sábado, 9 de junio de 2012


Para los pesimistas predomina el mal al que buscan
 inconsolablemente.

OPTIMISMO Y PESIMISMO A LA PIURANA


Por: Miguel Godos Curay

Los pesimistas voluntariosos aquellos que sostienen que en el mundo predomina el mal y se afirman en la imposibilidad de perfeccionar el mundo no son esencialmente malos. Sucede que al desajustárseles el tornillo del sentido común. Sólo ven el mal y lo buscan a toda costa en donde su aguda capacidad de sospecha les indica que lo pueden olfatear. Así se convierten en huaqueros de soterradas emociones interiores en donde les brota un aparente afán de justicia. En el fondo su contagioso pesimismo se convierte en una desgarradora insatisfacción que les acompaña toda la vida. El colmo del pesimismo exacerbado es el escepticismo y finalmente el cinismo.

No se trata de un café amargo cotidiano sino de una terrible busca de todo aquello que a su criterio les parece torcido. Y por ello mueren y sufren. En Piura bien podemos hablar de optimistas y pesimistas. Optimistas los que piensan que se pueden hacer mejor las cosas y pesimistas los que creen con vehemencia que Piura no mejora sino empeora. Por ello administran desgracias, opresiones, culpas, ignorancia, rabia, desconcierto, desaliento, frustraciones, amenazas, ansiedad, indignación, impaciencia y amargura. Y el resultado de este puré insoportable no puede ser otro que el desánimo. El desaliento. Esa sensación de impotencia que mina los esfuerzos de mejora personales.

Piura tiene enormes potencialidades que no son otra cosa que acontecimientos provistos de futuro. Piura tiene futuro. Pero este futuro es una construcción en la que tienen que involucrarse el Estado, el sector empresarial y la sociedad civil que somos todos. Los esfuerzos individuales son iniciativas que al replicarse se convierten en un valioso capital sinérgico que hace visibles y profundos cambios en la sociedad. Si cada uno de los piuranos como tributo a la tierra en la que nacieron plantaran un algarrobo frente a su casa. Una brisa fresca sería como una amable caricia de la tarde. Piura tiene un millón 800 mil habitantes. Si la mitad de los piuranos plantara un árbol. Piura no necesitaría ventiladores.

Iniciativas tan sencillas nos asomarían al cambio. Si los vehículos del sector público movilizaran diariamente a estudiantes a la escuela sentiríamos que el Estado no está ausente. Nos hemos acostumbrado al uso de los bienes del Estado como si fueran una prenda onerosa para provecho propio. Mucho podríamos conseguir si fuéramos solidarios y humanos. Nos parece irracional, por ejemplo, que las salas de cine durante la semana sirvan para el solaz de cuatro gatos. Cuando a precios económicos, muchos podrían disfrutar de una buena película. El cine también alivia frustraciones.

Piura ha crecido gracias a las dinámicas del crecimiento poblacional y la migración. Sin embargo, el territorio que debería ser un espacio de inclusión se convierte en espacio de exclusión. El piurano distingue la “urba” del “asentamiento humano”, “el pueblo joven”, “la barriada” y “la invasión”. También hay distingos entre la escuela pública y la privada. En donde con erróneo criterio se afirma que “privado” es bueno y “público” es malo. En verdad no todo lo privado es bueno ni todo lo público es malo.

Recientemente el Gobierno Regional anunció los estudios para el “Parque Científico y Tecnológico” que permitirá que los emprendimientos y la inversión tengan un espacio seguro para convertirse en fuentes de empleo y engranajes del desarrollo. La iniciativa es plausible y merece el compromiso de las universidades, empresarios e inversionistas. Sin embargo, esperamos que no suceda lo mismo que con la Zona Industrial de Piura convertida en un consentido puterío gigantesco con establecimientos dedicados al aparente servicio de relax y expendio de alcohol. Si eso sucede con la denominada zona industrial corresponde a la municipalidad exigir el cumplimiento estricto del plan de desarrollo urbano de la ciudad.

Basta un recorrido nocturno por este sector para darnos cuenta que la papa caliente está en el corazón económico de Piura y que los regidores no hacen absolutamente nada por el desarrollo y seguridad en la ciudad. Los optimistas creemos que nada impide a la comuna que se esfuerce por cambiar el rostro de Piura. Para los pesimistas de siempre los regidores amarran la chiva, cobran dieta y bien gracias. A ellos corresponde con firmeza ocuparse de los problemas de Piura. Caso contrario el pesimismo, aquel señor que cuando aparece siembra el desaliento, sentará sus reales entre nosotros.

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