Las
Ferias de Libro son un espacio de encuentro entre agentes editoriales, autores y lectores.
Nuestras ferias de libro tradicionales son los puestos de venta de libros viejos y usados en
tradicionales callejones limeños, en algunas casonas de Trujillo a
inmediaciones del mercado de Chiclayo. Huancayo y Arequipa tienen sus propios
rincones del libro. El librero de viejo es un intermediario entre el que se
deshace por apremio de un libro y el que lo compra porque lo necesita y le
tiene afecto. Hay quienes compran libros pero nunca los leen. Es la misma
presunción lindante con el síndrome del sobaco ilustrado del que siempre porta un libro entre sus brazos pero
solo conoce las tapas. No los lee.
Hay
otra especie de bibliófilos los que sólo
los compran para disfrutar del aroma de libro nuevo. Después nada. Los libros
forman bibliotecas son la artillería de la inteligencia. Los libros necesitan
de lectores. Las ferias del libro son un rincón propicio para el encuentro
entre lectores y libros conforme a sus necesidades. Los que pueden comprarlos
los adquieren. Los que no, los contemplan y los admiran como si se encontraran
en el harem de la sabiduría o en el país de las maravillas.
Los
libros no tienen otra función despiertan el regusto por la lectura. Avivan la
inteligencia. Los padres que regalan libros a sus hijos no son una legión
numerosa, son pocos. De padres lectores es posible admirar hijos lectores. Es
lo mismo que los pueblos que eligen lectores como gobernantes. Platón decía
grandes son los pueblos que eligen a los sabios como reyes. Feliz un pueblo que
elige lectores como conductores de la cosa pública. En ellos hay la garantía del vuelo intelectual y la
frescura del pensamiento creativo. Los que no, abundan en el historial de la
infelicidad.
Las
ferias del libro institucionalizadas son iniciativa de las Cámaras del Libro y
con vigor las empresas editoriales las sostienen y promueven. Los pequeños
editores a duras penas pueden sostener una feria. Conozco algunos por el pánico
a la Sunat y otros compran recortes de resmas de papel para imprimir libros de
formato menor. Con su producto concurren a las ferias. Entre nosotros las
ferias del libro son nuevas. Los piuranos estamos acostumbrados a las ferias
pueblerinas de los santos de nuestra devoción. Antes pobladas de milagrería de
oro y plata. Hoy de acero y hojalata.
Las
ferias del libro son de utilidad y necesidad pública porque son un antídoto
contra las variadas formas de ignorancia. Por eso merecen el apoyo de nuestras
autoridades. En tanto, los promotores no pueden defraudar a los auspiciadores
requieren coordinar fino para que la fiesta del libro resulte un éxito.
Advertimos, bueno es el apoyo oficial pero no es un sustituto de la iniciativa
privada que moviliza autores, editores y se anticipa a los requerimientos de
los expositores. La feria se planifica conforme a un programa. Como a cualquier
jornada académica se le exige puntualidad, oportunidad y respuestas a las
necesidades que se presenten en su desarrollo.
¿Qué
no es una feria de Libro? Una feria del libro no puede ser un rapto de entusiasmo aunque este
se derrame como la melaza cuando hierve. Tampoco una promesa incumplida, una
adolorida queja cotidiana porque nadie nos apoya, o afirmar que un evento como
este tiene como espacio natural la Plaza de Armas. No se trata de un espacio
privilegiado, el escenario para la cultura es variado lo hace la creatividad,
el buen gusto, la organización. No la improvisación. Finalmente es el público
el que pondera el desenlace de la misma. Por supuesto no empieza de un día para
otro, mejora año a año. Ninguna feria se erigió como un castillo de naipes.
La
Feria del Libro de Piura tímidamente está creciendo en nuestra ciudad no
dejemos que se ahogue como pichón en el tazón de la indiferencia. Cifras,
realmente, no conocemos porque se trata de una iniciativa privada y como tal
tiene sus barrenos de logro y de fracaso. Tenemos el convencimiento que puede
mejorar y lo va a conseguir con el adecuado ingrediente de responsabilidad y
con el insustituible apoyo de editores y autores. Esta edición, duramente
criticada por algunos medios, no fue de la satisfacción de los expositores, sin
embargo, hay que reconocer el esfuerzo personal por llevarla a feliz término.
Muchas veces, cuando el vendaval de críticas se enfrenta con el prurito del
afán de notoriedad y el autobombo. Lo poco bueno pasa desapercibido y se hace
invisible.
La
Feria del Libro de Lima, este año, en su vigésima edición, tuvo casi 503 mil
visitantes un 20% más que el año pasado.
Las ventas comerciales fueron del orden de los 13 millones 600 mil nuevos
soles, un 30% más que el año pasado. En
números la Feria del Libro de Lima se resume en un campo ferial de hectárea y
media, 155 stands, la participación de 70 escritores extranjeros y realización
de 655 actividades culturales. Junto a la feria la Cámara Peruana del Libro
emprendió una patriótica campaña denominada “Pastillas para no olvidar” “No al
Impuesto del Libro”, que consiste en la entrega a los congresistas de
fotografías de ciudadanos que se suman a la urgente renovación de la Ley 28086,
conocida como Ley de Democratización del Libro y del Fomento de la Lectura,
proyecto que debatirá el Congreso de la República durante la presente
legislatura. La Feria del Libro de Piura, es un proyecto cultural en plena
gestación. Y por eso merece impulso y gentil apoyo.
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