domingo, 5 de abril de 2009

CONCESIONES: LO DEMAS ES PURO CUENTO


Por: Miguel Godos Curay

La participación privada es buena para un país en sectores donde hay competencia. Sin competencia no hay innovación, creatividad, ni incentivos para reducir costos y mejorar la calidad de los productos, beneficiando a las empresas y a los consumidores. Sin embargo, cuando las concesiones no son competitivas se convierten en monopolios en donde el Estado acaba subsidiando con sus recursos a empresas privadas. Repartiendo los recursos fiscales que son onerosos entre monopolios gananciosos.

Una concesión es mala cuando resulta poco atractiva para los grupos empresariales privados. En estos casos se establece que la concesión no es “privadamente rentable”. Cuando un proyecto es privadamente rentable es también socialmente rentable. Los proyectos con rentabilidad social son eficientes palancas del desarrollo local y gozan del consenso ciudadano. En este escenario se confía en que empresas eficientes con capitales frescos para invertir en infraestructuras nuevas y en la operación y mantenimiento de los servicios óptimamente.

Las concesiones en general son monopolios naturales, por lo que se requiere competencia en la selección de la empresa. Los procesos de concesión tienen componentes políticos debido a las grandes presiones de sectores interesados en que la concesión se produzca y económicos pues se genera una gran expectativa por los beneficios futuros. Por este motivo se incentiva a la empresa privada a ser competitiva en calidad y precios.

¿Son desventajosas las concesiones? Una desventaja son los contratos a largo plazo. Todos los contratos de largo plazo generan una serie de problemas. El primero de ellos es su renegociación. Las renegociaciones se facilitan con los cambios de gobierno. Un contrato de largo plazo permite el artificio de la sobre dimensión de los beneficios iniciales como razón para disminuir compromisos y obligaciones. Como se puede observar en estos contratos las partes dedicadas a detalles técnicos de ingeniería suman metros de papel y sólo algunos centímetros los párrafos referidos a los términos económicos.

Toda renegociación es complicada. El Estado nunca sabe como enfrentar a negociadores hábiles ni dispone de los mejores negociadores. Sus representantes son colocados según soplen los vientos políticos. El Estado acaba representado finalmente por individuos que para mantenerse en los cargos buscan a toda costa evitarse problemas. En realidad están sujetos a presiones políticas de sus jefes que a toda costa protegen sus puestos y tampoco quieren comprarse problemas. Las renegociaciones en general, no son transparentes. La licitación inicial es abierta a todos, los renegociados son a puerta cerrada entre el Estado y el concesionario.

La ejecución de garantías es otro problema. Muchas de las garantías consignadas en el contrato no son reales. Si las garantías son muy altas, el riesgo de la concesión disminuye. Pero si las garantías en el fondo no lo son no existe ninguna obligación para el concesionario. Si el Estado es blando como bizcocho, los concesionarios asumen que no es necesario hacer bien las cosas bien, ya que pueden obtener beneficios sin penalidades de ninguna clase.

La crisis económica mundial es un factor que añade nerviosismo a todos los procesos de concesión en adelante. El futuro de la concesiones es imprevisible En muchos procesos es tan escasa la información que se entrega que un ciudadano común y corriente y aún las propias autoridades que opinan por todos los medios a favor de las concesiones realmente no han leído los contratos ni los términos bajo los que estos se realizan. Un debate público demostraría que están en la calle.

Todos hablan de modernización impostergable, sin embargo nadie precisa al detalle que obras ejecutará el concesionario y en qué plazos. El aspecto referido a las tarifas sigue siendo opaco y nadie da razón sobre las penalidades ante los incumplimientos del concesionario. Hay que señalar que no todas las concesiones son una maravilla. También es cierto que cuando se equivocan las reglas de concesión. Las concesiones fallan y ocasionan pérdidas cuantiosas. Fue lo que sucedió con Tribasa en el primer programa de concesiones mexicano. En esta patinada se perdieron cinco mil millones de dólares.

En todos los casos resultan insuficientes los mecanismos de control. La Contraloría de la República no tiene los elementos suficientes para que en representación del Estado verifique a pie juntillas el cumplimiento de los contratos. En materia de concesiones aún estamos en pañales. El riesgo de cambiar pañales es el salpicón de la inmundicia producto de la corrupción rompe manos y el desconocimiento de los procedimientos de concesión tarea en la que aún no incursionan nuestras universidades. Las concesiones poco transparentes provocan suspicacias y la desconfianza pública. Junto a la desconfianza pública anida la conflictividad.

Por eso la información de todo proceso de concesión debe estar disponible y accesible al público, de tal manera que se eviten los temores fundados por desconocimiento. El ciudadano de a pie debe entender y valorar la importancia que tienen para nuestra economía las concesiones. Sin información suficiente y a todo nivel una concesión puede convertirse en una repartija sospechosa que desnaturaliza los beneficios. Cuando la promoción de la concesión presenta a un Estado que se despoja de sus propiedades y de su autoridad. Es la misma sensación del diablo capitulero dispuesto a entregar hasta los calzoncillos por dinero.

Si no se escucha a la población de las zonas de impacto de la inversión estos procesos terminan mal. Todos los peruanos queremos que las ganancias no sean solamente para algunos privados sino para un Estado que redistribuye beneficios en las zonas de impacto de la concesión. Sin beneficios equitativos para todos (desarrollo humano) y durante el tiempo de concesión (desarrollo sostenible) las probabilidades de conflictos están a la vuelta de la esquina. Creemos que necesitamos inversión para crecer, educar mejor a nuestros hijos y asegurar un horizonte de vida digno. En una concesión el Estado coloca de buena fe el piso para que la inversión se produzca. La inversión debe traer beneficios para todos. Nuestro desafío es ser competitivos en calidad de servicio y costo. Nosotros queremos concesiones privadamente y socialmente rentables. Lo demás es puro cuento.

*Concesión portuaria de Paita con serios vicios legales detectados por la Contraloría.

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