martes, 6 de marzo de 2012

VARGAS LLOSA EN LA UNP



Por: Miguel Godos Curay

De Mario Vargas Llosa podemos afirmar “es un escritor del Perú para el mundo”. El Premio Nobel de Literatura le fue otorgado el 2010 «por su cartografía de las estructuras del poder y sus imágenes mordaces de la resistencia del individuo, su rebelión y su derrota». A sus 17 novelas suma nueve piezas teatrales, una veintena de ensayos, un libro que recoge sus memorias titulado “El Pez en el Agua” y una copiosa producción periodística. Toda su vasta producción ha sido traducida a más de veinte idiomas.

A su vocación literaria suma una indeleble honestidad intelectual como tenaz defensor de la libertad y firme opositor a las dictaduras. Esas resonancias contra el autoritarismo y el estatismo lo han convertido en un intelectual comprometido con la libre expresión, el pluralismo y la tolerancia. Con tales timbres su contribución al restablecimiento de la democracia en el Perú es un aporte invaluable que la historia aquilatará en su momento.

Las jóvenes generaciones encontrarán en su vida un esfuerzo humano de construcción y elaboración intelectual. Un estímulo para internarse en la atmósfera de la creación literaria, una pasión intensa por la literatura y la palabra. Un magisterio que predica la esperanza en un mundo mejor.

Son tan abundantes los méritos honoríficos y literarios del doctor Mario Vargas Llosa que resulta difícil enumerarlos sin olvidar su talante humano e intelectual, su sinceridad y su valentía para llamar a las cosas por su nombre. Para el Perú es un humanista insigne que convoca adhesión y cálida admiración a la inteligencia y a la creación. Su grandeza anima y contagia optimismo por el futuro de un país en donde todos acceden a la educación sin exclusiones. Vargas Llosa es como el nuevo amanecer piurano pleno de luz en donde se esfuman las sombras del oprobio y la cobardía.

Vargas Llosa nos recuerda también el significado profundo de la conciencia individual que conoce con claridad que cada uno tiene un deber que cumplir. Y el que no lo abandona con el cobarde pretexto de que otro hará lo que dejé de hacer es parte de esa sociedad democrática donde es posible la solidaridad, la dignidad humana, la cultura y el repeto a la vida.

En marzo del año pasado convocados por el historiador quinientista Miguel Maticorena Estrada estuvimos en San Marcos abordando tópicos vargallosianos. En aquella ocasión recordó Hugo Neira los vínculos juveniles de Vargas Llosa con la universidad de San Marcos. La disciplina intelectual que aprendió del maestro Raúl Porras y también la temperatura política del momento lleno de emoción social y revolucionaria representada por la prédica de don Issaac Humala. Pero en el mundo todo cambia y el materialismo histórico difundido en los catecismos ideológicos de Politzer se convirtió en el materialismo histérico que abrió caminos diferentes a los jóvenes estudiantes.

De Mario Vargas Llosa debemos encomiar su pasión por la lectura, su dedicación al estudio que le permitió obtener el Doctorado en Filosofía y Letras en la Universidad Complutense de Madrid. Y que más tarde lo convirtió en un escritor metódico dedicado con puntualidad admirable a ese trabajo primoroso de elaboración y reelaboración de los textos hasta convertirlos en filigrana plena de significación y sentido. Quienes piensen que el genio es producto feliz de la inspiración descubrirán asomándose a su vida, horas y horas, de trabajo silencioso elaboración y corrección.

En 1967, cuando se concedió a su novela “La casa verde” el Premio Rómulo Gallegos pronunció un memorable discurso intitulado “La literatura es fuego”. Insuperable alegato en defensa del oficio del escritor. En aquella ocasión convocó al espíritu de un poeta olvidado Oquendo de Amat para mostrar la naturaleza inconforme del escritor. Es un texto estremecedor de extraordinaria lucidez que con el permiso de su autor me permito reproducir.

“Hace aproximadamente treinta años, un joven que había leído con fervor los primeros escritos de Breton, moría en la sierras de Castilla, en un hospital de caridad, enloquecido de furor. Dejaba en el mundo una camisa colorada y Cinco metros de poemas de una delicadeza visionaria singular. Tenía un nombre sonoro y cortesano, de virrey, pero su vida había sido tenazmente oscura, tercamente infeliz. En Lima fue un provinciano hambriento y soñador que vivía en el barrio del Mercado, en una cueva sin luz, y cuando viajaba a Europa, en Centroamérica, nadie sabe por qué, había sido desembarcado, encarcelado, torturado, convertido en una ruina febril. Luego de muerto su infortunio pertinaz, en lugar de cesar, alcanzaría una apoteosis: los cañones de la guerra civil española borraron su tumba de la tierra y, en todos estos años, el tiempo ha ido borrando su recuerdo en la memoria de las gentes que tuvieron la suerte de conocerlo y de leerlo. No me extrañaría que las alimañas hayan dado cuentas de los ejemplares de su único libro, enterrado en bibliotecas que nadie visita, y que sus poemas, que ya nadie lee, terminen muy pronto trasmutados en “humo en viento, en nada”, como la insolente camisa colorada que compró, para morir. Y, sin embargo, ese compatriota mío había sido un hechicero consumado, un brujo de la palabra, un osado arquitecto de imágenes, un creador cabal y empecinado que tuvo la lucidez, la locura necesaria para asumir su vocación de escritor como hay que hacerlo: como una diaria y furiosa inmolación”

“Nuestra vocación ha hecho de nosotros, los escritores, los profesionales del descontento, los perturbadores conscientes o inconscientes, los rebeldes con causa, los insurrectos irredentos del mundo, los insoportables abogados del diablo. No se si está bien o está mal, sólo se que es así. Esta es la condición del escritor y debemos reivindicarla tal como es”.

