sábado, 22 de mayo de 2010

NEURONAS Y CIRCO ELECTORAL


Por: Miguel Godos Curay

Esta semana que pasó estuvo de paso por Piura, invitado por Petroperu, Guillermo Giacosa para hablar sobre el tema de ¿cómo somos? Y ¿cómo nos comunicamos? El tema fue motivo de profundas reflexiones en un inusual auditorio juvenil ávido de curiosidad. Como señaló Giacosa no hay razón para que criaturas dotadas de 100 mil millones de neuronas tengan una absoluta incapacidad de comunicarse.

La existencia es un maravilloso despliegue de la inteligencia. Los padres a través de sus gestos y sus propias actitudes personales transmiten a sus hijos desde la autoconfianza hasta la posibilidad de comunicar a otros su propia sensación de felicidad. Es el rol que cumplen las “neuronas espejo”. Tal es el extraordinario efecto de la imitación que hasta los hijos adoptivos que en un clima de afecto y de ternura, imitan a sus padres, finalmente acaban con un extraordinario parecido a ellos. Lo mismo sucede con las personas que tienen sintonía emocional y se aman saludablemente.

La sonrisa provoca descargas de dopamina esa hormona que permite que enfrentemos los desafíos de la vida con humano optimismo. Por el contrario de la desconfianza, el odio, la injuria y la propia estupidez el cuerpo descarga cortisol y adrenalina que enervan los músculos al extremo animal de la defensa. No nos extrañe por eso que finalmente tras esos padres, jefes y superiores rabiosos anide el temor, la sospecha y el cinismo.

Por el contrario en un clima de permanente comunicación aunque se viva en medios de grandes carencias anida la felicidad entendida como esa posibilidad de llevarse bien con uno mismo y con los demás. Ser feliz importa tener una existencia con sentido y mantener buenas relaciones con los otros. El infeliz deja un reguero de amargura, inquina, odio y ambiciones por la tierra que pisa. Es incapaz de reírse de sí mismo. Tras su aparente cáscara de seriedad es una persona que sufre pues su cosecha de soledad y de maledicencia no le permite el mirarse a sí mismo sino estar arteramente pendiente de deslizar su navaja rencorosa sobre la vida de los demás.

La risa y la felicidad son parientes cercanos y tienen vigencia humana universal. Darwin descubrió, por ejemplo, que el lenguaje de los gestos transmite emociones profundamente humanas. Niños sordos, ciegos y disminuidos físicos, que nunca han tenido la experiencia de observar un gesto de sonrisa o escucharla, gesticulan como los demás cuando están contentos. En el aula ha quedado demostrado que los profesores que admiten sus errores cuando se equivocan o que tienen capacidad de reírse con sus alumnos en temas tan complejos como la enseñanza de las matemáticas o reflexiones teóricas. Obtienen mejores resultados que los que con dureza demuestran inflexibilidad emocional.

El cerebro tiene dos hemisferios. El izquierdo es el procesa las operaciones racionales. El derecho o cerebro límbico procesa las emocionales. De modo que el docente que usa y provoca la actividad de ambos hemisferios obtiene mejores resultados. Mientras el izquierdo desanuda el problema racionalmente, el derecho e ilumina de creatividad y despierta con vivacidad la sonrisa. La emoción de lo divertido y gracioso se activa con la dopamina a la que también los científicos denominan la hormona de la felicidad.

Lo mismo sucede al escuchar un chiste. El chiste tiene un componente racional que es la situación que plantea. Y un componente emocional causado por la paradoja que destornilla la sonrisa. La sonrisa es producto de la comprensión del componente ilógico, imprevisible e incongruente. La sonrisa según la neurociencia provoca niveles deseables de dopamina que nos hacen sentir bien. Quien se siente bien, se comunica bien y aprende bien. De ahí la importancia la risa humana distanciada del automatismo biológico de los animales.

Los mejores chistes, revelan los estudios, son los que en el buen sentido toman el pelo a los serios en su mayoría políticos cara dura. Blanden siempre para sus discursos demagógicos una aparente actitud de decencia moral en el fondo no lo son. Se trata de demagogia pura. Cuentan de un Diputado que recorriendo sus haciendas de Piura encontró a un humilde jornalero que tenía un asombroso parecido con él. El político sólo atinó detenerse en su cabalgadura y preguntarle sonriente: “Oye cholo…seguro que tu madre trabajo en la casa hacienda”. A lo que el sonriente cholito respondió:” No mi señor quien trabajó ahí fue mi apá”.

En otra ocasión el mismo personaje reunido en la plaza del pueblo perorando sobre la integridad moral y la honradez en pleno discurso y a boca de jarro interrogó al auditorio: “Si aquí en este pueblo hay un corrupto que se ponga de pie”. Ante la sorpresa de todos se levantó con una conmovedora humildad el Teniente Gobernador que en su pueblo tenía fama de ser justo. El Diputado sumamente preocupado le dijo: “Así que tu eres el único corrupto en este pueblo”. “No mi Doctor, sucede que no podía permitir que usted fuera la única persona que esté de pie”

Los chistes más reídos provocan sentimientos de superioridad. Ironizar sobre el modo ser de un pueblo y sus personajes, alivia y relaja las tensiones y nos exorciza de las tragedias cotidianas.Según Richard Wiseman, gestor del Laboratorio de la Risa en Internet: “las personas que contrarrestan el estrés con el humor tienen un sistema inmunitario sano, sufren un 40% menos de infartos de miocardio o apoplejías, tienen menos dolores en los tratamientos dentales y viven cuatro años y medio más”.

La risa hace segregar dopamina que relaja la tensión. Sentimientos negativos prolongados producen agotamiento y perjudican al organismo. Por eso, los científicos recomiendan reírse 15 minutos al día, como mínimo. Por eso en tiempos de lances electorales es bueno reírse. Y escuchar (sin tomarlas en serio) las propuestas de nuestros candidatos.

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