domingo, 16 de enero de 2011

REELECCIONES Y PROYECTOMANIAS


Por: Miguel Godos Curay

La alfalfa parlamentaria está de moda. Durante estos días retornan como las oscuras golondrinas becquerianas los candidatos que buscan repetir plato para estar en el congreso. Justo a la hora undécima se acuerdan de quienes los eligieron. Antes vivieron pasmados en un inexcusable olvido. De su desventurada producción legislativa podemos enumerar los saludos por creación de provincia o distrito, las condecoraciones a las devociones favoritas de los feligreses, la promesa de acompañar a los alcaldes a recuperar la penalidad cobrada a una petrolera que ya forma parte del erario. Proyectos geniales tipo “desviste un santo para vestir a otro”. Y una menuda farragosa y alucinada paja. Pajeros parlamentarios tenemos con nombre propio.

La poetisa Esmeralda González Castro (1902-2004), que firmaba sus colaboraciones periodísticas a El Comercio como Serafina Quinteras escribió la letra jocosa de este vals, grabado más tarde por Los Troveros con el título de “Parlamanía”. En la antología de Ricardo Gonzáles Vigil, “Poetas peruana de Antología” aparece con el elocuente titulo de “Proyectomanías” en cuyos versos grafica festivamente el menester parlamentario. Citando cada uno de los cuartetos de la décima, voy a anotar explicativos comentarios tratando en todo momento de no caer en la seriedad del estreñido ni en la permanente carita de ingenuidad del caído del guabo.

“Vamos al Congreso a hacer firuletes,
una vida nueva vamos a empezar.
Vamos a rajarnos hasta los juanetes,
no defraudaremos la fe popular.”


Realmente quienes van al Congreso no tienen las cualidades que todos esperamos. Muchas veces el Congresista provinciano vive la ensoñación y la seducción del sortilegio capitalino. Y ahí, en donde empeñado en resolver sus urgencias personales, se desconecta de la provincia. La provincia desde Lima es como una playa de estacionamiento de las ilusiones. El parlamentario camina con un séquito de asesores, secretarios y vivarachos que asumen sus poses displicentes. El colmo es que al teléfono hablan y mienten como parlamentario. La oficina del congresista es su chacra chiquita. Su departamento diminuto. Su isla negra para todo.

“Tenemos mil planes de todo tamaño,
de todo calibre, de toda extensión.
Gracias al rey mago, en estos seis años,
vuelta de campana dará la nación.”


Planes y proyectos sobran en el Congreso. La producción parlamentaria alimenta montañas de papel. Muchos proyectos, son conejos sacados de la manga. Son proyectos buenos para nada. Gracias al Internet muchas de estas propuestas bestiales son “bajadas” y “pegoteadas” y asumidas como propias porque también existe la “piratería” parlamentaria. Si se hiciera una autopsia de la producción de nuestros congresales se desnudaría públicamente la estafa a la voluntad popular. Los intereses de la región no aparecen por ninguna parte. Legisladores dignos con contadas excepciones. Legislar es un menester que requiere conocimiento de la realidad y las leyes. Muchos de nuestros congresistas en materia jurídica están en la calle. Y los asesores en buen piurano son papayos machos (improductivos).

“Haremos casas de ochenta pisos,
ómnibus nuevos, más de cien mil.
Vendrán expertos en logogrifos
y en el cultivo del perejil”.


Los primeros decepcionados por los congresistas son sus partidarios. Los que caminaron día y noche para hacer conocer sus propuestas por una camiseta colorida. A todos se les prometió desde un trabajito, la recomendación para el hijo y hasta formar parte de esa capellanía gigantesca que se llama el Congreso. El congreso les cambia el rostro a los representantes provincianos. Aunque lo nieguen, algunos, se planchan las arrugas, otros se tiemplan los cachetes y no faltan los que se liman las uñas y se ondulan las crines. Incluso hay algunos aficionados a la permanente. Otros aumentan kilos de peso y de patrimonio. Aunque todos lo niegan. Los bienes adquiridos a través de visibles testaferros son parte de la comidilla de todos.

“Las carreteras correrán solas,
buques y aviones en pelotón
y las corvinas, sobre las olas,
nadarán solas con su limón.”


Por supuesto que las merluzas y las anchovetas no nadan solas. El mar es un festín de barracudas y voraces tiburones. Nuestro mar, al que llamamos con eufemismo el “Mar de Grau” urge y requiere de una eficiente labor parlamentaria. El litoral que es un bien público se ha repartido entre mafiosos negocios hoteleros y lubricadas corruptelas de una incipiente acuicultura que no tiene nada que ver con la inversión seria y sostenible sino con la aventura de la acumulación sucia emparentada con el narcotráfico. Antes cuando se viajaba a Tumbes se podía contemplar el mar. Hoy se observa la opulencia de los que nos han arrancado nuestro derecho a mirar el mar. De los que se han apropiado de las orillas del océano haciendo rajatabla de las leyes.

“Serán vitalicios todos los empleos,
con sueldo, propina, bonificación;
y se harán escuelas para analfabetos
que hayan terminado segunda instrucción”.


Lo primero que le crece al parlamentario no es sólo la nariz de tanto mentir sino la tripa, advierte Atanasio Fuentes. De tanto comer y de tanto beber para ganar la adhesión popular. La promesa política es parte de ese folklore chichero y huachafo de la desbocada ambición política nacional. En el Perú, advierte Héctor Velarde los presidentes de la república, “son siempre un poco incas y un poco virreyes”. En un Perú en donde la monarquía está latente. Un congresista tiene mucho de cacique que exige le inclinen la cerviz o de soberbio corregidor que utiliza su poder abusivamente y en provecho propio. Toque a usted a los hermanitos del congresista y saltarán las ranas adulonas para defenderlos. Con el congresista engorda su familia. Ese cambio de estatus lo obliga al disfrute de su nueva y sensual instalación social.

Vacas y gallinas irán por las calles,
dando leche y huevos a más y mejor;
no habrá problemas internacionales
y a pan y manteles toda la nación.”


La política es decencia y docencia. No puede ser jarabe de babas ni pirueta de ventrílocuo. No puede ser improvisación. No puede ser capricho vehemente del que pierde la teta. No puede ser feudo. Piura requiere de representantes que conozcan palmo a palmo su territorio, que dialoguen permanentemente con el presidente, el consejo regional, los alcaldes y los ciudadanos. En asuntos tan capitales no podemos andar con eufemismos. Ni permitir que la indecencia socave a los políticos. Porque como bien se dice en Piura “-¿Artista? ¿Hijito, así le dicen ahora a las mañosas?” ¿Congresista? ¿Así le dicen en Piura ahora a los que ganan bien sin trabajar. ¡Mira hijito ¿cómo está Piura?!”.
(Foto:Esmeralda González Castro (1902-2004), "Serafina Quinteras")

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