domingo, 3 de octubre de 2010

¡AL MOMENTO DE ELEGIR NO SE EQUIVOQUE!


Por: Miguel Godos Curay

Hoy es un día de responsabilidad cívica para todos los peruanos. El elegir a nuestros presidentes regionales y alcaldes requiere la sensatez suficiente para evitar el error de elegir a ciudadanos ineptos para el ejercicio de la función pública. No son suficientes las buenas intenciones, las promesas, las improvisaciones, la presunta experiencia, la declaración personal de bienes, los armatostes políticos o los afanes vindicadores de plausibles causas. Necesitamos alcaldes y presidentes regionales transparentes y coherentes con lo que dicen y lo que hacen. Esto significa que deben ser transparentes en cada una de sus decisiones y mostrar con los instrumentos que provee la tecnología ¿cuánto gastan?, ¿cuánto ganan?, ¿quiénes los asesoran?, ¿cómo es su situación económica al momento e iniciar su función pública y finalmente cómo se van al culminarla?

Los pecados de los ciudadanos alcaldes y presidentes regionales son por todos conocidos. Aunque todos anuncian que practicaran políticas de puertas abiertas finalmente se encierran bajo siete puertas y siete llaves. El diálogo democrático es bloqueado por barreras impenetrables. Luego se produce inevitablemente el vicio manido del nepotismo. Monseñor Cantuarias señalaba con puntualidad que el piurano nepotismo socava a todas nuestras instituciones públicas. La palabra nepotismo es de origen italiano y proviene de “nepote” que significa sobrino. El nepotismo no es otra cosa que el colocar a los familiares y allegados en cargos públicos. Así según el ilustrado Monseñor existe un nepotismo de la sangre, el colocar a familiares directos e indirectos en cargos del aparato administrativo, luego viene el nepotismo del afecto que desliza a los amigos en cuánto cargo puedan ocupar para garantizar una lealtad sumisa y cómplice. Finalmente viene el nepotismo del partido porque el candidato ganador coloca, como retribución feliz, a quienes gastando las suelas lo apoyaron en su campaña. Así con este malentendido modo de hacer las cosas las planillas pujan y la burocracia muelle se multiplica.

A la gimnasia democrática no sólo le importa el elegir. Es necesario informarse oportuna y adecuadamente para no improvisar. A todo ello se suma el vigilar a los ciudadanos que resulten electos, Vigilar significa exigir información periódica sobre los actos de gobierno. Vigilar significa pedir cuentas. Vigilar significa también, si fuese menester, exigir revocatorias. Vigilar significa también concurrir a las sesiones de concejo porque son públicas. Y no hay argumento legal para que existan “sesiones secretas” en donde se aprueban dietas y la conformación de directorios violentando la ley y la legitimidad. Igualmente se nos debe informar exhaustivamente en qué condiciones inician su gestión. Los deslindes son necesarios.

La democracia exige diálogo. Según el profesor Georges Vedel (5.07.1910-21.02.2002) el funcionamiento de la democracia necesita de cinco diálogos imprescindibles. El primer diálogo es el que debe existir entre el poder constituyente y el poder constituido. La constitución no sólo es un elenco de derechos posibles sino una limitación a los abusos del poder. El segundo diálogo es el que debe existir entre el poder ejecutivo y el poder legislativo. Los atascos decisionales que enfrenta Piura tienen en gran medida causa en el diálogo inexistente entre nuestra representación parlamentaria nuestras autoridades municipales y regionales y el propio ejecutivo. La alfalfa parlamentaria menudea por doquier. Muchos de nuestros congresales, salvo contadas excepciones, se han dedicado a saludos por aniversario institucional y a la extensiva y cantinflesca práctica del “yo te condecoro tu me condecoras”. Que conste que entre los más condecorados está el propio señor Cautivo de Ayabaca que ostenta el grado de Coronel de la desaparecida Guardia Republicana. (¿?) Nos consuele la opinión de Palmiro Machiavello, diplomático peruano. “Las condecoraciones son los tatuajes del hombre civilizado”.

El tercer diálogo es el que debe existir entre las mayorías y las minorías. Lastimosamente lo que se observa es un irreconciliable revanchismo entre los que ganan y los que pierden. Pasadas las elecciones se produce una venganza apache entre los hinchados de soberbia triunfadores y los que fueron derrotados. Si se trata de funcionarios o servidores públicos están condenados a la Siberia de la “mesa de partes” o “el archivo”. La democracia legítima no tolera estas malas prácticas. Ahí donde la democracia funciona la minoría fiscaliza a la mayoría y le señala el rumbo cuando se desvía de camino. La democracia parlamentaria británica, por ejemplo, tiene previsto el funcionamiento de un gabinete en la sombra conformado por la minoría que representa la “leal oposición” a su majestad.

El cuarto diálogo que urge la democracia es el que debe existir entre gobernantes y gobernados. Si el gobernante no oye a su pueblo no tiene brújula y no tiene rumbo para conducir la cosa pública. Lo que hemos visto hasta hoy es un diálogo de sordos. Y una acentuada torpeza en el buscar soluciones a las crecientes demandas ciudadanas de los piuranos. El diálogo que necesitamos no es el que se monta teatralmente con el nombre de audiencia sino que el surge espontáneo, natural y fluido ahí donde las papas queman y en donde las obras públicas muestran la negligencia de las empresas constructoras. Diálogo cara a cara y sin temores como dice el vals. Necesitamos alcaldes que recorran las calles de sus ciudades y los mercados ahí donde bulle la agenda invisible de las demandas ciudadanas. No necesitamos alcaldes que remodelen plazas y demuelan locales municipales para pulverizar presupuestos. Queremos alcaldes que inviertan en salud, educación y en calidad de vida,

El quinto diálogo es el que debe existir entre el gobierno las corporaciones profesionales y los sindicatos. Tienen los gobernantes que escuchar a aquellos que por su formación profesional conocen mejor de las ciencias y las artes. Los colegios profesionales no son convidados de piedra ni una cofradía de timoratos con medalla en el pecho para celebrar aniversarios institucionales o la incorporación de un nuevo miembro. Tienen una responsabilidad cívica en señalar con puntualidad cuándo se cometen inexcusables yerros en una gestión pública. O cuando las malas prácticas de un colegiado muerden con vergüenza un presupuesto público. Mucha impunidad anda suelta. El gobernante tiene también que dialogar con los sindicatos pero no para preservar capellanías y privilegios. Sino para mejorar la calidad de los servicios públicos, agilizar la burocracia y oír sugerencias que puedan dar solución a problemas urgentes. La democracia no es una solución a todos los problemas, pero es un camino posible que requiere energía ciudadana y entereza moral. Bien dicen en Piura que al que gobierna no sólo hay que mirarle la cara bonita sino las uñas y las manos.

Pasadas las elecciones cuando el ruido de la campaña se convierte en silencio. El electo presidente regional, sus consejeros, los alcaldes y sus regidores vivirán en carne propia lo que es el ejercicio de la autoridad y el poder. De ellos depende ser responsablemente transparentes. De ellos depende aterrizar en la realidad cuando la ebriedad de la soberbia y arrogancia se les sube a la cabeza. De ellos depende hacer de Piura y de nuestras provincias ciudades prósperas en donde vivir humanamente es posible. De ellos depende cerrar las puertas o abrirlas a un diálogo perenne. El viejo Perícles decía que el mejor gobernante para la pólis (ciudad griega) es el que engrandece a su ciudad y su ciudad se engrandece en él. Esa es nuestra búsqueda. Ojala sea nuestra mejor elección.

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