sábado, 21 de noviembre de 2009

EL DESPERTAR DE LA UNIVERSIDAD


Por: Miguel Godos Curay

El doctorado Honoris Causa que la decana de América, la gloriosa Universidad de San Marcos, le confirió a su ex alumno Luis Bedoya Reyes es un solemne acto de justicia con un hombre de una trayectoria pública intachable. Bedoya, en el homenaje dijo las siguientes palabras: “Mi vieja universidad es respetuosa de la libertad y del saber. El saber se puede incubar en cualquier circunstancia, pero es mejor en libertad. Si algo representa la juventud es rebeldía contra cualquier forma de dominio e imposición. El ser libre es una especie de despertar y la universidad lo concreta y la simboliza”. Sin saber y libertad no se regodea la ciencia. El 27 de julio de 1978 al sumar sin condiciones los votos del Partido Popular Cristiano a los votos apristas para elegir a Haya como Presidente de la Asamblea Constituyente, Bedoya, dio también una demostración de elegancia política irrepetible.

El “despertar” de la universidad, en efecto, no puede interpretarse como el dominio de un grupo de poder que desplaza a las capacidades intelectuales y las anula. Como advertía Aristóteles no se trata de una fuerza que bloquea la razón y se impone destruyéndola. La imposición arbitraria de los eventualmente numerosos no es buena ni para la universidad ni para la democracia que necesitan de un clima de tolerancia y libertad en donde se pueda debatir, criticar y construir sólidas propuestas para la región y al país.

En la comunidad del conocimiento la lógica de la fuerza es un absurdo, un espejismo, una pretensión confusa que no permite ver el horizonte de esplendor que pueden construir las inteligencias. Las visiones a corto plazo favorecen la corrupción y el manoseo de los menos calificados para la ciencia, el humanismo y la cultura. Si hubiese que establecer coordenadas para una gestión exitosa habría que retomar el camino de la investigación profunda distante de la epidérmica y sin valor científico. Artificio para diligenciar premios consuelo para el bolsillo.

Con el soporte de una investigación científica seria y con resultados es posible articular una beneficiosa relación con la empresa y la inversión que están dispuestas a un vínculo estable y duradero cuando los servicios que solicitan a la universidad son eficientes. Fácilmente cualquier docente calificado de la universidad puede abrir espacios de oportunidad laboral que ayuden a mejorar sus ingresos por encima de los precarios sueldos estatales. Los descalificados, como en el proceso de selección natural no soportan la competencia de los mejores y prestigiados. Y están obligados a mejorar su desempeño.

Otro aspecto imprescindible es la acreditación emprendida como una necesidad de demostrar la calidad académica y formativa y no un festín burocrático. La UNP, nuestra universidad, necesita revalorizar a sus viejos docentes pues en la institución universitaria mundial “el conocimiento nunca se jubila” y los profesores “viejos” pero experimentados son los que animan con su valiosa experiencia a los jóvenes estudiantes y noveles investigadores. La universidad es comunidad y por ello urge un concilio de docentes, administrativos, estudiantes y padres de familia para iniciar una tregua de orden académico y respeto a los calendarios que desdeñe el perder el tiempo con demandas que afectan a los estudiantes y a los presupuestos familiares. Necesitamos paz laboral y una búsqueda necesaria de espacios que fortalezcan a la universidad en lugar de debilitarla.

Por ello es necesario el deslinde de la gestión que fenece y la nueva gestión que empieza. Esperemos que haya una preocupación honesta por los docentes y sus alumnos para que los caprichos no vulneren derechos fundamentales. Para que no se reproduzcan los señalamientos de malas prácticas ventiladas en las páginas de los diarios. Los piuranos necesitamos reafirmar nuestra credibilidad en nuestra Alma Mater. Necesitamos que la universidad esté presente en cada una de las instituciones que conducen las riendas de la sociedad de modo protagónico y efectivo. Esta no puede ser una presencia esquiva y a media agua. Un estar sin estar o un estar a medias.

Queremos una universidad que anime las conciencias que despierte orgullo, respeto y asombro. No indiferencia y vergüenza. Una universidad que refuerce sus cimientos en la limpieza moral y en el mérito intelectual. Una universidad que busque el bien común, el bien de todos y no el interés subalterno de algunos ávidos en el reparto. Quien ennoblece a la universidad, ennoblece a su región, se ennoblece a sí mismo y ennoblece al Perú.

Bien se ha dicho que la universidad es la patria del saber y la verdad. La universidad permanece y quienes la conforman por mandato inexorable de la vida mañana serán despojo terrenal. La buena memoria conservará el nombre de los que “trabajando, luchando y venciendo” la hicieron grande y merecieron conocerla y conducirla a la verdad. Los que no son pasto del olvido porque nadie en sano juicio, sin lastimar su salud, querrá recordar.
Foto:Luis Bedoya reyes, alcalde Lima con el presidente Fernando Belaúnde Terry.

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