sábado, 16 de noviembre de 2013


ENREDADOS EN LA TERRIBLE ENREDADERA

Por: Miguel Godos Curay
Enredados en la red. El nuevo dilema existencial.
Internet se ha convertido en el sistema nervioso de la sociedad contemporánea. Las redes son como las conexiones sinápticas que conectan a las comunidades humanas. Unos intercambian conocimientos y experiencias. Otros se desnudan sin recato mostrando todas sus pobrezas. Otros han encontrado un confesionario para su soledad. Otros como las niñas bobas no se cansan de exhibir su rostro ingenuo. Hay quienes juegan con la iconografía piadosa y la fe. Se inventan cadenas interminables y portentosas. Dios está en la red. Sonríe Dios te ama. Otros saludan al otro extremo de la red a sus ausentes a la espera de una respuesta que demora. Otros se sientan a esperar de tarde en tarde como frente al espejito de la bruja del cuento de hadas.

Internet tiene una potencia educativa enorme. Usarlo como descartable lo pervierte y lo convierte en empaque de la estulticia. Algunos han encontrado la posibilidad de mostrar el color de sus emociones y de sus coloridos instintos. Quienes se exhiben como la bailarina del tubo lo hacen para satisfacer su egolatría. Ignoran que han pelado el choclo de su inmadurez. Han profanado su intimidad  para abrir las puertas de la privacidad natural. Han rebanado las telas de su intimidad por un efervescente afán de popularidad.
Hay los que se deleitan con la procacidad, el tremendismo de la vulgaridad, la grosería, el defecto humano, la mala leche, la inconducta, el regusto por la asquerosidad y la inmundicia humana. Los políticos tienen una ventana persuasiva y barata para la demagogia, la sonrisita de las hienas. El maquillaje perfecto para las garras. La decoración de torta para los latrocinios. El barquichuelo de papel para las promesas incumplidas. El ventilador de mierda contra los opositores y enemigos. El cucurucho empalagoso para los adeptos. Así estamos alelados como apóstoles de la última cena.

La hembrita fea y con depilados bigotes hormonales mejora la fachada. El fotoshop hace milagros. Convierte en cándidas monalisas a las jetonas. Colorea los ojos y los alinea con una sospechosa perfección. Los intercambios de afectos virtuales no dejan de ser el ritual del autoengaño. Es el trueque apache entre lo que yo quiero ser con lo que tú aún no eres. Internet ha matado la clientela a los cirujanos plásticos. Las fotos virtuales son mucho más eficientes. Son como el bombom chileno. Tienen color atractivo y olor pero son golosamente incomibles. Los galanes de  la red son como el anuncio de kolynos. Pura sonrisa, no muestran los defectos de fábrica. Ocultan las orejas del conejo interior y las desvencijadas quijadas de la vejez prematura.
Las viejas revejidas pero con pretensiones seductoras repiten en coro: ¡Somos bellas seámoslo siempre! Por eso recurren a la metamorfosis de la rana, al tinte, a la masilla facial que convierte en pistas nuevas los tramos arrugados de la humanidad. Igual sucede con la musculatura descolgada ahí en donde resulta indetenible la ley de la gravedad. Los panqueques de la vanidad surten efecto y reparten carne ahí donde no la hay. Estos monumentos reverentes son producto de la red. En realidad el provocador chicharrón de carne que le ofertan podría ser la abuelita de caperucita roja. El jamón del país del que se considera afortunado no es más que un amasijo de huesos. Y la dulce sonrisa que le tienta carnalmente podría pertenecer a la desdentada abuelita que le detiene al pasar la calle.

Los galanes de internet son venenosos. La red bien podría ser el disfraz de las incongruencias podría tratarse de colectivos pervertidos del grupo somos muchos pero no somos machos. O también de Dulcineas que han decidido jugar por el otro equipo. Estos habitantes de la red son muy peligrosos. Confunden, engañan y seducen a los más indefensos. Las bestias pardas se colocan caretas con rostros de dulzura para engañar a los niños empujados a la red por la soledad de su hogar. Otras veces adolescentes inseguros y con voluntad endeble acatan los mandatos del tú invisible de la red. Penetran en los hogares como gusanos terribles e infectan la conciencia de los jóvenes.  Bueno es culantro pero no tanto. Niños y adultos han encontrado en la red un refugio para su fractura familiar. Una amistosa válvula aparente para su soledad interior. Hay quienes antes del aseo diario se pegan un baño de red. Así transcurren sus días, navegando y naufragando sobre tonterías. La red tiene una enorme potencia evasiva  y compulsiva. Ahí puedes encontrar una fórmula de asesinar a mamá sin dejar huella. ¿Se dieron cuenta?

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