sábado, 22 de noviembre de 2014

UNA BIBLIOTECA UNIVERSITARIA

Por: Miguel Godos Curay

Una biblioteca concurrida con multiplicidad de horarios es una catedral viva del conocimiento. Ahí viven y disfrutan los estudiantes con ambientes adecuados para el estudio. Los empleados cooperan con todos ellos para hacer el mejor uso de los libros y colecciones. La biblioteca necesita silencio, ventilación y adecuada iluminación para los que estudian. Ahí la vida universitaria transcurre apacible como parte de la vieja tradición intelectual de occidente.

Los ordenadores, la pc y laptop son valiosas herramientas pero no son sustitutos de los libros. Los libros tienen vida propia, son maestros que hablan directamente a las inteligencias y sin intermediarios. Los buenos maestros aman los libros y los comparten. Los estudiosos los fichan en busca de sus significaciones profundas. Los indiferentes  los tratan como carga pesada para regocijo de sus sobacos. No los abren. No los leen y cuando los hurtan los venden en los mercados.
Pero hay también esos acopiadores de libros que nunca leen y sólo los adquieren para satisfacer su egolatría y vanidad. Como no leen no están enterados de lo que dicen sumergidos en una pereza intelectual plagada de bostezos y presunciones. Tampoco permiten que otros  lean y los libros sufren en su soledad a la espera de lectores adoptivos que los usen y los amen. Son coleccionistas de autores nunca leídos, alcanforados y con los bolsillos llenos de naftalina. Los conoceréis por sus  uñas largas para levantar en un santiamén un libro que los tienta. Otros los piden, porque a su labia y entender, les hace tanta falta. Estos son ratas de biblioteca disfrazadas con cuello y corbata. Son una amenaza para las universidades.  Hablan mucho de los libros que tienen pero nunca de los conocimientos que han aprendido.
La universidad tiene que leer a cada instante y motivar a los alumnos para que lean. Si los docentes no leen la misma actitud asumirán los estudiantes. Arrastrados por sus celulares y el síncope de la comunicación por Facebook. Ahí en donde hay mala ortografía se practica poca lectura. La universidad en todas sus acciones tiene que ser consecuente con su prédica. No tendría sentido una universidad ecológica en la que los estudiantes  se movilizan en buses y autos que contaminan cuando bien podrían utilizar las bicicletas. En Asia y Europa la bicicleta es el ejercicio saludable de los jóvenes universitarios.
Aquí la comodidad y el facilismo abultan el vientre obeso y las ancas pronunicadas de los que se resisten a caminar y a usar la bicicleta. La universidad y la bicicleta son amigas, se complementan porque están hechas para la vida sana y saludable. Una universidad que valora sus áreas verdes, las cuida, las preserva y las mantiene. No las destruye, la naturaleza no se condice con el cemento que ni siquiera permite respirar a la tierra. Los árboles oxigenan a los cerebros que piensan, atraen a las aves migratorias que anidan en sus ramas. En los espacios verdes no se regodean las aves y los reptiles. Newton intuitivamente descubrió la teoría de la gravedad al  caer una manzana cuando reposaba en un jardín.
La universidad es orden y se opone al desorden y al caos. A perder el tiempo con vicios inconfesables, la timba y el vaho de la marihuana. Ahí donde permitimos que los malos y deshonestos aniden abrimos las puertas para el desaliento y el fracaso de los que destruyen el mobiliario porque  los estúpidos creen que los bienes del Estado no se cuidan. Tras el desplome del estado de bienestar en Europa sabemos que todo tiene un costo y la peor consecuencia de tener estudiantes mediocres es la de incorporar al paisaje de la vida académica a los desmejorados y a quienes ingresaron a la universidad  como remedio consuelo proyectando la imagen de un academia que convive con los de cerebro desnutrido y que de alguna forma u otra parasitan las aulas de manera insoportable.
La universidad tampoco puede acoger a todos. Y las universidades que acogen a los no ingresantes de las universidades públicas funcionan más con el objetivo de un negocio altamente rentable en donde  los clientes  no soportan la exigencia del estudio y el esfuerzo. A largo plazo esa negligente actitud tiene un costo social enorme. Algo así como entregar brevetes de conductor a quienes no conocen las elementales normas de tránsito y pueden atropellar a la propia sociedad con sus ex acciones. Un universitario requiere una formación integral que se exprese en el dominio de idiomas y en los buenos modales que lo instalan sin frustración en una sociedad que demanda de ellos con denuedo. Una universidad de resentidos que ejercitan la crítica desde el rincón de las ánimas no sirve nada. No puede exigir democracia el que no la práctica. No pueden pedir decencia los corruptos, los favorecidos, los que medran y los lameculos. Definitivamente no. La universidad requiere inteligencias y espíritus sensibles a todas las expresiones de la cultura y el arte. La universidad no puede preciarse de inteligencias cerradas al arte y la belleza. La universidad no puede preciarse de inteligencias cerradas al arte y la belleza. A los obtusos y cacasenos.

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