domingo, 21 de julio de 2013



LAS REDES SOCIALES PRESERVAN  LA DEMOCRACIA
Por: Miguel Godos Curay

La designación de Pilar Freitas como Defensora del Pueblo provocó
un rechazo cívico unánime


La vigorosa reacción de los jóvenes a través de las redes sociales  desató una protesta nacional por la manipulada designación de los integrantes del Tribunal Constitucional, Defensoría del Pueblo y Banco Central de la Reserva. Twitter y Facebook fueron la caja de resonancia contra esta pretensión a todas luces arbitraria y deshonesta. La “repartija” de cupos se convirtió en el caramelo de menta de dos ex congresistas del oficialismo, el ex abogado de Fujimori y el Grupo Colina. Como se dijo en las redes el pasado miércoles se convirtió en el día de la vergüenza nacional. El descrédito obligó al Presidente Humala a pedir a dos de los designados a dar un paso al costado. La súbita presencia mediática del mandatario no hizo sino desencadenar una crisis acompañada por las cartas de renuncia de los magistrados Víctor Mayorga y Francisco Eguiguren, En la frustrada componenda han resultado con yaya el oficialismo, el toledismo, el solapado fujimorismo y el propio Partido Popular Cristiano.

Otro fue el papelón de Pilar Freitas, cuyas cartas intimidatorias a la prensa tuvieron  un efecto boomerang  sobre  su designación al frente de la Defensoría del Pueblo. Por el contrario, una a una, desnudaron sus trapacerías para mantenerse al frente de la Fundación Canevaro. Mañana lunes protagonizaran un plantón en la Plaza San Martín de Lima. Víctor Isla, el presidente del congreso que pretende su reelección en el cargo, ha mostrado también una inaudita falta de olfato político. La presión mediática va a continuar hasta que se elija en estos cargos no sólo a quienes reúnen capacidad profesional sino una conducta pública intachable. La desaprobación pública del Congreso mengua todos los días. Las encuestas señalan que la popularidad de Ollanta y Nadine Heredia se vienen de picada.

Las redes son el nuevo espacio en donde se desliza la política. Esta experiencia ha germinado entre los jóvenes que han entendido que la democratización y la vigilancia ciudadana son un proceso indetenible. Es evidente que hay quienes usan internet como confesionario de sus desazones y paño de lágrimas de sus desconsuelos. Otros muestran sus desencantos con un afán pervertido de notoriedad. Pese a los deslices  de la afectividad sublimada crece el número de ciudadanos que expresan sus opiniones sobre la conducta de los políticos   y no tienen reparos en descalificarlos por su deplorable actuación pública. Sí los políticos verdes y curtidos buscaban congraciarse con algunos sectores de la prensa mermelera resulta bastante complicado ganar la adhesión  de quienes libre y espontáneamente opinan por la red.

En el mundo las tiranías más brutales han sido denunciadas por las redes sociales en todos los idiomas y los tiranos aplastados por las multitudes. La experiencia reciente nos enseña y nos ilustra sobre este fenómeno. El dictador libio Muamar el Gadafi finalmente victimado por una turba fue exhibido como una fiera ultimada  por jóvenes que registraron su hazaña con sus celulares. En el otro extremo  Malala Yousafzai (1997) la estudiante paquistaní y activista de la educación de las niñas fue acribillada por fanáticos talibanes. Sobreviviente del atentado, Malala, hoy candidata al Premio Nobel de la Paz, ha declarado que ni la violencia ni las balas de los talibanes podrán silenciarla. En el mundo millones de niños se han solidarizado con ella. Y la amenaza y el temor han quedado arrinconados. Como señala Ulrich Beck la convicción en la democracia se nutre de la dignidad  humana.

La democracia importa la conquista de derechos  ciudadanos, económicos y sociales. Y la protesta actúa como un resorte de la conciencia ahí donde se vulneran derechos elementales.  Lo que necesitamos es instituciones políticas sólidas y normas claras, sin el atajo de la corrupción y el mangoneo de quienes ejercitan el poder. El país, la región, la provincia y hasta la aldea lejana urgen  del civismo vigilante que madura las decisiones y las inversiones públicas sin el festín mafioso de quienes se enriquecen del erario.  En 1950, sólo 32 naciones merecían el calificativo de democráticas.  Hoy 183 merecen esa consideración. Lawrence Grossman, en su libro “La República Electrónica” realizó un redimensionamiento de la democracia en la era de la información. Una de   sus intuiciones fue el fortalecimiento  ciudadano gracias a la interactividad y uso del correo electrónico, la información e internet. De modo que así como hay ciudadanos que imaginan en Facebook un confesionario hay otros que sin desánimo y sin pigricia construyen democracia.

No hay comentarios: