martes, 3 de febrero de 2015

RASPADILLA Y CREMOLADA



Por: Miguel Godos Curay
La refrescante raspadilla es un deleite para el paladar en el verano

La raspadilla es una delicia del verano. El hielo limpio de la planta de Urteaga raspado con el cepillo se acompaña con jarabes de cola, tamarindo y limón. Hoy se utilizan raspadores eléctricos y mecánicos. Cuando se usa el vaso como molde se presiona el hielo para luego cubrirlo con jarabe hablamos de la “chalaca”. La fórmula del jarabe es un secreto. Requiere tamarindo, esencia  de cola inglesa y azúcar hervidos en punto de almíbar.

El calor convoca a los refrescos. El señor Maza, en la bajada del Puente Viejo tiene soja y piña. Los mejores raspadilleros  estaban ubicados en el Parque Miguel Cortés  y en la avenida San Teodoro.  A la tradicional raspadilla añaden ensalada de frutas y  dulce de ciruela. No hay churre que no disfrute este refresco ingrediente del verano. Pero en Piura bien le vale todo el año.

El raspadillero es todo un personaje. Conoce a  sus clientes  e identifica sus preferencias. Cuando don Polito se distinguió por sus canas. Los asiduos clientes le endilgaron el mote de “raspadilla sin jarabe”. Cuando decidió teñirse las canas le cambiaron el mote a “raspadilla con tamarindo”. El viejo refresquero nunca se frunció por el apodo ni renunció a su mandil de tocuyo impecable.

La cremolada, es invento reciente. Aunque  pertenece a la familia refrescante su preparación es diferente. Requiere zumo de fruta constantemente  batido en la heladera. Al servirse, el copo , debe conservar  el calibre . La cremolada  se distingue por su sabor: limón, cebada, sandía, cola, tamarindo, maracuyá, granadilla y aguaymanto. En plena canícula la cremolada nos recuerda que  estamos en Piura.

La raspadilla no es privativa de la costa. También sube a las alturas de la sierra en donde despierta la curiosidad de los poblanos. Sin embargo, tras los primeros sorbos se sientan y se cogen la frente como efecto inmediato de la ingesta de hielo. Pasada esta sensación la saborean multiplicando su curiosidad  por el hielo cepillado. Los migrantes  que retornan de Jaén, Bagua y San Martín, confiesan su gusto por lo que llaman  “del agua su duro” con dulcecito.

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