sábado, 11 de julio de 2009

POLITICA Y PORNOGRAFIA TODO EL DIA


Por: Miguel Godos Curay
A los peruanos nos encanta la noticia espectáculo. La noticia escándalo que con morboso apetito devoramos en las páginas de los diarios o embelesados frente a la pantalla de la televisión. Entonces como si fuera una catarsis sentimental tomamos partido sin mayor resistencia racional por alguno de los antagonistas. Unas veces estimulados por los populares rostros de la tele. Otras por los mitos urbanos repetidos por la radio. La televisión, mientras tanto, nos muestra a los peritos forenses conduciendo el cadáver de Marco Antonio el estilista. Mientras un Carlos Cacho fuera de sí. Repite a boca de jarro “es cíclico, quieren acabar con nosotros”. Nos seducen y encandilan las emociones.

Esos deleznables raptos de sentimentalismo barato arrasaron finalmente con el informe de la Defensoría del Pueblo sobre los acontecimientos de Bagua, la excarcelación de Rómulo León el corrupto pasó a un segundo plano, las movilizaciones y paros del CGTP y el propio cambio de gabinete quedaron fuera del interés de la opinión pública. De nada sirvieron los miles de emails contra el gobierno, los asilados en la Embajada de Nicaragua. El golpe en Honduras se diluyó con el seguimiento por millones de espectadores del show musical en el que se convirtieron las exequias de Michael Jackson. En el mundo global la noticia es un espectáculo planetario.

Las primeras planas las ocupan las truculencias del amor apasionado de Abencia Meza y Alicia Delgado. Una relación tormentosa y atormentada. Una relación perturbada y obsesiva que ahora abre paso al asesinato del conocido estilista. En su “Discurso sobre las pasiones y el amor”, Pascal sostiene que “el amor no puede ser bello sin exceso, y cuando no se ama demasiado, no se ama satisfactoriamente”. Andre Maurois anota que “el amor-pasión es santo, uno enferma por él y hasta muere, y se siente orgulloso de morir por él”. En realidad una relación perturbada es el propio infierno.

La adicción sexual y amorosa es adictiva y compulsiva. Desborda la moralidad de los sujetos que la padecen pues viven en la trasgresión permanente y el libertinaje. Tras el placer inicial sobreviene la culpa, las infidelidades repetidas y los celos destructivos. Las anandrinas (lesbianas que proclamaban su rechazo al hombre) naufragan en un afán de posesión desmedido que transita del chisme, al asesinato y la destrucción de los hogares. Psicológicamente se trata de sentimientos encontrados entre dos personas enfermas. El crimen pasional no es otra cosa que la muerte provocada por odios de amor. El desenlace sangriento de amores patológicos que polarizan entre el amor-odio, agresión-perdón, realidad-irrealidad, la confianza y la intriga. La fijación que conduce a la acción criminal puede usar a terceros para su realización pero el origen es siempre el mismo un odio que se disfraza de amor. La cáscara de caramelo con la que se oculta el veneno.

Hay también en el tratamiento informativo sensacionalista y escandaloso una recreación morbosa y pornográfica de los hechos para satisfacer aviesos lectores. No opera la responsabilidad ética sino el relajamiento obsceno alimentado por las hipótesis, la insensatez y la ficción con relación a hechos que no pueden ser desmentidos por las protagonistas. De algunas declaraciones lacónicas y entrecortadas, se construyen páginas y páginas para la satisfacción de un público que huye del equilibrio y la seriedad a regañadientes. Curiosamente este sensacionalismo empezó en las grandes ciudades industriales americanas y hoy se ha mudado a las periferias urbanas, al corazón populoso de esa multitud que se desplaza en las combis o que consume las coloridas primeras planas de la prensa chicha como si fueran hamburguesas de Mc Donald.

Estos acontecimientos, sin duda, son aprovechados por los gobiernos. Los operativos psicosicales tienen efectos sobre las multitudes y actúan como válvulas de escape frente a la ansiedad reprimida de las multitudes. Durante la dictadura militar de Velasco la inundación de películas chinas con sanguinarios espadachines facilitó la descarga emocional de un populacho descontento. Pero la violencia suministrada como jarabe cansa, embota y empalaga. Cuando la receta no surtió efecto se recurrió a la pornografía proyectada en las salas de cine de barrio en donde masas babeantes se deleitaban con sexo fornicario y pervertido. Hoy el cine, el buen cine ha retornado a sus cauces.

Sin embargo, la pornografía a través de Internet penetra en las cabinas de barrio, en los propios colegios y en los hogares en donde se sigue pensando que la arremetida de los infoductos estimula nuevos conocimientos. Internet, dependiendo de cómo se use puede ser útil o un verdadero lastre para la madurez humana de las personas. Puede expandir capacidades humanas pero también estupidizar a sujetos sin criterio y responsabilidad sobre su salud mental. Entre la política y la pornografía hay la misma distancia que entre el amor y el odio enfermo.
*Ilustración Rosendo Li Rubio

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