domingo, 31 de mayo de 2009

LA PORTENTOSA VACUNA DE SECHURA


Por: Miguel Godos Curay
En días pasados un dirigente de construcción civil de Sechura denunció que obreros de Bayóvar después de haber sido vacunados no podían dejar de trabajar ni dormir concluyendo que esta sustancia desconocida una vez inoculada provocaba de modo delirante el trabajo mas allá de los horarios permitidos. Presumo por lo oído, que se trata de una vacuna que estimula el trabajo e inmuniza contra la ociosidad en todas sus formas. El caso será denunciado a los organismos de Derechos Humanos. Personalmente pienso que una vacuna de este tipo en una república de ociosos es una necesidad urgente.

Un antídoto perfecto contra la ociosidad es un invento portentoso. Con una sola hincada y su refuerzo oportuno acabaríamos con la pereza y el no hacer nada que campea en el gobierno regional, los municipios, las dependencias públicas y las propias universidades. De este modo, aplicada la vacuna los estudiantes insomnes no se cansarían de estudiar y los alcaldes recorrerían, palmo a palmo la ciudad resolviendo sus problemas. En las universidades rectores, decanos y docentes ya no amarrarían la chiva. Los periodistas, en especial aquellos que comparten sus noticias con la competencia se convertirían en verdaderos premios Pulitzer del periodismo.

De ahora en adelante esas mamás cuyos ruegos a Dios no surten efecto por tener en su hogar parásitos sin futuro no tendrían que hacer sino adquirir la vacuna contra la haraganería y aplicarla de inmediato. Es más podrían vacunar a sus vástagos improductivos como al perro contra las garrapatas en pleno sueño. Habría que imaginar a escala lo que podría suceder con esta vacuna de la que se habla en Sechura en todos los poderes del Estado. Los ministros gastarían la suela de sus zapatos. Rumas de expedientes desaparecerían en los despachos judiciales. Los curas, es probable, rezarían misas todo el día y con la cara sonriente no serían el cuco de los feligreses.

En el congreso y los consejos regionales los parlamentarios no usarían lentes oscuros al momento de las sesiones. Y los consejeros – que no aconsejan y realmente no hacen nada- tendrían una razón para demostrar que saben legislar a favor de sus pueblos. Y no como ahora que se la llevan suavecito y con productividad legislativa cero. Esta vacuna contra la ociosidad tendría una efectividad enorme en los cuarteles en donde realmente y con sinceridad no se hace ni se produce absolutamente nada. Tener un ejército bien comido y bien vestido sólo para los desfiles del domingo, los sietes de junio y las conmemoraciones de Ayacucho es un irracional despropósito. Sobretodo cuando hay mucho que hacer en nuestros pueblos olvidados en donde nos faltan brazos para abrir caminos, construir escuelas, hospitales y hacer patria. Como dicen los piuranos y no se ve soldados ni en la retreta. Esa vieja institución pueblerina que permitía la expansión musical en la Plaza de Armas.

Una vacuna contra la ociosidad nos preservaría del raje y de esa abundante fauna de destripadores de honras ajenas. Se imaginan el efecto en nuestros congresales tan dados al calentamiento de silla, a los saludos por aniversario y de la creación del pueblito. Tendríamos una representación digna y decorosa como la defensa de un buen equipo de fútbol. No andarían nuestras almas en pena parlamentarias buscando condecoraciones y homenajes por sólo hacer lo que les corresponde.

Por supuesto que los mercados estarían pulcra y decentemente aseados y un pueblo como el nuestro tan poco dado al aseo y al respeto estaría limpio. Limpio y digno porque no se puede llamar dignidad al comprar lo que comemos en el suelo allí en donde discurren los albañales y la inmundicia. No puede ser dignidad tampoco el saborear carnes de origen desconocido y peces en proceso de putrefacción porque los productos del mar sólo hieden cuando dejan de serlo.

Una vacuna contra la ociosidad podría ser también el camino para encontrar un antídoto contra la miseria académica de tener consejeros universitarios que avalen con complicidad miserable el bajo rendimiento en los estudios. En los mil años de historia de la universidad nunca la estupidez anidó tanto y socavó tanto los cimientos de la academia. La universidad, corporación de maestros y alumnos, se nutre del saber y el hacer bien las cosas. El convalidar el “mal hacer” es propio de los truhanes, los pillos, los falsarios, los vende conciencias, los indignos, los capituleros, los mafiosos, los incultos, los rastreros y los excrementados. Como dice el lema fundador de de la UNP extraído del Evangelio : “ Duc in Altum” que significa “Guía mar adentro” y no hundirse en las profundidades abisales de la ignorancia.

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