sábado, 16 de junio de 2012

José y el niño Jesús
IMÁGENES DE PAPA

Por: Miguel Godos Curay

Invocan los católicos a San José “nuestro padre y señor”. José fue el padre putativo de Jesús y según consta en la historia sagrada fue un señor de luenga barba y manos encallecidas. La docilidad de José no anidó nunca la desconfianza. Su fidelidad a María fue extraordinariamente ejemplar. Educó al niño Jesús para el trabajo en su taller de carpintero. José fue un hombre casto. Un ejemplo proverbial de pureza. Yo lo recuerdo en uno de los altares laterales de la antigua Iglesia de la Merced con un lirio blanco en la mano y sus ojos vidriosos. Un padre es un héroe con nombre propio para sus hijos. Miguel Grau peregrinó hasta Valparaíso para recoger los despojos de su padre don Juan Manuel Grau Berrio. Juan Manuel Grau, un siete oficios impenitente, llenó los callejones de Piura con aventuras que quedaron registradas en la numerosa prole en los cuatro extremos de la ciudad. Lo que no fue motivo para que sus hijos dejaran de venerarlo.

Padre llamaban los estudiantes a don Jesús Santos García el inolvidable cura filatelista y profesor de religión en el Colegio San Miguel en la narrativa inolvidable de Mario Vargas Llosa. La jaculatoria milagrosa para aprobar el curso de religión decía: “Jesús, José y María que viva el padre García”. Y problema resuelto. Cura memorable fue don Lucio Marcaaide, muerto de infarto celebrando misa en la iglesia matriz de Paita. De él me legaron algunos libros de filosofía en donde encontré algunas anotaciones en menuda caligrafía. Padre también le llaman al doctor Eduardo Palacios Morey los feligreses de Talara. También a Jorge Dedios Morán párroco de Las Lomas.

Tengo en mi memoria la presencia fugaz de mis abuelos José de la Rosa Godos y Miguel Curay. Mi abuelo José se santiguaba a las doce del día y seis de la tarde religiosamente y donde estuviese. Entonces se detenía y se sacaba el sombre de paño gris. En navidad y año nuevo se remangaba sus camisas largas para amasar con arte la masa del pastel de fuente conforme a una fórmula transmitida de boca a oreja por su padre. Mi abuelo Miguel partió poco antes de que yo naciera. Pero la foto que se conserva en su lápida recuerda que fue un hombre dedicado al comercio y a afortunadas andanzas.

Junto a ellos recuerdo a muchos papás. A don Félix Flores, un fotógrafo que con admirable lealtad dedicó su vida a su familia y a cumplir con la palabra de Dios. A don Darío Miranda un peluquero amable que siempre nos maravilló por su sentido del orden para los turnos y su conversación sobre los acontecimientos cotidianos. A don Moisés Farfán un pulcro maestro de capilla con voz sonora que para calentar en los momentos previos de los solemnes oficios religiosos interpretaba fragmentos de los clásicos. Hay en todos ellos una devoción por el trabajo como herramienta digna para el progreso humano. Aquí está la impronta del trabajo bien hecho.

Engelberto Ramírez era un pintor virtuoso que para resolver sus urgencias económicas pintaba noche y día rodeado de sus discípulos. Entonces los lienzos se llenaban de rostros iluminados con espátulas y pinceles. Todo lo que quería o necesitaba lo conseguía con sus cuadros y para ello derrochaba energía. Se marchó cuando mucho se esperaba de él. Sus hijos prosiguen con su entusiasta tarea creadora. Otro artista apasionado es Oscar Aquino, artista sencillo, bueno como el pan. Oscar abre los ojos de sus alumnos del Colegio San Miguel al arte, la belleza y la creatividad y pese a las dificultades y a la adversidad su desinteresado servicio por el arte no tiene límites.

Luis Córdova Rumiche es el papá de “Piajeno”. Lucho crea con su calenturienta imaginación y habla por la boca de su hijo de lo que diariamente acontece en Piura. Piajeno tiene la rara virtud piurana de decir mucho con pocas palabras. Mientras unos despulgan sus desazones con rabia y pesimismo. Piajeno lo hace con fino humor. Su eficacia comunicativa es arrolladora en Piura.

Don Félix Montúfar, fue un maestro de prédica y firmeza invariable. En Paita dejó huella. Mi padre fue un hombre de trabajo que dejó un impecable ejemplo. Su gran preocupación fue la educación de sus hijos. Una de sus advertencias repetía que si uno no se educa se vuelve un carcamán, una persona de muchas pretensiones y poco mérito. En otras ocasiones mostraba su repugnancia por los autoritarismos. La última vez que pude conversar con él me recordó que en la vida lo más importante es que una persona sea íntegra, firme y leal con sus propias convicciones. Lo demás es siempre lo de menos. Y tenía razón.

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