sábado, 31 de enero de 2009

¿PRIVADA BUENA O PUBLICA MALA?



Por: Miguel Godos Curay

La diferencia entre privado eficiente y público ineficiente. Es un invento nuestro. En esencia no hay razón para que lo público sea malo. Lo público puede ser y debe ser bueno. Lo que sucede es que las malas prácticas enquistadas se tornan omnipresentes sembrando climas de desconfianza y desencanto en las instituciones. En efecto en cualquier corporación, grande o pequeña, los esfuerzos a favor de la calidad empiezan por aspectos en apariencia intrascendentes como la cortesía, la limpieza, el respeto y la propia identidad.

Soy docente de la UNP pero egresé de la Universidad de Piura. Hace algunos días visité la UDEP para una entrevista con la doctora Rosa Zeta y el emprender el camino de retorno surgieron en el recorrido una serie de inquietadoras comparaciones. Tienen aulas y servicios higiénicos impecables sin que para conservarlos recurran a cámaras de vigilancia. Basta un simple cartelito que dice: “La universidad es tu casa cuídala”.

Aquí a nadie en su sano juicio se le ocurriría colocar video vigilancia en los servicios higiénicos porque las plausibles soluciones aparentes no son soluciones al final. Una de las amables empleadas del servicio de limpieza, me advirtió, que en los baños se muestra la buena educación del hogar. Algo así como la pulcritud personal debida, como el renunciar a tener las uñas largas, negras y sucias. La buena educación nace en la familia y se muestra en la esfera pública. Cuando esta ausente se aprende viendo a otros por imitación

En nuestra universidad hay aulas limpias en varias facultades. Pero tenemos también aulas sucias que nadie cuida porque nadie exige un servicio digno y decente. Las aulas que frecuento en el pabellón de estudios generales se encuentran en insoportable abandono. Los interruptores no funcionan y es imposible utilizar el multimedia. Abundan los fluorescentes quemados y últimamente el ritmo febril de las construcciones aledañas hace imposible una clase como debe ser. A ello sumemos las paredes pintarrajeadas y las carpetas unipersonales apiñadas. Aquí la sustracción de mobiliario está a la orden del día. La UNP no tiene un cerco perimétrico que proteja lo bueno que tiene. El campus desprotegido es tierra de nadie.

Cuando pregunté a un docente en la UDEP: ¿Cuál es el secreto para mantener aulas limpias? Me dijo: Educación, educación y más educación. La educación es respeto a sí mismo. Es lo que sucede con las normas dispuestas para las evaluaciones. En la UDEP el uso del corrector, ese odioso barniz con el que se pintarrajean los pupitres, está prohibido. Su uso da lugar a una descalificación e imposibilidad de efectuar reclamos posteriores. El teléfono celular, ese mortificante adminículo esta prohibido. Un celular podría ser incautado por el vigilante y su propietario conminado a no repetir, el resto de su vida, esa mala práctica de interrumpir impunemente. En los pasillos hay obligación de silencio. Todas estas medidas que se ponderan en los procesos de acreditación no demandan mayor gasto sino el respeto entre las personas. Entre los que enseñan y los que aprenden. Es una norma elemental de convivencia.

Si algo falta a la universidad pública es ese deseo ferviente que las tareas sean asumidas con pasión y con limpieza. Pasión para querer con intensidad lo que se tiene. Pasión por la verdad sin eufemismos. Pasión por el Perú, pasión por Piura, pasión por la cultura y por la tierra, pasión por el cambio radical encima de la convulsión para dar paso a impulsos transformadores que resuelvan nuestros agobios. Pasión insobornable por las cosas bien hechas y limpieza en todos los resultados. Namuche, uno de los jardineros jubilados de la UDEP me confesó su secreto: se riega mejor y se ahorra agua regando muy temprano o avanzada la tarde. Así reverdecen los algarrobos del Campus. Esta práctica es la pertinencia. Acaso no el deseo humano de hacer mejor las cosas.

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