sábado, 15 de octubre de 2011

¿CUENTEROS O CUENTISTAS?


Por: Miguel Godos Curay

“Las mil y una noches” (Alf Layla wa –Layla) es el nombre de la maravillosa e inolvidable selección de cuentos que nos legara Mesopotamia, el medio oriente. Este libro fue escrito alrededor del siglo IX y el mismo inaugura la tradición milenaria de los contadores de cuentos que entretenían a las multitudes en las plazas con sus fascinantes relatos. Los cuenteros empezaron su oficio antes de que existieran las escuelas. El mejor escenario para el cuentero es el desierto en donde existen pocos elementos de distracción lo que no sucede en las ciudades. Posteriormente estos narradores se replegaron a los cafés tal como sucede en El Cairo, hasta convertirse en una especie en vías de extinción.

En Piura los cuenteros se han replegado al mundo rural. Sus historias se repiten de boca a oreja en Morropón, Ayabaca, Huancabamba, la extensión fronteriza entre Sullana y Macará. Una isla de ficciones es Sechura. Los cuentos invocan memorias y personajes desconocidos, relatos de aparecidos y fábulas con personajes insólitos. Los cuentos del medio oriente y los nuestros, sin embargo, tienen un común denominador. En el desenlace del relato los héroes y personajes principales son siempre los débiles pero inteligentes. La astucia de los desposeídos se impone siempre a la opulencia de los abusivos.

En un mundo de grandes cambios tecnológicos preservar la oralidad de los relatos es una tarea imprescindible. Los niños que escuchan cuentos mejoran su atención y sienten el estímulo de aprender a leer y disfrutar de la lectura. También se expresan con propiedad y vencen el temor a hablar en público. En el mundo árabe se ha descubierto que los estudiantes que escuchan correctamente adquieren niveles de atención asombrosos que le permiten desarrollar destrezas cognitivas y operaciones abstractas complejas con los números. Entre nosotros el poco afecto por los números tiene como correlato el temor emocional hacia las matemáticas.

Aún en nuestras familias campesinas la conversación ante el fogón va acompañada de estos relatos. En algunos hogares el libro de cuentos es una joya de cabecera con la que algunas mamás logran conciliar el sueño de sus críos. Otros prefieren dejar a los niños frente al televisor sin reparar en la calidad de contenidos que observan fomentando una perniciosa actitud pasiva. Hoy conversar es una costumbre pasada de moda. La mayor parte de los jóvenes transcurren horas y horas frente a Internet. Y si hablan lo hacen con monosílabos y síncopes.

En Piura “cuentista” no es precisamente el escritor con excepcionales habilidades narrativas. Sino el redomado fabulador que vende sebo de culebra. El engaña tontos e incautos con sus proyectos ilusos. En el territorio de los cuentistas podemos incluir a muchos políticos autores de proyectos inconsistentes. También a vendedores de productos que son la octava maravilla del mundo pero que en la práctica no sirven para nada.

El cuentista tiene habilidad persuasiva pero la utiliza perversamente para el mal. El cuentero es una biblioteca ambulante que desteje sus historias ante un público cautivo por el interés. Su mayor gratificación es la atención de sus oyentes. Y no busca vaciarles los bolsillos sin que se den cuenta.

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