Miguel Godos sostiene que el periodismo y la universidad son lo que no son |
Función
propia de la universidad es la producción intelectual. Una universidad sin libros
es como un árbol sin hojas. Los libros son
como las monedas en la sociedad del conocimiento. En dónde vale más el que sabe más no el que
tiene más. Y a partir del extraordinario valor de las ideas se construye la arquitectura
del pensamiento y la genuina acreditación como proceso sostenible. Una
universidad con alumnos y docentes que leen, piensan y escriben es superior a
otra de iletrados prendados del facilismo y de la engañifa de un título inmerecido. Un
docente que no lee hace mucho tiempo se convirtió en un fósil intelectual en un bueno para nada. En
cambio el que lee está en la cresta de la ola. Sabe debatir sin apariencias y
pensar con originalidad sus propuestas.
La acumulación de títulos es como el cascabel que suena mucho pero que no aporta
soluciones. Es decoración más que realización. Es algo así como pretender
explicar la pobreza en la pizarra sin la posibilidad de asomarse a la realidad
oronda y lironda. Es presumir de bomberos con mangueras de aire. O pretender
conocer la fisiología humana con modelos de jebe. Bienaventurado el jebe que
aparenta y engaña. No se conocen los secretos de la anatomía sino te adentras
con el escalpelo en los insondables misterios de la naturaleza humana. La
ciencia no tiene ni hora calendario.
En Europa y en Asia los laboratorios de
las universidades permanecen abiertos todos los días porque ahí están los
científicos y los estudiantes investigadores. No son buenos los laboratorios
sometidos al modo de ser burocrático de las instituciones. Permanecen cerrados
porque nadie quiere entrar a encontrarse con la ciencia y se quieren salir para
prolongar el recreo. Algo así como tener instrumentos musicales y no usarlos en
la interpretación como paso previo a la creación. Si las universidades
permanecen sucias es porque nadie les
enseñó el arte de la higiene y el aseo. Aquí no funciona ni el orden ni el
concierto. Es el mundo del desconcierto en el que los subordinados hacen lo que
quieren, Más de lo mismo apoltronados y ganados por las malas prácticas.
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