sábado, 18 de abril de 2009


MORIRSE EN PIURA ES UN JOLGORIO
Por: Miguel Godos Curay

Eso de morirse en Piura es un jolgorio. En Piura la muerte no es un descanso eterno sino un eterno descanso. Como buenos cristianos nos encantan los responsos, los llantos evocatorios, las flores, las velas, los focos en la puerta de la casa, los recuerdos, el café, los chistes con el difunto de protagonista o las imputaciones que naturalmente el occiso no puede desmentir. Nuestros ritos funerarios son igualmente demostración de una amable cortesía postrera con reverencias en la puerta de la casa, en la puerta de la iglesia y en la puerta del cementerio. Con rezos de nueve días y un vaso de agua fresca junto al Santo Cristo para aplacar la sed, que según nuestro entender, demanda el largo de trecho de ponernos en la otra vida a las órdenes de San Pedro.

Nos encanta morirnos rodeados de buenos amigos. Cuando no reconciliados. Nos agrada ir bien vestidos y sin que se nos asomen por la nariz esos indiscretos pelos que no nos fueron recortados en la víspera. Nos gusta ir amortajados con el color y el cordón de nuestro santo preferido. No nos gusta ir embutidos de algodón como iguanas o ardillas disecadas. Hoy la competencia entre funerarias ha puesto de moda el maquillaje post-mortem y sobran en el mercado las maquilladoras de finados que disimulan con chapitas y repintes la rigidez cadavérica del muerto embalsamado. Es un secreto entre peluqueros que peines y tijeras que retocan muertos son como imán para atraer la clientela en los céntricos establecimientos. De modo que siéntase afortunado de hacerse la raya con un recorrido peine de los territorios propios del más allá. Usted alégrese de estar en el más acá.

Nos agrada el rezo, el canto de las devotas pías, la misa de cuerpo presente aunque el alma -aquello no vemos- va camino al cielo, al purgatorio o al mismo infierno. No hay preferencias para el reposo final. Las opciones posibles son el nicho, ser sepultados en el suelo bajo tierra o una fórmula novedosa: en la hacinada cripta familiar. Somos poco afectos por la cremación pues no nos cabe en nuestro imaginario ser reducidos a fuego lento y posteriormente triturados y convertidos en un frasco de cenizas que bien podrían estar en un rincón del hogar o servir de abono a un algarrobo frente a nuestra casa. En Piura, un crematorio a gas resultaría espacialmente económico. Menos espacio y confort a no ser que por el tamaño de las bíblicas familias piuranas el apacible hogar acabe como una confitería con los frascos conteniendo las cenizas del abuelito, la abuela, el tío y de toda la numerosa familia.

Hoy nuestros cementerios se han llenado de plástico que simula el aluminio, el latón, el porcelanato que resultan vistosos pero no tienen la solemne dignidad del mármol. Las lápidas y losas de mármol de Carrara son piezas que negocian ladrones que asaltan los cementerios. ¡Dios nos libre! Por eso los deudos prefieren las mayólicas pintadas y el plástico barato. Hoy no se escapan ni siquiera las rejillas de aluminio que buscan descaradamente los compradores de fierro viejo en los camposantos.

Hoy, están de moda los cementerios ecológicos rodeados de verde y de mosquitos que propagan el dengue. En cuanto a los ataúdes los más caros son de cedro, los baratitos son de latón con adornos de plástico. Pero hay de todo precio y al gusto del cliente. Las funerarias en Piura se ubican junto a los hospitales y a las morgues. Ubicar un nicho es como comprar boleto en el estadio. Los de las filas inferiores tienen un precio distinto de los que se ubican en las superiores. Como en los negocios inmobiliarios los difuntos también están sujetos a la orden de desalojo cuando se incumplen reiteradamente los pagos.

En cuanto a ritos funerarios. Sólo en el bajo Piura y en Sullana se acompaña a los difuntos al camposanto con banda de músicos que en tono triste y lastimero nos recuerdan a todos la partida de un ser querido. En Paita se utilizan unos estridentes parlantes que a los cuatro vientos con su música sacra y pagana nos recuerdan al que se fue. Una moda nueva es la de anotar en la boca de la nicho el apodo del muerto. No es raro encontrar registros como los siguientes: “Pirulita descansa en paz”, “Borolas QEPD ,“Borradito”, “Papacho”, “Mamachona”,”Seis Soles”, “Mojarra”, “Negro lindo”. Con lo que un tour por los cementerios de Sullana y Paita resulta necrológicamente divertido.

Eso de morirse en Piura es un jolgorio democrático que nos recuerda a todos que en la condición de cadáveres, somos pasto para los gusanos (vermes) y la grande elocuencia. Este es un ineludible rapto final. Como diría Chapilliquén juglar de los responsos en Sechura: “Del morir aquí nadie se escapa / muere el Rey y muere el Papa/ muere la mujer más bella/ y aquella prometida doncella. / Mueren los de derecha, mueren los de la izquierda/ Algún día también tendremos que morir / bajo el peso insoportable de la m…… “. Amén.

Ilustración: José Guadalupe Posada ( México)

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