sábado, 6 de junio de 2009

EL VATICINIO DE LAS BESTIAS


Miguel Godos Curay
El epílogo sangriento de la revuelta indígena tiene como correlato el reconocimiento de los daños irreversibles con los que el mundo moderno se sacude con remordimiento. Clinton reconoció que el mayor error de los Estados Unidos fue el menosprecio a África negra. El mundo denuncia etnocidios, la usura bancaria de los préstamos internacionales a los países pobres, el apoyo financiero a los dictadores del continente, los despojos a pueblos indefensos. La propia Iglesia reconoció su débil posición frente a la persecución judía en la II Guerra Mundial y se arrepintió de su condena a Galileo. Nosotros tenemos una deuda no saldada con el Perú indio amazónico y andino. Sufrimos, anota Varallanos, una crisis de destino como pueblo y nos desperuanizamos debido a nuestra incapacidad de comprender a la Patria en su intimidad más trascendente y profunda. El neoliberalismo nos estandarizó de tal manera que dejamos de ser nosotros mismos.

No es casual que Perú limeño, urbano y centralista se enfrente con el otro rostro del Perú olvidado y confinado en donde resulta patética la ausencia del Estado. En donde los beneficios de las concesiones petroleras y forestales no se sienten en poblaciones olvidadas, diezmadas por la salud precaria y la arremetida del capital sin responsabilidad social. Esta reacción era previsible en un momento en donde urge la rehabilitación ética de la política tan invocada por los Obispos en Aparecida. Y en donde no se puede agotar el diálogo social para la solución de los conflictos.

Una cosa es el Perú urbano otra el Perú olvidado sostenido en sus creencias ancestrales y en sus tradiciones en donde la Constitución del Estado es letra muerta. Una realidad es la del Perú del discurso político otra la del Perú sumergido en la sombra de la inequidad donde el aparato legal del Perú institucional no funciona y en donde los discursos políticos son huecos y vacíos. En un Perú en donde el racismo tiene expresiones multiformes y en donde no tiene validez el pluralismo cultural estamos condenados a estos choques violentos producto del desentendimiento. Lo que de ninguna manera justifica el uso brutal de la violencia.

Otro aspecto que hay que mirar con detenimiento es la acción de los detonantes provenientes de grupos de interés que exacerban los conflictos con claros propósitos políticos. Su objetivo es la descalificación y señalamiento del Estado. De este modo resultan gananciosos a río revuelto creando climas de desasosiego y administrando el miedo se convierten en una amenaza para la estabilidad democrática y para las inversiones en el país. La advertencia de los Obispos en Aparecida es clara: “Por ello, hay que trabajar por una cultura de la responsabilidad a todo nivel que involucre a personas, empresas, gobiernos y al mismo sistema internacional”. Si responsabilidad social todos los abusos son posibles.

El propio Estado tiene que demostrar que su aparato legal procede de la legitimidad y el consenso y el mismo debe ser asumido por todos los peruanos. No por un fragmentada porción de quienes tienen la posibilidad de acceder al Perú institucional. De igual modo debe existir una autoridad policial sólida, visible, justa, activa y honesta que con respeto se gane la confianza ciudadana. Otra herramienta fundamental es un sistema judicial equitativo y accesible con capacidad para reparar agravios. Sin este ejercicio reparador la administración judicial se convierte en el circo de las injusticias. Finalmente debe existir un sistema penal, justo y prudente, en la aplicación de sanciones. Todo ello sólo es posible bajo la transparencia de procesos democráticos.

El Perú urge de una reconciliación nacional que permita que en el futuro aprendamos a procesar nuestras discrepancias por medios no violentos. En donde el Estado sea capaz de mantener la ley y el orden y garantizar el respeto a la propiedad pública y privada. Este proceso necesario requiere también una mirada profunda a nuestras raíces y valores esenciales para hacer visibles a esos peruanos invisibles cuyas necesidades y derechos, muchas veces, desconocemos. Necesitamos de una ética intercultural que permita anticiparnos a serias confrontaciones producto de la pobreza, el deterioro ambiental, la corrupción financiera, el terrorismo, el narcotráfico y el racismo. Por eso la aceptación y el respeto mutuo siguen siendo tareas pendientes. Nos duelen mucho los muertos. Niños inocentes, policías cumpliendo su deber y nativos en combate tribal con un Perú que no comprenden. La violencia de dónde venga será siempre el vaticinio de las bestias.
(Ilustración: Mitos amazónicos)

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