¿MINISTROS PIRATAS Y
DOCTORES COPIONES?
Por:
Miguel Godos Curay¿Bryce plagiaerio? |
El plagio es un deporte en
la universidad peruana. Un estudio minucioso de la producción intelectual de
muchos académicos nos dejaría estupefactos frente a la más descarada piratería
intelectual. Separatas, módulos, tesis, proyectos de investigación y
monografías no son producto del esfuerzo y la elaboración personal sino del
plagio, del hurto intelectual. Del robo descarado producto de una mala práctica
académica e intelectual a la que con
seriedad no se le pone límite, objeción y se le sanciona.
Lo sucedido con la ministra
de Educación alemana Annette Schavan es
más que una sanción moral a los plagios encontrados en su tesis doctoral. El
título le fue retirado por la
Universidad de Düsseldorf. La universidad reexaminó la tesis tras una denuncia
anónima publicada en un blog y
finalmente confirmó que la estudiante se apropió “de forma sistemática y premeditada” de contenidos y reflexiones
ajenas, vulnerando las reglas del trabajo científico. Hace
dos años, por la misma causa, tuvo que dimitir el ministro de Defensa
Karl-Theodor zu Guttenberg después de perder su título de doctor. La tesis de
Guttenberg era un fraude de principio a fin. No solo se había copiado extensos
párrafos de artículos periodísticos. Sino de reflexiones de tesis ajenas. A la Canciller Angela Merkel
no le tembló la voz para anunciar la dimisión
de la ministra copiona.
Internet se ha convertido en
un ilimitado proveedor de información. La práctica común entre los estudiantes
universitarios es el corta y pega. El
resultado final es una investigación incoherente sin pies ni cabeza que no
soporta el rigor y la seriedad de un serio estudio científico. Lo mismo sucede
con la lectura crítica y los análisis de contenido donde falta el aporte
personal y sobra el plagio. En todos los casos el pirata redomado omite la
fuente y estampa sin recato su firma. El plagio menudea entre los alumnos
mediocres que lo consideran un acto natural, sin embargo, también sucede con
malos profesores y algunos con rango doctoral. Por eso, no nos extrañe el
plagio de proyectos en las instituciones públicas y privadas. Muchos proyectos
en gobiernos regionales, municipios y Ongs, no son otra cosa, que producto
copia y pega. El dinero del Estado y de instituciones financieras se dilapida
sin que se penalice a los autores de
descomunales apropiaciones intelectuales.
En la Pontificia Universidad
Católica la lucha contra la apropiación
intelectual y la piratería se ha
convertido en una filosofía de trabajo. La estrategia busca que los estudiantes
valoren y reconozcan el derecho de propiedad intelectual y se conviertan en
aliados contra las variadas formas de plagio. Cualquier trabajo de
investigación o tesis debe presentarse
en formato digital de tal manera que pueda ser sometido a un análisis que
permita comparar las similitudes entre documentos. Uno de estos sistemas es el
Document Fingerprinting, el cual es un algoritmo que permite extraer un
conjunto de valores numéricos del documento
que representan a varias porciones del mismo. El conjunto de estos
valores recibe el nombre de fignerprint, la huella digital, del documento. Mediante la comparación de las
distintas fingerprints de distintos documentos es posible detectar las
secciones comunes obteniéndose evidencias del plagio.
El acceso a las tesis en las
bibliotecas universitarias es también otro procedimiento de cautela de la
propiedad intelectual. Los plagios son detectados, muchas veces, por
perspicaces jóvenes estudiantes que anotan en sus comentarios, tras la paciente
lectura, esta falta de seriedad intelectual que adorna a muchos académicos que
presumen de sus títulos tratándose de
inmorales y avezados copiones. Ladrones intelectuales es el término preciso.
Otro procedimiento es la auditoría académica en la que un simple testeo permite
desnudar a tantos y tontos que recurren al crematístico negocio de adquirir una
tesis en el mercado, pirateada, maquillada y tantas veces negociada.
Los territorios del plagio
son variados. Podría tratarse del despacho de un congresal, un estudio de
abogados en donde la computadora se ha convertido en un almacén de
posibilidades de obtener dinero, la redacción de un periódico o una institución
académica de dudoso prestigio. Lo propio acontece en el mundo de la literatura
y la creación. El propio Alfredo Bryce Echenique fue censurado por la
apropiación intelectual de artículos periodísticos en los que estampó su firma.
El premio que le fue conferido por la Feria Internacional del Libro de
Guadalajara le tuvo que ser entregado en Lima porque el rechazo a la piratería
intelectual fue unánime. El plagio, el robo intelectual es una epidemia que hay
que combatir sobre todo en donde se
aplica aquella frase que dice “dime de que presumes” y “te diré lo que te falta”
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