Una página que reune los artículos periodísticos de Miguel Godos Curay. Siempre con una lectura polémica, fresca y deslumbrante de la realidad.
sábado, 7 de marzo de 2009
APESTADOS Y BOQUIABIERTOS
Por: Miguel Godos Curay
En Piura somos tan ingenuos que después de muchas lunas recién nos hemos dado cuenta que nuestra ciudad despide un vaho pestilente insoportable. Una sensación inmunda de que algo se pudre al frente y dentro de la propia Plaza de Armas. Hieden el mercado y los accesos a la ciudad por el este y el oeste. Quienes transitan por los puentes saben bien que no es un hedor de pota sino de poto el que nos asalta cada domingo en plena ceremonia del izamiento. Huelen mal las inmediaciones del Palacio de Justicia y el viejo camal. También algunos nichos con muertos descompuestos en el hacinado panteón de San Teodoro.
El piurano padece fatiga olfatoria. No distingue el buen del mal olor. No distingue, como ayer, el fresco limpio de un umbrío algarrobo y la pestilencia del albañal. Ese aroma de orines vaciados en cada rincón de la ciudad que al mediodía resulta mortificante. A este mal incurable se suma ese otro el de quedarnos boquiabiertos con los dispositivos del gobierno en torno a viejos proyectos como el Alto Piura.
La verdad es que por esa falta de garra parlamentaria y decoro en nuestra representación los lambayecanos, con Toledo a la cabeza, hace tiempo nos mandaron la yuca. Nos contentaron con papeles para un sospechoso reparto de aguas. Nos dieron 335 MMC de aguas que probablemente no existen en la realidad. Agua hoy es lo que menos hay. ¿De dónde resulta que ahora nos sobra agua? Hasta hoy nadie ha demostrado -con estudios serios en mano- que el agua disponible para el Alto Piura existe o realmente todo lo que se nos prometió fue entregado a Olmos y ahora no queda al gobierno sino pasearnos en la hamaca tendida de aquí para allá o de allá para acá como señala el tondero.
No hay una explicación sensata para este juego interminable. Vivimos soplando la pluma de la presidencia regional al congreso, del congreso al Presidente y que se nos trate, perdonando la expresión, como a provincianos ingenuos. Como bien se dice en Sechura: “en la cabeza del piurano cualquiera es peluquero”. Por eso resulta el colmo que mientras el presidente regional afirma que los estudios del Proyecto Alto Piura están aprobados. El congresista Peralta, lo desmiente, señalando que están a medio hacer. Y el propio Alan García y Yehude Simon no nos dejan de mecer. ¿Hasta cuándo? Trelles y Alan García no juegan con camisetas distintas. ¿O es que acaso los apristas manejan un doble discurso?. Uno para los que aprovechan beneficiosamente los recursos del gobierno y otro para consolación de los tontos como nosotros.
Realmente 75 millones de soles son nada. Si las comunidades beneficiarias del Proyecto Río Blanco recibirán 40 millones de dólares, aproximadamente 90 millones de soles. Este aporte es diminuto. Nos estamos volviendo, a fuerza de estos desplantes del gobierno, en estafados políticos inconsolables. En sonsos empedernidos. En boquiabiertos incurables que nos quedamos alelados ante lo que nos ofrecen los congresales, los ministros y los alcaldes a costa de nuestro maltrato. Y que conste que nosotros los elegimos.
¿Vean solamente lo que sucede en el PAS?. Un proyecto que resolverá las necesidades de agua en Piura hasta el 2010. Después andaremos con la lengua afuera con nuestras insatisfacciones a cuestas. Y cómo con leonina negociación por 130 millones de dólares se quiere entregar un puerto estratégico como Paita durante treinta años. Este es un negocio migajero. La porción del león se la lleva el concesionario. Curiosamente, los que opinan, festinan lo que no les pertenece. No dirían lo mismo si sacáramos a concesión sus bienes y propiedades. Nadie entrega así por así lo suyo aunque sea de tocuyo.
Eso nos pasa porque somos esquivos al reclamo. De niños nos enseñan en el hogar a no reclamar, a guardar silencio. Al mande usted sumiso. A ese colonialismo mental tan pernicioso como los piojos. A esa resignación tan despojada de cristianismo que nos obliga a aceptar las cosas aunque nos aplasten. En la escuela, esa que no empieza por las lluvias, que conste que la semana pasada no llovió, no hacen otra cosa que castrarnos la voluntad con tanto ¡No! Ignorando el abecedario de nuestros derechos y deberes. Y el aprender a exigir de pie lo que por justicia nos corresponde. Así nos convertimos en la especie que somos, sin coraje personal y valentía moral. Eso no está bien porque esa genuflexión cerebral nos frena para impedir la cuchipanda de los sinvergüenzas. En otras latitudes la inmoralidad se extirpa con una buena dosis de censura y señalamiento público y de vez en cuando con el saludable sacudón de la protesta cívica.
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