martes, 14 de febrero de 2012

DEL AMOR Y EL RECONCOMIO


Por: Miguel Godos Curay

El dueño de la Ford roja se estacionó a un costado del grifo. Compró una gaseosa helada y la bebió hasta acabarla. Después arrojó la botella sin importarle el depósito para desperdicios. Sacó su celular, marcó un número, eructó como una bestia y habló durante algunos minutos. Se colocó detrás de su camioneta y meó la llanta sin percatarse de los servicios higiénicos. Que sujeto tan ordinario. No es un señor con camioneta sino una camioneta con un energúmeno a cuestas. “Ese huevón debe ser narco o minero” dijeron los griferos. Quien vive al margen de la ley no respeta las normas elementales. Carece de amor por su entorno y por la naturaleza. El amor es una emanación humana diferente. Es una forma de amar el mundo a través de quien se ama. Se ama a la patria, el rincón en que uno vive, a la mascota favorita o a los libros por el placer que provoca la lectura. Se disfruta la grata compañía.

El amor entraña pasión. Tomás de Aquino distingue entre el amor benevolente o de amistad y el amor concupiscente que es el amor del ser bueno. El que ama con amor de amistad quiere el bien para la persona que ama. El amor concupiscente aprehende el objeto de su amor. La unión amorosa establece, por eso, una triple relación. La primera es de causa, la segunda de esencia y la tercera de efecto. La unión física de amante y amado se logra en este extremo. Advierte Aquino, citando a Aristófanes, que los amantes desean fundirse en un uno indisoluble. Lo que en la práctica resulta imposible por lo que finalmente optan por vivir, hablar y crecer juntos.

El amor es un inagotable motivo cinematográfico y literario. Vargas Llosa recuerda que el primer contacto con Madame Bovary de Flaubert lo tuvo en Piura en donde una noche de verano ardiente de 1952 en un cinema recién inaugurado en la Plaza de Armas de Piura. Aparecía James Mason encarnando a Flaubert, Rodolphe Boulanger era el espigado Luis Jourdan y Emma Bovary tomaba forma en los gestos y movimientos de de Jennifer Jones, recuerda el escritor. Hay amores tristes y desgarradores que muestra la pantalla como la versión en el celuloide de Romeo y Julieta o Love Story.

Hablar de amores siempre ha sido una función de la poesía que penetra en los hondones de la intimidad humana. Los poetas del barroco en el tópico amoroso lindan con el platonismo. Todos analizan el proceso amoroso. La belleza femenina ingresa por los ojos que sucumben ante los encantos de la amada. El enamorado quedaba prendado de esta imagen para siempre. Belleza, idealización, amor y sufrimiento caminan de la mano que los lleva a escribir incendiados versos como este: “ Hay en mi corazón furias y penas/ en él es amor fuego y tirano…” En la lírica el amor no correspondido fue siempre un afán desesperado. Desesperado es el amor de los suicidas. Se trata de un amor abocado a la muerte.

En Piura, reviste excepcionalidad la magia amorosa perpetrada secretamente en plena luna llena y con las artes de la brujería. Quienes la practican se adhieren ciegamente con la seguridad de que un amor para toda la vida bien vale un baño de agua helada en Las Huaringas en donde como ofrenda flotan sobre las aguas algunas prendas íntimas ansiosas de dar cuenta de las apetecidas batallas del amor. Máquina del dolor y del placer.

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