domingo, 5 de febrero de 2012

CLUB GRAU: SIMBOLO DE PIURA


Por: Miguel Godos Curay

El Club Grau es símbolo de Piura y uno de los pocos rincones en los que aún pervive la piuranidad. Un rincón nutrido de entrañable amistad en donde los piuranos se reúnen para celebrar con alegría sus sueños y aspiraciones colectivas. Lo que no significa que con algunas cervecitas heladas de más, el club, renuncie a ser el preferido mentidero solaz. No hay otro lugar en el que se practique la democracia provinciana con un optimismo tan fresco y sonoro como aquí. No hay otro lugar en la que se mantenga indeleble la presencia de los piuranos que dejaron huella como aquí. Basta con recorrer la biblioteca en la que se exhiben las efigies de tantos personajes memorables: Albán, Arboleda, Artadi, Artaza, Alberdi, Bolognesi, Burneo, Calderón, Elías, Gulman, Hilbck, Leigh, León , López Albújar, Palma, Ramos, Romero, Rosas, Temple, Vega, Velasco, entre muchos otros. No hay un rincón de Piura en el que se sienta tanto fervor humano por Grau.

En los muros del Club Grau palpita la piuranidad. “La cena de Emaús”, un óleo de Ignacio Merino, que es posible contemplar cara a cara, ahí, es motivo suficiente para sentir la intensa emoción del artista y la energía superior que dio vida a sus pinceles. Este privilegio mayúsculo lo tienen los socios. Los que practican el deporte, los que se remojan en sus piscinas, los que acuden al llamado de la gallada. Todos saben que es un santuario de amistad, de alegría, de intimidad y de tradición norteña.

Personalmente en sus ambientes conocimos en una de sus facetas periodísticas a Mario Vargas Llosa y nos nutrimos de la historia peruana aún inédita sobre los orígenes del tondero y la marinera en la amena conversación con Juan José Vega y Alicia Maguiña. Particularmente, el Club Grau está ligado a memorables buenos amigos como Manuel Dammert que en su cocina preparó un sudado de mero decorado con uvas verdes, yucas, zarandajas y ají limo. Del platillo piurano dieron cuenta Anne Marie Hocquenghem, Teresa Documet, Isabel Ramos, Cristóbal Campana, Pancho Ginocchio entre otros inolvidables amigos. Puedo dar fe que entre los cebiches deliciosos de Piura están los del Club cuyos concesionarios han sabido mantener, con el honor a tope, su prestigio culinario.

En el Club Grau, sépanlo todos, se inauguró la Universidad Nacional de Piura hace 51 años. Ahí en sus canchas transcurrieron también las tardes soporíferas de tenis de los primeros profesores de la Universidad de Piura. No hay piurano cuya vida no tenga un jalón del Club Grau. Uno de los testimonios inolvidables que escuché fue el de Rafael Otero López, quien refiere que cuando aun no se habían erigido las modernas instalaciones, este rinconcito de Piura, era un tupido algarrobal entre los arenales. Confiesa don Rafael que descansando bajo la sombra umbría de algarrobos verdes surgió en su mente ese vals tan piurano, tan rico en tradición y leyenda que a los hijos lejos del lar les humedece los ojos: “Mis algarrobos”.

Por aquel entonces Otero López, un churre que transitaba a la adolescencia, reposando sobre la arena fresca contemplaba con admiración esa inaudita agilidad de lagartijas y capazos. Ese esplendor verde de las copas frondosas. Esa prodigalidad amorosa de los chilalos construyendo su nido. Cerca muy cerca estaba la estación del ferrocarril. De ahí surgió esta constatación tan nuestra que dice: “Piura solo tiene dos estaciones: el verano y la estación del ferrocarril”. Todo ese cúmulo de intensa piuranidad es el Club Grau.

Apunte: El escritor Enrique López Albujar, fue presidente del Club Grau de Piura.

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