sábado, 30 de junio de 2007

HUELGA UNIVERSITARIA Y UNIVERSIDAD PRECARIA



Por: Miguel Godos Curay
Que las universidades públicas del Perú estén paralizadas de huelga exigiendo la justa homologación de sus docentes no es un asunto que conmueve al gobierno. Más importan los sueños de blindaje legal de una sórdida rata callejera como Fujimori. O los siete poderes ocultos de un felón en las sombras como Agustín Mantilla. La presurosa firma del TLC, o la espectacular caridad del Presidente García en el gélido sur andino. Que la universidad se paralice no es un asunto que conmueva la sensibilidad de un congreso carcomido por la ineptitud humana. Que un maestro universitario tenga una remuneración digna como ordena la Constitución es letra muerta.

Un catedrático como Hipólito Unanue, ilustrado y erudito disponía de una biblioteca con aproximadamente mil 476 tomos en donde menudeaban textos en griego, latín, francés, inglés, italiano. Sin Internet, en pleno siglo XIX, Unanue había releído “El Quijote”, a Newton y Descartes, Cuvier, los viajes de Humboldt, “El Espíritu de las Leyes” de Montesquieu y un folletón como el que da cuenta de las “Costumbres y frases del Perú de ahora a cuarenta años”. Hoy un catedrático universitario con biblioteca personal y libros abundantes es una especie rara. Las estadísticas de compras de libros, en universidades, son desoladoras a consecuencia de la precariedad de los sueldos. Realmente pueden contarse con los dedos de la mano a los que han leído El Quijote o Cien años de Soledad de García Márquez. Hoy no faltan los que adoran a un lenguaraz como Miguel Angel Cornejo y los que adquieren conocimiento en ediciones piratas.

Las investigaciones demuestran no sólo la escasa lectura en la lengua propia. Casi nada de la producción reciente en inglés, francés o alemán. Esta pobreza intelectual es extensiva a muchos de los rectores de la actual universidad peruana. Lo que confirma el deterioro de la situación económica del docente universitario. Comprar una computadora personal puede comprometer el ingreso familiar a no ser de un esfuerzo imaginativo de subsistencia. En tiempos de Raúl Porras docentes y alumnos concurrían a la universidad con saco y corbata. Con lo que gana hoy un catedrático con las justas alcanza para una muda solemne anual. Muchos catedráticos capitalinos optan para guardar las apariencias con buen casimir de la cachina.

Esto explica también el pluriempleo del docente universitario que para mejorar sus ingresos concurre como a monte de piedad a las universidades privadas en donde por 17 a 25 soles , satisface el afán mercantil de una hora de clase pedagógica ( de 45 minutos) en estos establecimientos académicos cuya calidad provoca muchos reparos. Otros apuntalan sus posibilidades de ingresos haciendo dignamente lo que mejor saben hacer.

Una encuesta realizada por la Universidad de Lima a pedido de la ANR en el 2004, a personas entre los 18 a 70 años, reveló que la gente valora el papel de la universidad, su credibilidad como institución, pero advierte también que necesita reformas y mejoras económicas para que cumpla mejor sus funciones. La universidad es necesaria tiene credibilidad pero requiere una atención del gobierno más allá que la promulgación de una nueva Ley Universitaria.

Una revelación de la encuesta fue el desacuerdo con la creación de nuevas universidades (68.5%) y la necesidad de clausurar todas aquellas que no logren un nivel académico adecuado. Respecto a los progresos de la universidad pública en los últimos cinco años las opiniones fueron las siguientes: Ha mejorado 14.8%, han empeorado 16.9%, se han mantenido igual 60.9% y No sabe 7.5%. Con relaciones a los problemas de las universidades públicas se priorizaron los siguientes: Infraestructura 27.0%, tecnología 18.1 %, organización 14.5%, los docentes 10.2%, el plan de estudios 7.1%, exceso de universidades 4.9%, investigación 4.1%, visión de futuro 3.7%, pensiones 2.9% otros 1.5 %. No sabe 6.0%.

Para Augusto Salzar Bondy, una universidad ajustada a los requerimientos de un país como el Perú, tiene que cumplir dos objetivos esenciales: El ser un prestigiado instituto científico y el vincular sus esfuerzos al desarrollo nacional. Esto puede interpretarse como una mejor vinculación con la inversión y con los gobiernos regionales cuyo rumbo clientelista no perfila mejor una concepción de desarrollo humano con expansión de libertades. Tampoco nos hemos detenido a preguntar: ¿Qué quiere el Estado de las universidades?. Aquí son dos las alternativas posibles: perpetuar la pobreza con su correlato de ignorancia y de miseria o por el contrario fortalecerla en su tarea de educación permanente y continua para bien de la nación.

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