sábado, 12 de abril de 2008

¿QUE TIENE DE BUENO MI UNIVERSIDAD?


Por: Miguel Godos Curay

El otro día en la asamblea del sindicato de docentes de la UNP uno de los argumentos repetidos retóricamente fue el de “los diarios nunca publican lo bueno que hace la universidad”. No faltaron los que se exaltaron contra la amenaza de las universidades privadas a la vuelta de la esquina. Ni los que con pundonorosa sinceridad hicieron un deslinde crudo con la actual gestión. Se dijo de todo: de los alumnos aprobados por un cebiche o el pago de los recibos de agua, teléfono y energía de algún inescrupuloso docente. Se rajó de esos mercachifles académicos que como saltamontes pican de aquí para allá. Y se olvidan de su universidad.

Se dijo de todo pero no se dijo todo. La verdad es que una universidad pública es un océano de necesidades y de precariedades. Pero hay que reconocer, como en el cine, que así como existen los malos de la película también están los buenos. Hay que buscarlos. Probablemente estén ocultos en un terral del desierto como el paleontólogo francés nacionalizado peruano que no puede dar clases de ciencia a los alumnos de biología. O esos estudiosos silenciosos que temen a los malabares de la burocracia. O esos humanistas que estrellan sus ilusiones ante la indiferencia de un entorno ganado por el tedio y la pereza. O esos soñadores despiertos cuya mentefactura nos haría probablemente ricos y provechosos.

Una institución en la que el escenario privilegiado es la construcción de la ciencia. Lo más valioso de una universidad es el espacio de encuentro de los maestros y los alumnos con capacidad de debatir y disentir, procesar sus discrepancias y asumir racionalmente y emocionalmente su posición frente al mundo. Las consecuencias inmediatas son respuestas éticas a los desafíos de la sociedad. En una universidad se es o no se es. Se sabe o no se sabe. Se está con el orden establecido o se está contra el orden impuesto. Lo que no puede hacerse es mantenerse en esa indefinición sospechosa del ser y parecer al mismo tiempo.

Otro aspecto fundamental es la investigación. El ejercicio de la ciencia metódica, la autocrítica y la crítica. La actitud complaciente genera esa gozosa moral contumaz de elástico del que no enmienda los errores. La universidad es su producción científica aplicada a una realidad circundante. Bien puede medirse el logro en la relación que la universidad tiene con su comunidad. Un aspecto del que poco se habla es el vínculo que existe entre los profesores universitarios con la biblioteca. Bolívar creía, con fundada razón, que la imprenta es el motor de la potente artillería del pensamiento. La biblioteca no es un repositorio de libros sino el arsenal de guerra de la ciencia enriquecido por la producción intelectual de los docentes.

En San Marcos se ha consignado una frase certera: “La universidad es lo que publica”. En este extremo poco tenemos que mostrar y mucho lo que hay que estimular. Podríamos añadir que universidad es también lo que se crea como aporte desinteresado a la sociedad, el servicio que se proyecta para mejorar las condiciones de vida y la contribución humana y solidaria a tener una Piura propicia para la felicidad y para la vida. Hasta el momento, lo dicen los alumnos, nuestra única contribución a la sociedad es el préstamo de los buses para trasladar deudos a los cementerios. Abandonamos a los vivos que son nuestros estudiantes para congraciarnos con los muertos.

En otro tiempo la universidad bullía como caldero de ideales políticos rabiosamente revolucionarios por una sobredosis de conocimiento de la realidad injusta. Hoy no podemos convertirnos en el espejismo de las malas prácticas sin un estremecimiento necesario. Bien se ha dicho que los hijos son el espejo de sus padres. Y los malos alumnos el vivo reflejo de sus maestros.

2 comentarios:

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La universidad la hacemos nosotros y no sus autoridades. Quienes se ganan el prestigio o desmérito son alumnos, docentes y administrativos. Antenor, todas las cosas claras