lunes, 14 de mayo de 2018

UN RECADO AL CORAZÓN DE MAMA


Por: Miguel Godos Curay
Delia Curay de Godos, mi inolvidable madre

No podía dejar de escribir esta nota a  mamá. Es como un recado del corazón a ese ser maravilloso presente en lo más profundo del alma. No solo nos dio la vida. Nos ayudó a desenredar ese nudo gordiano misterioso de la cotidiana existencia. ¿Cuántas veces nos hizo fuertes en las contiendas? ¿Cuántas veces lo entregó todo simplemente porque la felicidad de los otros es su felicidad? Y así con la sustancia de su afecto existimos. Es como la luz del candil en la noche fría y su vida se extingue en parpadeos pero ahí está como el titilar de una estrella. Su memorable belleza, la piel tersa se arruga como el maracuyá reseco pero nunca pierde su aroma.

Nuestras madres están hechas de barro noble y tienen coraje a prueba de inflaciones en donde los ajustes monetarios empobrecen a los más pobres. Están galvanizadas de ternura y con pocos soles compran en el mercado, regateando con el casero, los  ingredientes para la sopa más deliciosa, el tamal que nos provoca, el postre que queremos repetir a cada rato y el cebiche que ningún chef ha podido igualar en delicia hasta el momento. Caballa, cabrilla, mero o camotillo, limón ají y ese toque tan propio de su amor convertido en sabor inolvidable. Su aritmética solo sabe de ahorro y si de chibilines se trata los preservan para urgencias y apuros.

Los rorros de cuna son un hit incomparable. Porque esos mágicos cantos provocan el sueño y la sonrisa del crío como el rocío vital de las mañanas que nos deslumbra. Es la belleza sublime de la mano de Dios. Para los bioquímicos es el derrame de oxitocina, la hormona de la confianza, que hace posible desde el momento de la fecundación la adecuación del cuerpo de mamá a ese rol sublime que le encargó la vida. Para nosotros es la arrobadora belleza de la maternidad.  Ese aroma de pañal que tienen los recién nacidos nada tiene ver con Pampers. Es una mezcla de ternura, cariño reconcentrado en la leche tibia de mamá.

Tenemos tatuado su nombre en la memoria y en la noche lo pronunciamos como evocación inolvidable. Para una madre no hay hijo viejo, los viejos son su heredad, su encarnación que camina sola por el mundo.  A las madres del Perú Dios las hizo con acero inoxidable para soportar todas las arremetidas del Ministerio de Economía y Finanzas. Y estamos plenamente convencidos que si las madres condujeran la economía del país le darían vuelta a la corrupción e invertirían los dineros del Estado en Salud, Educación y Viviendas para tener una población sana y útil para el trabajo que transforma al país. Si en el hogar estiran los magros presupuestos y alcanza para todos.  Con razonable e inteligente criterio de la justicia distributiva platónica compartirían con todos. Y con la justicia proporcional en orden a los merecimientos personales. Porque según mamá el que come el puré de zapallo tiene postre de premio. Y el que no que mire y practique para que aprenda.

La oralidad de mamá está viva en cada cuento que inventó para nosotros porque Caperucita Roja de pura vieja está jubilada. Y el desdentado lobo se cansó de devorar abuelitas de carne dura para sus mandíbulas. Ya no hay bellas durmientes porque en los cuentos de mamá habita un universo maravilloso de pescadores de carne hueso con faenas milagrosas. O la historia de la Virgen porteña que camina por las orillas de la playa. Historias de piratas y heroísmos. Historias de gratitudes por los milagros recibidos. ¡Mamá tu mereces el Premio Nobel de la humildad y la grandeza humana!.

Pero ahí estamos abriendo el baúl misterioso de la memoria, desentrañando recuerdos, contemplando viejas fotografías refrescando momentos. Cuando niños en la escuela o recorriendo los pasillos de la universidad. Porque cada acontecimiento feliz tiene la impronta de mamá. No pierdes la costumbre de rezar por todos y pedirle a Dios con el celular de tu imaginación que cumpla con los viejos pedidos para que les vaya bien a los que más quieres. Tu amor no tiene distancias y atraviesa los cinco continentes. Es un combustible maravilloso que inunda las galaxias de ternura.

Un río de emociones surge con tus recuerdos. Y un océano apacible de cariño nos sumerge en la esencia de tus más puros afectos. Sea este día una bendición para todas las madrecitas ausentes y presentes. Porque esa fecundidad que da frutos tiene matices maravillosos. Y así como hay la maternidad de las que paren hay otra maternidad de las que educan  y con la delicia de su amor nos cuidan, nos protegen y nos motivan  a  ser  mejores.

En este país rompecabezas los que deciden los destinos de la república aún no se han dado cuenta que es la energía de mamá la que mueve a la patria. Imperdonable olvido de la seguridad social, de la justicia y de los defensores de los Derechos Humanos. Un Estado que protege a sus madres  tiene una estatura de dignidad más grande que los opulentos rascacielos de Dubai. Realmente en el Perú en justicia y en dignidad reparadora a las mamás nos hemos quedado enanos. ¿Quién legisla en favor de las mamás si la violencia familiar es deporte nacional?

Y así andamos prontos a celebrar el bicentenario de la Independencia Nacional. ¡Terrible incongruencia! si aún dependemos de un Estado que para tapar los huecos del erario encarece las cosas y es tan ineficiente para sancionar a los que lo despojan impunemente. Madres del Perú, madres de mi patria, heroínas anónimas que no desfallecen conduciendo sus críos a la escuela, cuidando con desvelo a un vástago en los hospitales de la seguridad social. Madres que trabajan en los mercados, en los talleres, en las oficinas que con apurado paso son una lección de puntualidad. ¡Gracias por dar a esta nación de ingratitudes sentido para su existencia!

Madres del Perú son la sintonía perfecta para que el himno nacional no sea un canto de sirenas. ¡No desfallezcan! Vuestra gloria excelsa es superior a los laureles que condecoran los monumentos. El Perú existe por ti. Y ese amor que no tiene precio, ni fecha ni calendarios nos mantiene en pie. Gracias mamá porque no hay palabra para decirte que eres origen de la alegría de los niños, el recuerdo de tus hijos grandes y el silencio con el que hablan los tiempos.

Una procesión de recuerdos anida en la memoria. Y recorro con los ojos cerrados las calles desoladas llenas de misterios y estas ahí con tu sutil belleza como el agua para el sediento y el pan para el hambriento. Como un libro abierto pleno de sabiduría y de cuentos ante los que son nada los malabares tecnológicos porque son cuerpo sin alma. Tú eres el alma de las cosas, el origen de la vida. En ti Dios tiene un corazón enorme. Y tus palabras son una bendición. ¡Gracias mamá!


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