sábado, 24 de enero de 2009

UNA TEORIA SOBRE LA SUCIEDAD


Por: Miguel Godos Curay

Soy un observador insobornable del modo de ser los piuranos a quienes les encantan las acumulaciones de basura, los malos olores, el vivir mal cuando se puede vivir bien. A estos malos hábitos se suman las indeseables acciones corruptas y la anomia frente al festín de los dineros públicos. El colmo está en que para todo ello tenemos una justificación en la punta de la lengua. El regusto por la basura tiene como correlato el regusto por la inmoralidad, el robo descarado, la sinvergüencería de los sietes suelas, las fortunas de un día para otro, el nepotismo, ese deseo inocultable de vivir al margen de la ética, los valores y el respeto a nosotros mismos.

Sólo en Piura las primeras planas de los diarios las ocupan desgracias cotidianas, asesinos, fetos devorados por perros, cereales podridos, renuncias de funcionarios ineptos y nosotros ¡válganos Dios! permanecemos alelados y no reaccionemos. Hay un libro que deberían leer quienes ejercitan y detentan cargos públicos en Piura, advierto que no es una ofensa, el libro se titula: “Los Excrementos y su presencia en las costumbres, usos y creencias de los pueblos”. Este libro escrito por John Gregory Bourke (1843-1906) es un espejo de todo lo que acontece en Piura. Bourke, antropólogo de ascendencia irlandesa, tuvo una educación jesuita e hizo la carrera militar en Westpoint. Pero fue un estudioso de la conducta humana de los pueblos. Un pasmado observador de la basura y la suciedad.

Así por ejemplo, explica, que la basura es “materia” que no está en el lugar apropiado. Todo puede ser aprovechable. También los desechos, transformables y biodegradables. Basta ubicarlos en el lugar adecuado. Así, por ejemplo, los cadáveres cremados pueden a ser parte del suelo que pisamos. En algunas tribus de África, América y Oceanía existía la costumbre de consumir las cenizas de los muertos como parte de un rito para perpetuar el clan pero sobretodo para garantizar la fortaleza de los jóvenes guerreros. De este modo, el excremento (lo último) se convertía en incremento, la debilidad en fuerza y fortaleza.

El mito es recreado en el rito. El esparcir basura es un rito inconsciente de los que abjuran del progreso. Políticamente corresponde al manejo turbio y sucio de la cosa pública. Bourque explica que la costumbre de enterrar los excrementos no corresponde a una media higiénica sino responde al temor, transmitido por los brujos de las tribus, de que podrían ser usados en acciones mágicas en su contra. Los ejercicios adivinatorios de los esquimales se basaban en una atenta lectura de los excrementos. De este modo se podría observar en los desechos la situación de la salud. En el mundo moderno este arte forma parte de la observación clínica del médico. Nuestras abuelas repetían que un remedio efectivo para espantar al diablo era una bacinica de inmundicia. Sobretodo al demonio que acosaba en las tinieblas a las buenas mozas.

Para Bourque la suciedad es cualquier cosa ubicada en un lugar equivocado. En principio en la naturaleza no existe lo sucio fue el hombre moderno quien decidió la conveniente ubicación de la inmundicia. Así como no existe lo sucio tampoco existe lo fétido. Por ejemplo, para los griegos los baños y la gimnasia significaban salud no eliminación de la suciedad. La obsesión por el aseo, por negar el propio olor mediante el uso de cosméticos ha provocado un desequilibrio ecológico de dimensiones planetarias.

El afán por acumular basura en los hogares y en los pueblos no es otra cosa que esa resistencia temerosa al cambio. La basura oculta el temor y la incapacidad de los gobernantes. Es lo que sucede a los pueblos que no tienen cada cosa en su lugar y no saben elegir con responsabilidad a quienes deben gobernar. Quien se deleita con lo sucio que embota los sentidos no tiene capacidad de darse cuenta, así se lo adviertan, del extravío moral de sus acciones. Hay criaturas a las que les cuesta desprenderse de la basura la que coleccionan como evidencia de su pasado infeliz y desgraciado. Son totalmente incapaces de conjeturar su futuro y asumirlo con valentía. ¿Este será el mal que consume nuestros esfuerzos y nos carcome hasta el tuétano? ¿Nos habremos dado cuenta?

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