domingo, 5 de junio de 2011

LOS DIALOGOS DE LA DEMOCRACIA


Por: Miguel Godos Curay

Decía el profesor George Vedel, en el Instituto de Estudios Políticos de París que la democracia para respirar y vivir en salud y lozanía requiere cinco diálogos. El primer diálogo corresponde al poder constituyente con el poder constituido. La estructura política se adecua con flexibilidad al cambio y transformación social, sin perder estabilidad. El segundo, entre los gobernantes y gobernados. Si los que gobiernan, los que mandan o dirigen practican la política necia de “oídos sordos” interpretando erróneamente el sentido del “mandar y el obedecer”. Están condenados a una tempestad de conflictos sociales insuperables. Ocurre siempre,quienes hacen uso del poder y los cargos se sienten como régulos en trono. Hacen, deshacen prevaricando con impunidad. Finalmente, acaban en el rasero del infortunio y el señalamiento público.

El tercero diálogo necesario es el que debe existir entre el Parlamento y el Ejecutivo. No es suficiente que el parlamentario resulte un figurón de relumbrón. Mucha popularidad pero con una supina ignorancia de la agenda pública y las leyes. La alfalfa parlamentaria, producto del asambleísmo, es estéril. Traba las decisiones y dilata con atascos las demandas de los pueblos. El cuarto diálogo debe producirse entre la mayoría y la minoría. Según advirtió Manuel Jiménez de Parga, de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas (España) en este diálogo reposa el secreto de la genuina democracia. Si las mayorías no son capaces de escuchar a las minorías en los diversos escenarios de la vida pública sean estos el sindicato, el partido político, la universidad, la corporación profesional, la asociación de padres de familia o el club de madres se traba la posibilidad del entendimiento y la construcción del bien común. El abuso y la violencia legal se instauran de modo intolerante e insoportable. La adulación se convierte en el deporte de los peleles.

El quinto diálogo debe darse siempre entre el Estado y los grupos profesionales, sindicales y asociaciones. Este diálogo resuelve la pugna entre el interés general y los intereses particulares en la búsqueda del bien común. Sin estos diálogos imprescindibles el desarrollo de la sociedad no es posible. El Perú y el los peruanos necesitamos de un diálogo abierto por encima de los desentendimientos políticos y las acentuadas diferencias entre los que más tienen y los que menos tienen. Históricamente muchos peruanos viven marginados y excluidos. Si hay algo que socava a la sociedad peruana es la odiosa diferencia construida entre lo público y privado. Entre el interés económico y el interés colectivo. Se cree erróneamente que lo público es malo. No es así. Lo público se convierte en malo a consecuencia de la corrupción, la ineficiencia, la irresponsabilidad y el abuso.

Otro aspecto importante que acompaña al diálogo es la claridad de objetivos y metas. Señalaba en días pasados el arquitecto Luis Tagle Pizarro, que un defecto en el Plan de Desarrollo Metropolitano de Piura, Castilla y Catacaos es la visión cortoplacista al 2015, a la vuelta de la esquina, y el haber dejado de lado la ubicación geoestratégica de Piura como centro gravitatorio en el eje Irsa Norte y en la Autopista del sol. Pensar Piura sin estos conectores de la cuenca del Pacífico con la del Atlántico y de Perú con el Ecuador. Nos condena a una visión provincial indefinida en la que ignoramos: ¿Qué queremos como futuro de Piura?

La respuesta puede resultar inquietadora. Una ciudad dormitorio en donde sus habitantes ven pasar los beneficios de la inversión y se les hace la boca agua pero no hacen nada por el marasmo de sus actividades. Una ciudad industrial que da valor agregado a los productos de su riqueza, generando empleo intensivo y beneficios para todos. Sumado a todo ello. Una descentralización fiscal efectiva que impida que las grandes empresas instaladas en Piura tributen en Lima sin redistribución justa de beneficios. O una metropoli ordenada en donde el desarrollo no sea impulso el capital especulativo sino producto de la apropiación de sus ciudadanos creando oportunidades para que los más jóvenes no se vayan. La otra posibilidad, advirtió, Tagle Pizarro, es la de que coloquemos una carretilla para la venta de raspadilla o emoliente en el corredor interoceánico. Piura no tiene porque ser una gran barriada en medio del eje.

La democracia exige por ello calidad en la elección. No podemos continuar pensando que el acceso a la propiedad sea por ese asalto a la propiedad llamado “invasión”. Ni pensemos que el progreso llegó por la febril construcción de edificios multifamiliares. Piura, necesita ser una ciudad en donde es posible la armonía. La sintonía perfecta de voluntades ciudadanas que permita obras públicas y gobernantes que se ocupen con entereza de las urgentes demandas ciudadanas.

La depredación del territorio, el botín de unos y el abuso en contra de otros no conduce a nada. Piura no puede ser un tugurio gigante. Una ciudad informal en la que el desorden es el ingrediente de la falta de identidad cívica. Y en donde la pérdida del respeto a nosotros mismos no nos permite vislumbrar el futuro. Dialogar es necesario. No sólo como necesidad humana que cohesiona a la familia. Sino como ejercicio básico en la vida de una ciudad. Una ciudad es también un proyecto posible construido por el consenso de sus habitantes. Una aspiración colectiva que todos asumen porque es parte de su mismicidad.

Una ciudad es como un ser vivo que necesita crecer en salud. La ciudad requiere: autoridad, seguridad y orden. De lo contrario se apoderan de las decisiones más importantes el abuso y el desorden. Con reiteración se ha señalado la incoherencia de proyectos educativos sostenidos en los peregrinos y volátiles ejercicios de planificadores y burócratas. Un proyecto de ciudad no puede ni debe ser un mamotreto de 200 o 500 páginas que nadie lee ni comprende. Bastan con treinta líneas que con claridad expresen lo que todos queremos. No nos compliquemos tanto en forzar razonamientos. Todos queremos una ciudad limpia, segura y amable para todos. Lo que hoy tenemos es un rompecabezas en el que las piezas no encajan. Y en donde están ausentes los principales actores. No se trata solamente de crear condiciones para una vida digna y decorosa. Sino de entender que no hay argumento para seguir coexistiendo con todo aquello que desnaturaliza lo mejor de nuestra vida.
(Foto: Manuel Jiménez de Parga)

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