sábado, 21 de febrero de 2009

SOBRE PIÑATAS Y ESQUIZOFRENIA


Por: Miguel Godos Curay

El otro día con motivo de la audiencia macro regional de El Comercio advertí, como estaba sucediendo, que el propósito no era convertir a la alcaldesa y al propio presidente regional en piñatas. Lo asumió el propio Trelles Lara, explicando, la inexplicable indiferencia del MEF para pagar la deuda a los maestros con cargo a los fondos del canon Petrolero y el desembolso de los 75 millones de soles necesarios para que la I Etapa del Alto Piura se eche a andar. Don Francisco Miro Quesada Rada para tranquilizar a Trelles, advirtió, no permitiría que le den con palo. Además no debería olvidar que las piñatas traen caramelos y finalmente son la felicidad de los pequeños.

Sucede que los piuranos somos apasionados del golpe duro con palo y de la contemplación gozosa del ombligo. Para nosotros es fácil señalar con el dedo buscando responsables. Difícil es asumir responsabilidades compartidas. Nuestra visión sigue siendo aún diminuta y parroquial. Prueba de ellos son esos afiebrados localismos y esa rivalidad inacabable entre nosotros mismos. Perdemos el tiempo inventándonos conflictos de todo orden. Conflictos sociales, políticos, económicos o conflictos territoriales entre pueblos vecinos que con el venir de los tiempos serán una misma ciudad. A nosotros nos toca de modo alguno la esquizofrenia del territorio. No nos gusta que nos digan la verdad y somos proclives al eufemismo. No nos gusta ser lo que somos.

Nadie explica, por ejemplo, las causas del desorden urbano con el que crecen -como tumor canceroso- nuestras ciudades. Sin preservar el orden elemental, las áreas verdes y el paisaje. Tampoco hemos encontrado fórmulas para detener la contaminación de nuestra extensa faja costera, los ríos y nuestras fuentes de agua. Al mar que es el morir -decía el poeta- van nuestros letales efluentes. No queremos darnos cuenta que estamos alimentando una debacle ecológica inimaginable. Al desolador ritmo con el que andamos es bastante probable que nuestros nietos y tataranietos nunca prueben cebiche. Piura, produce diariamente 200 toneladas de desperdicios y los acumula al borde la pista. El relleno sanitario técnicamente manejado no existe.

Piura es costosa en materia de transporte. Con distancias cortas los taxistas cobran un ojo de la cara pese a que los combustibles bajaron de precio un promedio de 3.70 nuevos soles. El transporte colectivo es chatarra andante. El trato es realmente inhumano. Los cobradores de combi y los taxistas piuranos son procaces y altaneros. Advierto que existen contadas excepciones. En Chiclayo o en Trujillo saltan las diferencias. Lo que no significa que no existan malos ejemplos. En Piura nuestros taxistas se relamen dispuestos a cobrar más al turista que nos visita. Los turistas sobretodo los que portan mochilas o efectos valiosos son víctimas codiciadas de los delincuentes porque cada día nos convertimos en tierra de nadie.

Igual sucede con el ornato. No hay control urbano. En la Sánchez Cerro esquina con Cuzco un negocio de papelería pintado con un estridente bermellón prostibulario a nadie llama la atención. En Loreto 343, el propietario del negocio contiguo, riega con petróleo quemado al único ficus añejo que se mantiene en pie. Nadie lo sanciona por delito ecológico. Las rampas destrozan las veredas y están a la orden del día. Los parches de cemento que colocaron las empresas telefónicas para remplazar el asfalto son hoy zanjas peligrosas para los peatones. Los excesos publicitarios han cambiado nuestra fisonomía urbana sin que nadie preserve el perfil de la ciudad. Antenas, cartelones gigantescos y afiches de fiestas chicha, en todo lugar, son la demostración de un abandono de la ciudad a la que hay que ponerle fin.

Piura se merece otro trato. Es el reclamo compartido por muchos ciudadanos. Nosotros queremos que se hagan mejor las cosas. Y por ello esperamos que el gobierno local y el propio regional sean eficientes en lo que hacen. Nos conmueve por eso cuando regidores y funcionarios se soplan la pluma con la misma facilidad que piuranos grandes y chicos arrojan con desparpajo desperdicios de todo tipo a las calles. Este es un rito cotidiano en el que se expresa la indiferencia y la falta de respeto a nosotros mismos.

Piura tiene menudos problemas pero son dos los que frustran nuestros impulsos de progreso. La educación y la salud. Necesitamos una educación que no sea más de lo mismo y prácticas de salud que incorporen hábitos de aseo en nuestros niños: un lavado de manos, un manejo adecuado del agua de consumo doméstico y respeto a nosotros mismos. La suciedad y el moho no sólo son un caldo de cultivo malsano para todas las enfermedades sino expresión de un abandono de sí mismo que anida en nuestras conciencias. La anomia y ese esperar que otros hagan lo que nosotros tenemos que hacer.
Ilustración: Rosendo Li Rubio

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