Por: Miguel Godos Curay
Don Benito Pérez Galdós en la develación del monumento en su honor. Ya ciego, el escritor pidió le permitieran palpar la escultura obra del artista Victorio Macho.
Benito Pérez Galdós (1843-1920) y Emilia Pardo Bazán (1851-1921) sostuvieron un apasionado y ardiente romance.
La
vehemencia conservadora enfiló toda su artillería panfletaria para impedir en 1912 se otorgara el Premio Nobel de
Literatura al escritor y dramaturgo liberal Benito Pérez Galdós. En 1904 se otorgó
el Nobel a José Echegaray (1832-1916) y al poeta provenzal Fréderic Mistral.
Entonces la crítica no fue agresiva ni encarnizada. Hoy Pérez Galdós sigue
siendo pionero del realismo. Y sus libros siguen siendo leídos. De Echegaray
nadie se acuerda.
La
mirada quieta (de Pérez Galdós), el
libro reciente de Mario Vargas Llosa, editado por Alfaguara, 212 pp. Es un
análisis profundo, tras una lectura crítica puntual y erudita de la producción
narrativa y teatral de Pérez Galdós considerado un autor esencial de la
literatura española contemporánea. Nadie la supera en “dedicación, inventiva,
empeño y soltura literaria”. Sus obras
superan el centenar.
Pérez
Galdós, nació en Las Palmas de Gran
Canaria, el 10 de mayo de 1843 y
falleció en Madrid, un 4 de enero de
1920. La crítica lo define como un hombre: cordial, liberal, laico y
políticamente un republicano amigo de conservadores y progresistas. Murió pobre
y arruinado. La ceguera le impidió escribir lo que obligó a dictar sus textos
con las crecientes dificultades del agotamiento físico y el desconsuelo. Vivía en un cuarto de hotel de un sobrino suyo, solo y enfermo. Refieren
sus biógrafos que a los 76 años, un año antes de su muerte, permitió que se le
erigiera una escultura en el parque del Retiro. Don Benito, ya ciego, pidió que
lo alzaran para acariciar con sus manos la obra del escultor Victorio Macho y lloró de emoción.
Escribe
Vargas Llosa: “Pérez Galdós hizo lo que Balzac, Zola y Dickens hicieron en sus
respectivas naciones: contar la historia y la realidad social de su país. Con
sus Episodios estuvo en la línea de aquellos, convirtiendo en materia literaria
el pasado vivido, poniendo al alcance del del gran público una versión quieta
pero amena, bien escrita con personajes vivos y documentación solvente, de un
siglo decisivo de la historia española”. Pérez Galdós marca un hito con el
surgimiento de la novela realista en España
durante la segunda mitad del siglo XIX,
Pérez Galdós,
usaba el método periodístico para la obtención de información. Anotaba todo y
escudriñaba detalles producto de la observación perspicaz. En 1862 escribía en los diarios La Nación y El
Debate. En 1886 es Diputado por
Guayama (Puerto Rico) en las Cortes. En las legislaturas de 1907 y
1910 es diputado a Cortes por Madrid por
la Conjunción Republicano Socialista a la
que se había adscrito. En el parlamento se caracterizó por su sobriedad.
Hablaba poco pero escuchaba mucho. En la opinión certero.
Solterón empedernido mantuvo relaciones
estables con varias mujeres: Lorenza Cobián González, la joven actriz Concepción
Morell Nicolau, Teodosia Gandarias. Pero el amor de su vida fue la escritora
Emilia Pardo Bazán, apasionada, inteligente, impulsiva y muy trabajadora. Doña
Emilia lo admiraba de sobremanera. De esta solicita admiración surgió la pasión
ardiente, desmedida, íntima y correspondida de un diablillo lujurioso. Ella le envió
93 cartas intensas de amor, él escribió sólo una, pero le llegó a la pepa del
alma y le estremeció el corazón. En todas ellas doña Emilia lo apapachaba con
frases como estas: "mí siempre amado", "mi almita",
"miquiño mío", "monín" o "pánfilo de mi corazón".
Las furtivas infidelidades de doña Emilia le afectaron enormemente producto de
este trance agónico fueron sus novelas inseparables: (1889) La Incógnita y Realidad. La primera
bajo la forma de cartas y la segunda como guion teatral.
Desde
1897 fue académico de la Lengua. Escritor prolífico comparado con Cervantes.Fue
también editor de su obra. A él se debe la frase: "Mientras más libros vendo, menos dinero gano. Voy a
ser el único editor que se haya arruinado a fuerza de vender muchas
ediciones". Aunque nunca perdió el sentido del humor. En 1914 por iniciativa
de José Echegaray, Jacinto Benavente y personalidades de la nobleza se creó la
Junta Nacional de Homenaje a Pérez Galdós que buscaba recaudar fondos para asistir
al escritor. Este mismo año ganó la diputación por Las Palmas de la Gran
Canaria. Su proverbial pobreza se mantuvo hasta el final de sus días el 4 de
enero de 1920. Su entierro al día siguiente fue multitudinario. Según la prensa
30 mil almas lo acompañaron al cementerio de la Almudena en Madrid.
Como
escritor penetraba en las dicotomías de la hipocresía social confrontando la apariencia
con la realidad. Muchos de sus textos tienen un sustento ideológico producto del choque del catolicismo estricto, estrecho y sectario con la
espontaneidad de la genuina fe. El conservadurismo con el espíritu liberal.
Advierte Vargas Llosa, puso la moral por encima de la política, distinguiendo
lo tolerable de lo intolerable. En todo lo que escribe se esfuerza por ser
imparcial. Fue a pesar de los pesares un hombre decente y sereno. Pérez Galdós
era dueño de una mirada quieta y objetiva, que inmovilizaba todo lo que quería
narrar como atributo de fidelidad a lo narrado.
Sus
obras más leídas son: Doña Perfecta (1876), Marianela (1878/1899), La desheredada (1881), Fortunata y Jacinta (1887),
Torquemada en la hoguera (1889), Torquemada en la cruz (1893), Torquemada en el purgatorio (1894),
Torquemada y san Pedro (1895), Misericordia (1897). En teatro: Realidad (1892),
La loca de la casa (1893), La de san Quintín (1894), Alma y vida (1902), La
razón de la sinrazón (1915). Los Episodios Nacionales (1873) una sola historia
hecha de muchas historias. Reúne diez novelas que escribió en dos años. La lectura
crítica de Vargas Llosa es un acicate para los buenos lectores y periodistas
que desean mejorar sus técnicas de narración y descripción.
En
sus textos se perfila como un crinográfico observador experto en la descripción
de ojos, bocas, orejas que convierte en espejo de la psicología, temperamento y
personalidad de sus personajes. No escapan gestos, vestiduras, escenarios y paisajes.
Según la crítica Pérez Galdós era muy diestro en hacerlos morir y atrapar la
tristeza y el dolor. Uno de sus episodios titulado Los Ayacuchos refiere la última
batalla de la Independencia, en la Pampa de la Quinua, con la que se selló la
libertad de América. Otro episodio que refiere es el combate del 2 de mayo de
1866 en donde muere el ministro de guerra del Perú y héroe de la contienda José
Gálvez. Este libro de ensayos y crítica de Vargas Llosa reafirma que el leer
bien es un insuperable método para aprender a escribir bien. Los amigos
libreros del mercado colocaron en mis manos este delicioso texto que vale la
pena leer.
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