tanto mirarlas resulten inalcanzables sino recuperar esa ilusión por una Piura digna en donde los niños puedan sonreír.

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