LAS
REDES SOCIALES PRESERVAN LA DEMOCRACIA
Por:
Miguel Godos Curay
La designación de Pilar Freitas como Defensora del Pueblo provocó un rechazo cívico unánime |
La
vigorosa reacción de los jóvenes a través de las redes sociales desató una protesta nacional por la manipulada
designación de los integrantes del Tribunal Constitucional, Defensoría del
Pueblo y Banco Central de la Reserva. Twitter y Facebook fueron la caja de
resonancia contra esta pretensión a todas luces arbitraria y deshonesta. La
“repartija” de cupos se convirtió en el caramelo de menta de dos ex
congresistas del oficialismo, el ex abogado de Fujimori y el Grupo Colina. Como
se dijo en las redes el pasado miércoles se convirtió en el día de la vergüenza
nacional. El descrédito obligó al Presidente Humala a pedir a dos de los
designados a dar un paso al costado. La súbita presencia mediática del
mandatario no hizo sino desencadenar una crisis acompañada por las cartas de
renuncia de los magistrados Víctor Mayorga y Francisco Eguiguren, En la
frustrada componenda han resultado con yaya el oficialismo, el toledismo, el
solapado fujimorismo y el propio Partido Popular Cristiano.
Otro
fue el papelón de Pilar Freitas, cuyas cartas intimidatorias a la prensa
tuvieron un efecto boomerang sobre
su designación al frente de la Defensoría del Pueblo. Por el contrario,
una a una, desnudaron sus trapacerías para mantenerse al frente de la Fundación
Canevaro. Mañana lunes protagonizaran un plantón en la Plaza San Martín de Lima.
Víctor Isla, el presidente del congreso que pretende su reelección en el cargo,
ha mostrado también una inaudita falta de olfato político. La presión mediática
va a continuar hasta que se elija en estos cargos no sólo a quienes reúnen
capacidad profesional sino una conducta pública intachable. La desaprobación
pública del Congreso mengua todos los días. Las encuestas señalan que la
popularidad de Ollanta y Nadine Heredia se vienen de picada.
Las
redes son el nuevo espacio en donde se desliza la política. Esta experiencia ha
germinado entre los jóvenes que han entendido que la democratización y la
vigilancia ciudadana son un proceso indetenible. Es evidente que hay quienes
usan internet como confesionario de sus desazones y paño de lágrimas de sus
desconsuelos. Otros muestran sus desencantos con un afán pervertido de
notoriedad. Pese a los deslices de la
afectividad sublimada crece el número de ciudadanos que expresan sus opiniones
sobre la conducta de los políticos y no tienen reparos en descalificarlos por su
deplorable actuación pública. Sí los políticos verdes y curtidos buscaban
congraciarse con algunos sectores de la prensa mermelera resulta bastante
complicado ganar la adhesión de quienes
libre y espontáneamente opinan por la red.
En
el mundo las tiranías más brutales han sido denunciadas por las redes sociales
en todos los idiomas y los tiranos aplastados por las multitudes. La
experiencia reciente nos enseña y nos ilustra sobre este fenómeno. El dictador
libio Muamar el Gadafi finalmente victimado por una turba fue exhibido como una
fiera ultimada por jóvenes que
registraron su hazaña con sus celulares. En el otro extremo Malala Yousafzai (1997) la estudiante
paquistaní y activista de la educación de las niñas fue acribillada por
fanáticos talibanes. Sobreviviente del atentado, Malala, hoy candidata al
Premio Nobel de la Paz, ha declarado que ni la violencia ni las balas de los
talibanes podrán silenciarla. En el mundo millones de niños se han solidarizado
con ella. Y la amenaza y el temor han quedado arrinconados. Como señala Ulrich
Beck la convicción en la democracia se nutre de la dignidad humana.
La
democracia importa la conquista de derechos
ciudadanos, económicos y sociales. Y la protesta actúa como un resorte
de la conciencia ahí donde se vulneran derechos elementales. Lo que necesitamos es instituciones políticas
sólidas y normas claras, sin el atajo de la corrupción y el mangoneo de quienes
ejercitan el poder. El país, la región, la provincia y hasta la aldea lejana
urgen del civismo vigilante que madura
las decisiones y las inversiones públicas sin el festín mafioso de quienes se
enriquecen del erario. En 1950, sólo 32
naciones merecían el calificativo de democráticas. Hoy 183 merecen esa consideración. Lawrence
Grossman, en su libro “La República Electrónica” realizó un redimensionamiento
de la democracia en la era de la información. Una de sus intuiciones fue el fortalecimiento ciudadano gracias a la interactividad y uso
del correo electrónico, la información e internet. De modo que así como hay
ciudadanos que imaginan en Facebook un confesionario hay otros que sin desánimo
y sin pigricia construyen democracia.
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