domingo, 5 de abril de 2009

EL DULCE TORMENTO DEL DEPARTAMENTO


Miguel Godos Curay

Estos edificios multifamiliares tan de moda en Piura son un dulce tormento para los piuranos tan dados a convivir con perro, gato y perico. Y la expansión humana en todas sus formas. En el bendito departamento todo se escucha y todo se ve. La hora en la que llega ebrio y dando tumbos el vecino del cuarto piso. La hora en que ronca la gorda del tercero y el mismo instante en que el peluquero del quinto piso despide con besos volados a su novio. Para unos en el departamento asoma la perversidad en variadas formas. Para otros, acostumbrados a equivocarse de piso, es una experiencia inolvidable. Las chismosas, son un caso aparte, ellas adoptan una pose de buda en trance para concentrar sus oídos en el piso ajeno mientras por la pared, en donde se ocultan los empotrados albañales, se siente el discurrir sonoro de una evacuación.

Los jóvenes recién casados recurren a la radio o a la televisión con volumen alto para ocultar su intimidad. Y los casados con hijos esperan con fervor se inicie la etapa escolar para poder compartir algunos instantes de privacidad.. Las jovencitas, en especial las agraciadas son las víctimas favoritas del fisgoneo y de los coleccionistas de prendas íntimas robadas en los coloridos tendales que atesoran por talla y color. Nada escapa a la perforación de la intimidad con procedimientos tan sutiles. No faltan los vecinos indiscretos y descarados que con toalla en la cintura yacen como marmotas sobre las baldosas del departamento hiriendo con su desfachatez el decoro.

Todo se oye en el piso: el rezo, el llanto del crío, la tos de la vieja, las sonoras flatulencias, las carrasperas, el hipo, el grito desesperado, la injuria, los aullidos de la lujuria, el resbalón, la mentira al cobrador y la puerta arrojada con rabia. En este paisaje sonoro son cotidianas. La licuadora matinal. La olla con pop-corn. En apariencia nadie te ve pero todos te observan y chequean tus movimientos y hasta se preocupan cuando un vecino o una vecina no duermen en casa. Un verdadero riesgo de moda son los aficionados a la computación que experimentando el mejor uso de su webcam, desde su PC y con metros de alambres, exploran la intimidad de vecinos y vecinas.

Un tormento son los cumpleaños. Las reuniones del condominio para acordar la seguridad de todo el piso. Ahí se hace cebiche de los defectos humanos y se descubren los inexplorados mundos de la hacinada vecindad. Ahí aunque no le agrade tendrá que acostumbrarse a prestar el periódico que de mano en mano se moviliza del primero al sexto piso. Ex profeso se acostumbrará a no pagar puntualmente el teléfono para que no le gorreen una llamada porque le telefónica le cortó el servicio. Aprenderá a levantarse a las cinco de la mañana para prestar unos palitos de fósforos y a disfrutar, aunque no le guste, de la televisión por cable pirata.

Pero no todo es malo en el departamento. Se acostumbrará a las jaranas mensuales, al debut sentimental de sus hijos con la amiguita del piso vecino. A contener el aire en silencio y a ducharse interpretando: “Ya se ha muerto mi abuelo” de Bareto para descubrir la felicidad. También sentirá en su olfato el aroma cálido de la comida casera que recorre todos los pisos, el olor a canela y clavo cuando la vecina del segundo piso prepara mazamorrita. O el deseo de preñada que le provocarán las cachemas fritas o el estofado de pollo. Si no es aficionado a mirar el cielo descubrirá el insólito mundo que se desliza a través de las persianas en la ventana de enfrente. Aprenderá mucho de las necesarias estrategias para poner en salvaguarda su intimidad.

Aprenderá a vivir con los otros y los otros se acostumbrarán a vivir con usted. Descubrirá que no es casual que siempre cuando usted sale rumbo al trabajo en su auto los hijos de la vecina coinciden en irse al colegio y no tendrá más remedio que llevarlos. Usted mismo aprenderá a dominar esos miedos interiores que provoca el vivir como perico en jaula chiquita. Y no se tendrá compasión cuando por ese sentido inagotable de lo que es la libertad decida subir el volumen de la radio para permitir que sus humanos ruidos no lleguen a los oídos de sus adorables vecinos.

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