jueves, 21 de junio de 2007

MI PADRE ES UNA MADRE


Por: Miguel Godos Curay

Sostiene el psicólogo Bernard Muldworf que es difícil ser padre, porque es difícil ser hombre. Padre es aquel humano capaz de alegrarse con la felicidad ajena. El instinto paternal tiene una triple significación: Una paternidad biológica expresada en la procreación, una paternidad psicológica que nace del ejercicio placentero de la función paternal proyectada en el hijo y en la paternidad simbólica expresada en el apellido y en el reconocimiento de la identidad personal de los hijos. La maternidad es una función biológica y espiritual en la que la madre nutre el cuerpo y el cerebro de su hijo. La paternidad es psicológica y simbólica. El padre construye la imagen de sí desde el primer impacto que provoca en su hijo. Un padre puede ser por eso un héroe o una fractura desgarradora para su hijo.

Hay quienes ven en el padre una construcción autoritaria y derivan de su imagen la figura Jefe de Estado mandatario, la del maestro orientador, la del Santo Padre, la del médico que cura los cuerpos adoloridos y del policía que protege a la sociedad. En esencia un ejercicio representativo de autoridad como protección o como coacción para restablecer un orden establecido. Cuando el padre educa permite en sus hijos el aprendizaje de sentido de la autonomía, la libertad e iniciativas personales. Un padre sobre protector despierta inseguridad, finalmente ahoga a sus hijos. Los hace inseguros, incapaces de valerse por sí mismos. Los vuelve imbéciles (dependientes de otros).

Aunque una mujer puede desplegar su maternidad prescindiendo del padre. Un padre no puede prescindir de la madre de su hijo. El padre separa al hijo de la madre, pero la madre lo vuelve a unir afectivamente al padre. El niño percibe a la madre a través de los sentidos. La huele, mira, oye, palpa y saborea en una maravillosa sintonía humana de ternura. En cambio la percepción del padre exige un proceso lento de conocimiento y maduración intelectual. Papá conquista el amor de sus hijos a través de procesos comunicativos irrepetibles e intensos a lo largo de su existencia.

El ejercicio de la paternidad puede producirse replicando la figura paterna “ Eres igual a tu padre” repite la madre o la esposa. Se puede ser padre por negación en oposición a la figura paterna. O ser padre conforme a la idealizada imagen que guarda la madre. El amor de la madre está hecho de abnegación y entrega, esa unidad biológica que surge durante la gestación por eso es un amor superlativamente posesivo. El amor paterno se sostiene en la responsabilidad proyectada en una desinteresada entrega. Si una madre en nueve meses cimienta su amor por el hijo. El padre teje la media de sus sentimientos a lo largo de los años en un proceso de deslumbramiento progresivo. Muchos padres descubren la significación de serlo acariciando a sus nietos.

Hay padres de diversos tipos: Uno son los autoritarios que viven dominados por la intolerancia y se regocijan en la obediencia ciega. Necesitan de vez en cuando rugir como leones para ser oídos y respetados. Otro son los que ejercitan la autoridad buscando la maduración y el orden conveniente para la vida de los hijos. Padres educadores son los que hacen que sus hijos acepten los límites necesarios para una vida de relación posible y armoniosa pese a los conflictos cotidianos. Hay padres coléricos que estallan explosiva y corrosivamente pues no pueden expresar sus discrepancias educadamente. Hay padres moralizadores que viven construyendo discursos sentenciosos. Son los inventores de teorías ejemplares que no practican. Hay padres paranoicos que se sienten desbordados por las negligencias (pendejadas) de sus hijos. En el fondo son padres débiles que dejan que sus hijos hagan lo que quieran pero sufren con sus errores lo que les provoca sentimientos de culpabilidad. Son los papás que repiten en silencio: ¿Cuándo le entrará el juicio a este vago?” para dejar de sufrir.

Otros son los padres cerebro que controlan excesivamente su afectividad porque quieren gobernar el mundo con razones y no es así. Son padres que intercambian ideas nunca emociones y sentimientos. Transmiten concepciones del mundo de un modo abstracto y racional pero no disfrutan de los mocos y las primeras insolencias de los hijos adolescentes porque tienen una afectividad estreñida. Su antípoda son los padres sentimentales adictos al pañuelo, los papitos corazón que lagrimean con las tarjetitas que hoy les entregarán sus hijos. “Mi padre es una madre” dicen al borde de las lágrimas los críos gozando de los sentimientos. Entonces papá disfrutará con intensidad esa ternura primaria elemental y apretará como levantador de pesas el rincón más profundo del alma para no llorar. ¡Feliz día papá!,

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