Este homenaje que tributa la Universidad Nacional de Piura es también el reconocimiento a esta ejemplar lealtad a la palabra. Palabra con la que balbuceamos a mamá, palabra que nos sirve para soñar, alimentar nobles afanes, expresar nuestras infantiles rebeldías o inquietarnos con próximas aventuras. Sin la palabra nos quedaríamos sumergidos en el escepticismo y en la perplejidad frente al espectáculo del mundo. Sin la palabra es imposible preservar la libertad frente a la amenaza totalitaria y autoritaria. Sin la palabra no es posible la exaltación adolescente de la ternura ni la oración a flor de labios. Sin la palabra no existen la escuela, los maestros y la sinceridad. Sin la palabra no se preserva la memoria de los abuelos.

Un escritor es un alfarero de la palabra. La palabra es materia viva que nos aproxima y nos integra humanamente. ¿Qué sería un piurano sin su ¡gua! que concentra el asombro? ¿Qué sería Piura sin sus churres, sin las mozas pezpitas y el dejuro de las abuelas? ¿Qué sería de los piuranos si no existiera la palabra salud?

La palabra es materia elemental para la literatura. Sostiene Vargas Llosa que la literatura es “...uno de los más enriquecedores quehaceres del espíritu, una actividad irremplazable para la formación del ciudadano en una sociedad moderna y democrática, de individuos libres, y que, por lo mismo, debería inculcar en las familias desde la infancia y formar parte de todos los programas de educación como disciplina básica. Y sabemos que ocurre lo contrario, que la literatura tiende a encogerse e, incluso, desaparecer del currículo escolar como enseñanza prescindible.”

¿Qué significado para los piuranos tiene Mario Vargas Llosa?
Con Mario Vargas Llosa, Piura asciende al pináculo de la inmortalidad literaria. El piurano, con sus virtudes pero también con sus defectos, se convierte en un arquetipo de curiosidad planetaria. Para los piuranos es el deslumbramiento de su propia identidad. El descubrimiento de su rico pasado en la perspectiva de un mejor porvenir. Hay una contraste de momentos y emociones entre la Piura de 1946, 1952 y la del 2012. Sin embargo, perviven en el espacio y en el tiempo las instituciones, los personajes, la propia concepción del mundo y esa visión tan humana de construir el futuro.

No hay piurano que no se mire a sí mismo leyendo las páginas de Vargas Llosa. No hay piurano que no sucumba a la amistad, al piqueo, al bebe y a la jarana. No hay piurano que renuncie a la alegría y se queda extenuado por esos repentinos afanes de cambio y de progreso. No hay piurano que no mantenga invicta su devoción a Grau y lo sienta con patriotismo en las profundidades de su alma. No hay piurano que no se devoto del Cautivo de Ayabaca y de la Mechita pero no por ello renuncie a Las Huaringas. Por si acaso.

No hay piurano huérfano de gratitud. Por eso hoy la Universidad Nacional de Piura rinde homenaje a la inteligencia, al pensamiento, a la honestidad intelectual, a la tolerancia y a la posibilidad de un Perú redimido por los libros y las bibliotecas tal como los soñaron maestros inolvidables como Carlos Robles Rázuri y José Estrada Morales.

Doctor Vargas Llosa su obra engrandece al Perú, revitaliza las esperanzas en una nación respetuosa de las libertades elementales. Un país en el que cada niño al nacer no sólo venga con un pan bajo el brazo sino además con un libro bajo el brazo. Un Perú en el que se revalore la educación de la niñez y la juventud acaso no el capital más preciado de un país. Y la mejor salvaguarda para la democracia.

Los desafíos del presente son como las utopías y los sueños, al ser compartidos por todos se convierten en realidades y eso es lo que hay que procurar para que en nuestras escuelas y universidades no falten libros, ni maestros que desatiendan sus cotidianas obligaciones.

Creemos doctor Vargas Llosa que su visita a Piura es un gesto noble que compromete nuestra cortesía y nuestra hospitalidad. Por ello, agradecemos de todo corazón en nombre de la Universidad Nacional de Piura el venir a nuestra casa.

Esa Piura que después de conocerla da ganas de olerla, de sentirla, de andarla y de pisarla. Esa Piura cuya historia se pierde en la noche de los tiempos. Esa Piura en la que los tonderos nos recuerdan que el verdor de los algarrobos es anuncio de esperanza. Quisiera culminar con las palabras del escritor paiteño Luis Felipe Angell Lamas Sofocleto que dice: “Piura es la tierra donde el sol nunca se devalúa, la chicha nunca se evapora y la amistad (y la gratitud) nunca se extinguen”. ( Discurso UNP 05.03,2012) ( Foto: Oscar Senmache Antón)

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