ENREDADOS EN LA TERRIBLE ENREDADERA
Por: Miguel Godos Curay
Enredados en la red. El nuevo dilema existencial. |
Internet tiene una
potencia educativa enorme. Usarlo como descartable lo pervierte y lo convierte
en empaque de la estulticia. Algunos han encontrado la posibilidad de mostrar
el color de sus emociones y de sus coloridos instintos. Quienes se exhiben como
la bailarina del tubo lo hacen para satisfacer su egolatría. Ignoran que han
pelado el choclo de su inmadurez. Han profanado su intimidad para abrir las puertas de la privacidad natural.
Han rebanado las telas de su intimidad por un efervescente afán de popularidad.
Hay los que se deleitan
con la procacidad, el tremendismo de la vulgaridad, la grosería, el defecto
humano, la mala leche, la inconducta, el regusto por la asquerosidad y la
inmundicia humana. Los políticos tienen una ventana persuasiva y barata para la
demagogia, la sonrisita de las hienas. El maquillaje perfecto para las garras.
La decoración de torta para los latrocinios. El barquichuelo de papel para las
promesas incumplidas. El ventilador de mierda contra los opositores y enemigos.
El cucurucho empalagoso para los adeptos. Así estamos alelados como apóstoles
de la última cena.
La hembrita fea y con
depilados bigotes hormonales mejora la fachada. El fotoshop hace milagros.
Convierte en cándidas monalisas a las jetonas. Colorea los ojos y los alinea
con una sospechosa perfección. Los intercambios de afectos virtuales no dejan
de ser el ritual del autoengaño. Es el trueque apache entre lo que yo quiero
ser con lo que tú aún no eres. Internet ha matado la clientela a los cirujanos
plásticos. Las fotos virtuales son mucho más eficientes. Son como el bombom
chileno. Tienen color atractivo y olor pero son golosamente incomibles. Los
galanes de la red son como el anuncio de
kolynos. Pura sonrisa, no muestran los defectos de fábrica. Ocultan las orejas
del conejo interior y las desvencijadas quijadas de la vejez prematura.
Las viejas revejidas
pero con pretensiones seductoras repiten en coro: ¡Somos bellas seámoslo
siempre! Por eso recurren a la metamorfosis de la rana, al tinte, a la masilla
facial que convierte en pistas nuevas los tramos arrugados de la humanidad.
Igual sucede con la musculatura descolgada ahí en donde resulta indetenible la
ley de la gravedad. Los panqueques de la vanidad surten efecto y reparten carne
ahí donde no la hay. Estos monumentos reverentes son producto de la red. En
realidad el provocador chicharrón de carne que le ofertan podría ser la
abuelita de caperucita roja. El jamón del país del que se considera afortunado
no es más que un amasijo de huesos. Y la dulce sonrisa que le tienta
carnalmente podría pertenecer a la desdentada abuelita que le detiene al pasar
la calle.
Los galanes de internet
son venenosos. La red bien podría ser el disfraz de las incongruencias podría
tratarse de colectivos pervertidos del grupo somos muchos pero no somos machos.
O también de Dulcineas que han decidido jugar por el otro equipo. Estos
habitantes de la red son muy peligrosos. Confunden, engañan y seducen a los más
indefensos. Las bestias pardas se colocan caretas con rostros de dulzura para
engañar a los niños empujados a la red por la soledad de su hogar. Otras veces
adolescentes inseguros y con voluntad endeble acatan los mandatos del tú
invisible de la red. Penetran en los hogares como gusanos terribles e infectan
la conciencia de los jóvenes. Bueno es
culantro pero no tanto. Niños y adultos han encontrado en la red un refugio
para su fractura familiar. Una amistosa válvula aparente para su soledad
interior. Hay quienes antes del aseo diario se pegan un baño de red. Así
transcurren sus días, navegando y naufragando sobre tonterías. La red tiene una
enorme potencia evasiva y compulsiva.
Ahí puedes encontrar una fórmula de asesinar a mamá sin dejar huella. ¿Se
dieron cuenta?
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