domingo, 6 de junio de 2010

SOBRE REBUZNOS Y JUMENTOS


Por Miguel Godos Curay

No hay en Piura personaje más olvidado que el burro. Nuestros historiadores desmemoriados no recuerdan que sus piaras iniciaron en la naciente Piura con vigor la colonización. Fue la fuerza de estos animales la que en los albores de Piura “la vieja” condujo horcones de algarrobo, la escasa piedra del piedemonte, para la construcción de las viviendas. El burro fue aguatero, chacarero y hasta sepulturero durante las algazaras sangrientas de las guerras civiles. Si del caballo al trotar con agilidad por los arenales calenturientos surgió el caballo de paso. Los asnos mostraron su resistencia para el trabajo duro. Y los de Piura adquirieron fama local como “piajenos” derivación de “pie ajeno” el “pie del otro.

En la casa de un zambo pobre de Yapatera. Un burro es como un Volkswagen. En su lomo se conduce toda la familia. Hoy al filo de la carretera asfaltada es remplazado por la bicicleta porque a decir de los coloridos ciclistas. “La “bicla” no necesita pasto”. Sin embargo, aún es posible escuchar con el cantarín acento alto piurano decir. “Tuavía no ha llegao la burra de mi amá”. “De juro que se ha demorao el burro de mi apá pastando algarroba”. Lo cierto es que nuestro imbatible piajeno ya no es un personaje dominante en el paisaje. Hoy, abigeos y cuatreros los persiguen para venderlos por cincuenta soles a los traficantes de carne industrial para las embutidoras de Trujillo. Ahí tras un criminal martirio nuestros burros son convertidos en salchichas y jamonada. Los mataburros locales son proveedores de las bulliciosas parrilladas tan extendidas en los sectores populosos de Piura. Un negocio próspero en Piura es la de los proveedores de música ruidosa insoportable y económicas parrillas de burro. A la carta.

Desde sus inicios nuestro piajeno fue el transporte de los pobres. Por eso el viejo tondero decía: “Montado en mi burrito / voy del norte a la capital…” Y entre los cholones y futbolistas fornidos decían nuestros abuelos que fueron destetados con leche de burra negra. El burro tiene una fortaleza extraordinaria. Los alfareros simbilás los utilizaban para llevar sus botijas, cántaros y cantarillas a la sierra de Morropón y Huancabamba. Entonces trocaban sus piezas coloreadas con almagre con almudes de maíz amarillo para elaborar la chicha. La carga era conducida en una verdadera procesión por los caminos de la sierra a la costa.

Cuando era una incipiente actividad la explotación petrolera, en el siglo XIX, y no se habían inventado las cisternas. Piaras numerosas de burros transportaban en barricas el petróleo crudo hacia las refinerías. Por eso en los tablazos se llama “burritos de petróleo” a las bombas que succionan el crudo de las entrañas de la tierra. Los burros eran una eficiente herramienta contra los percances de los viajeros pues nunca se perdían en los culebreros y escarpados caminos entre los arenales y la cordillera. Incluso, con prodigiosa memoria, encontraban la ruta más corta entre dos puntos, refieren los cronistas. Fue aquí donde surgió la peregrina idea que en Piura cuando se busca hacer una carretera no se buscaba a un alcalde, a un Diputado o a un ingeniero sino a un burro por la prontitud e inteligencia con la que encuentra y se orienta en los perdidos senderos.

Los burros encontraron en las doradas algarrobas del arenal piurano nutritivo alimento y su reproducción al igual que la de la cabra se convirtió en una tarea cuidadosa. La cabra -a la que López Albújar llamó “la vaca del pobre”- resultó adecuada para alimentar de modo delicioso a los montubios y expansivos piuranos de la yunga. En Piura un “seco de cabrito” es una bendición de Dios. Un piqueo de cecina con chifles y cancha ayuda a abreviar el hambre. La cecina picante despierta la sed que se sólo se alivia con la chicha. La lecha de cabra cuya constitución química es similar a la de la leche materna. Es hipoalergénica y altamente nutritiva. Un litro de leche de cabra le gana por goleada a similar dotación de “leche de tarro” o “leche en polvo” tan de moda. Y ni hablar del queso, la natilla, los quesillos y el yogurt elaborado con su leche. Son una delicia

El burro puede llamarse asno, bestia de carga, borrico, bruto, borriquete(a), onagro, jumento, pollino, rucio, zopenco (Colombia). Ha sido convertido por nuestra ingratitud en un personaje en la sombra. Pues aún no reconocemos su valiosa contribución cívica a la formación de la ciudad y la piuranidad. No en vano el poeta Teodoro Garcés Negrón lo ha incluido en el Escudo Republicano de Piura en donde al lado de un montonero de la estirpe de los Seminario y un algarrobo simboliza Piura.

El único homenaje que recibió en Piura fue el de Juan Ricardo Olaechea en la desaparecida Quinta Julia. Otro fue el de Luis Córdova Rumiche (Luscor) que aún lo mantiene en pie. Lo cierto es que urge preservarlo y recordarlo. Pues en sus cotidianos recorridos esparce las semillas de las algarrobas que come y no cobra como ONG por reforestar el desierto. Aún recuerdo la incomodidad que provocó en un concurso literario convocado por los jesuitas en donde se otorgó el premio a un cuento en donde el tópico narrativo era el delirante y afiebrado amor del personaje por una burra de propiedad de su vecino a la que espiaba por las rendijas como hermosa hembra. Años más tarde un médico de cuartel me confirmó que el erótico debut de la tropa, en Piura, tenía cuatro letras y cuatro patas.

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