sábado, 9 de febrero de 2013


¿MINISTROS PIRATAS Y DOCTORES COPIONES?
Por: Miguel Godos Curay

¿Bryce plagiaerio?
El plagio es un deporte en la universidad peruana. Un estudio minucioso de la producción intelectual de muchos académicos nos dejaría estupefactos frente a la más descarada piratería intelectual. Separatas, módulos, tesis, proyectos de investigación y monografías no son producto del esfuerzo y la elaboración personal sino del plagio, del hurto intelectual. Del robo descarado producto de una mala práctica  académica e intelectual a la que con seriedad no se le pone límite, objeción y se le sanciona.
Lo sucedido con la ministra de Educación alemana Annette  Schavan es más que una sanción moral a los plagios encontrados en su tesis doctoral. El título  le fue retirado por la Universidad de Düsseldorf. La universidad reexaminó la tesis tras una denuncia anónima publicada en un blog  y finalmente confirmó que la estudiante se apropió “de forma sistemática  y premeditada” de contenidos y reflexiones ajenas, vulnerando las reglas del trabajo científico. Hace dos años, por la misma causa, tuvo que dimitir el ministro de Defensa Karl-Theodor zu Guttenberg después de perder su título de doctor. La tesis de Guttenberg era un fraude de principio a fin. No solo se había copiado extensos párrafos de artículos periodísticos. Sino de reflexiones   de tesis ajenas. A la Canciller Angela Merkel no le tembló la voz para anunciar la dimisión  de la ministra copiona.

Internet se ha convertido en un ilimitado proveedor de información. La práctica común entre los estudiantes universitarios es el corta  y pega. El resultado final es una investigación incoherente sin pies ni cabeza que no soporta el rigor y la seriedad de un serio estudio científico. Lo mismo sucede con la lectura crítica y los análisis de contenido donde falta el aporte personal y sobra el plagio. En todos los casos el pirata redomado omite la fuente y estampa sin recato su firma. El plagio menudea entre los alumnos mediocres que lo consideran un acto natural, sin embargo, también sucede con malos profesores y algunos con rango doctoral. Por eso, no nos extrañe el plagio de proyectos en las instituciones públicas y privadas. Muchos proyectos en gobiernos regionales, municipios y Ongs, no son otra cosa, que producto copia y pega. El dinero del Estado y de instituciones financieras se dilapida sin que se penalice a los autores  de descomunales apropiaciones intelectuales.
En la Pontificia Universidad Católica  la lucha contra la apropiación intelectual  y la piratería se ha convertido en una filosofía de trabajo. La estrategia busca que los estudiantes valoren y reconozcan el derecho de propiedad intelectual y se conviertan en aliados contra las variadas formas de plagio. Cualquier trabajo de investigación o tesis  debe presentarse en formato digital de tal manera que pueda ser sometido a un análisis que permita comparar las similitudes entre documentos. Uno de estos sistemas es el Document Fingerprinting, el cual es un algoritmo que permite extraer un conjunto de valores numéricos del documento  que representan a varias porciones del mismo. El conjunto de estos valores recibe el nombre de fignerprint, la huella digital,  del documento. Mediante la comparación de las distintas fingerprints de distintos documentos es posible detectar las secciones comunes obteniéndose evidencias del plagio.

El acceso a las tesis en las bibliotecas universitarias es también otro procedimiento de cautela de la propiedad intelectual. Los plagios son detectados, muchas veces, por perspicaces jóvenes estudiantes que anotan en sus comentarios, tras la paciente lectura, esta falta de seriedad intelectual que adorna a muchos académicos que presumen de sus títulos  tratándose de inmorales y avezados copiones. Ladrones intelectuales es el término preciso. Otro procedimiento es la auditoría académica en la que un simple testeo permite desnudar a tantos y tontos que recurren al crematístico negocio de adquirir una tesis en el mercado, pirateada, maquillada y tantas veces negociada.
Los territorios del plagio son variados. Podría tratarse del despacho de un congresal, un estudio de abogados en donde la computadora se ha convertido en un almacén de posibilidades de obtener dinero, la redacción de un periódico o una institución académica de dudoso prestigio. Lo propio acontece en el mundo de la literatura y la creación. El propio Alfredo Bryce Echenique fue censurado por la apropiación intelectual de artículos periodísticos en los que estampó su firma. El premio que le fue conferido por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara le tuvo que ser entregado en Lima porque el rechazo a la piratería intelectual fue unánime. El plagio, el robo intelectual es una epidemia que hay que combatir  sobre todo en donde se aplica aquella frase que dice “dime de que presumes”  y “te diré lo que te falta”

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