Una página que reune los artículos periodísticos de Miguel Godos Curay. Siempre con una lectura polémica, fresca y deslumbrante de la realidad.
domingo, 19 de junio de 2011
LOS COBARDES NO ENTRAN A PALACIO
Por: Miguel Godos Curay
Refiere López Albujar que en el patio de la Casona, de la calle Tacna, don Juan Manuel Grau hacía colocar pólvora que encendía con una yesca para ver cual de sus hijos pestañeaba con la detonación. Miguel, el más alegre pero el más bizarro de sus hijos se distinguió siempre por su valentía y arrojo. Antes de cumplir los 10 ya había experimentado las peripecias del naufragio, era fornido e incansable en la natación y el buceo a pulmón. Dicen que podía coger un mazo de cartas y partirlas en dos con sus fuertes manos. Y los tornillos y tuercas oxidados no se resistían a la fuerza poderosa de sus dedos. Quienes lo conocieron dicen que la voz no correspondía a su cuerpo. Pero alegre, leal y consecuente con su palabra. Grau tuvo diez hijos. Y como padre fue realmente un verdadero ejemplo. Sus cartas traslucen su plenitud humana y su nobleza a toda prueba. En política fue limpio y transparente. Virtudes ausentes y extrañas entre quienes se alimentan de la intriga, el chisme y el interés propio. Grau se convirtió en el egregio héroe del mar en el Pacífico y se inmoló consciente de su epónimo sacrificio. Mientras la burguesía corrupta ponía a buen recaudo su fortuna y el país se desangraba. Grau se inmolaba en Angamos. Tenía sólo 45 años. Y nos los sesenta y setenta que le endilgan los estatuarios. Como si la gloria y las buenas virtudes envejecieran a los hombres.
Hace algunas horas, por esa lealtad invariable que existe entre el lector y el encuaderna libros asistí a las exequias de don Abraham Abadie Gómez. Sus deudos, repitieron en el adiós postrero una de sus frases favoritas: “Los cobardes no entran a palacio” y se fue despedido, por mariachis, al son de sus rancheras favoritas. Confieso que en Piura las despedidas son inolvidables. Siempre es bueno expresar los deseos póstumos. Porque es bueno morirse con la elegancia de un buen momento. Los acontecimientos tristes y dolorosos son impropios de una partida como Dios manda.
Escribe Víctor Delfín que en Bellavista, en el Bajo Piura, es una costumbre vieja el comprar el ataúd y guardarlo izado en las trancas de la casa como una encomienda que no parte o dejarlo bajo la cama. Entonces el dueño puede acomodarse en el cuando quiera o lustrarlo con trementina para preservar la madera. Tengo gratísimos recuerdos de Renán Estrada Távara, además de periodista fue cultor de la buena música. Del cancionero romántico y tropical. Fue un hombre bueno, animador de iniciativas, consecuente con causas nobles pero sobretodo incombustible bohemio. Personaje de un tiempo que hoy no existe. Sin él las páginas de un diario eran como dieta de enfermo sin sal y sin pimienta. El añadía al periodismo esa cuota de pasión romántica difícil de volver a encontrar. Y por eso inolvidable.
Otro personaje profundamente humano y ligado al periódico fue Aldo Cango Seminario. Consecuente con sus ideas. Unido a su cámara por eso vínculo indisoluble entre el lente y el ojo que mira. Cango fue personaje en mil y un contiendas. Anecdotario viviente. Aprista hasta el tuétano. Con él el periodismo era una aventura irrepetible y una batalla nunca culminada con la competencia. Cango de la estirpe de los Seminario fue un papá insobornable. Un apasionado por su oficio y por sus hijos.
Otro hombre de fibra fue Luis Antonio Paredes Maceda, cuando el Apra lo proscribió por distinguir a Luis Zegarra Caminatti presidente de Corpiura. Piura lo eligió Presidente Regional. Paredes se ganó la adhesión popular. Lo respetaban sus opositores y sabía ser consecuente con sus amigos. Se fue cuando Piura esperaba mucho de él. Se fue así como ingresó a la actividad pública, sin dinero ni fortuna. A él no se le puede incluir en la lista de los medradores y de los que hicieron del ejercicio público un botín. Paredes pagó con su vida el acoso de la dictadura que lo despojó de seguridad y lo dejó a tiro sin protección. Su vida fue una presencia y ausencia al mismo tiempo. Una estrella fugaz que dejó una indeleble huella. Lo acompañé en la Municipalidad de Piura y como testigo de excepción en la histórica elección presidencial en Tumbes.
Ejemplar, en Piura, fue Godofredo García Baca. Con él debatí mucho sobre la minería en Radio Cutivalú. Posteriormente conduje el histórico debate agro minería en la Plaza de Armas de Tambogrande. Por la minera Manhattan Sechura concurrió Roberto Obradovich y por los agricultores tambograndinos Godofredo García Baca. García Baca tenía una lúcida visión de la agricultura. Manejaba cifras y argumentos. Siendo aprista lo aplaudía y lo respetaba la izquierda. Persuadía, llegaba al corazón del pueblo. Los políticos envidiaban su popularidad. Y ante las tentaciones de una probable candidatura postergaba las simpatías hasta un mejor momento. Con la muerte de García Baca se ensangrentó esta contienda no culminada de las vocaciones productivas de Piura.
En este recuento personal no podría dejar de nombrar a dos personajes inolvidables Carlos Carrasco y Ricardo Castillo, apasionados del periodismo. Empezamos juntos en la Universidad de Piura y aunque escogimos caminos diferentes nunca perdimos ese vínculo humano que no tienen los periodistas que viven de la adulación servil, la inconsecuencia y la sospechosa desconfianza. Ambos sintieron pasión y garra de futbolistas por el periodismo. Y como los buenos cracks desaparecieron de escena cuando sintieron que había que dejar espacio para los nuevos. Pero ahí están en la continuidad genética de quienes los aman con profunda gratitud.
Quiero expresar mi homenaje personal a mi padre y en su nombre a todos aquellos que se esfuerzan en todas las actividades para sobrevivir. El mejor homenaje es la gratitud y el respeto a la edad venerable. No es tiempo para los juicios arteros. Es el designio de la vida y el ciclo está inconcluso. Los hijos se convertirán en padres y más tarde en abuelos. Es el mandato inexorable de la vida. Es la experiencia humana irrepetible. Twain decía consoladoramente que las arrugas señalan el lugar donde hubo sonrisas. Y Pablo Picasso amaba desaforadamente por aquello de que un hombre finalmente tiene la edad de la mujer que ama. ¡Feliz Día Papá!
(Foto: Grau y su primer hijo)
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